Petro, como mandatario, ha dado pasos muy importantes  en su pretensión de convertirse en el primer gran actor de la izquierda en Latinoamérica. Sinuoso y ladino, ha venido dándole forma a un liderazgo que en los actuales momentos carece de protagonistas legítimos izquierdistas con capacidad interactiva. Pareciera que le es más fácil este propósito puertas afuera que lograr la consolidación en el poder en su propio país.

Un paneo del liderazgo izquierdista en la región nos da esta lectura. López Obrador, Ortega, Castillo, Boric, Arce, Zelaya, Díaz-Canel, Fernández y ahora Lula, maltrecho y reincidente criminal, poco tienen que exhibir y mucho que esconder de sus acciones y gestiones, especialmente en el ámbito internacional.

Es en este contexto en el que debemos ver el acercamiento de Petro con el régimen de Maduro, que responde a su interacción con Estados Unidos en una política de no agresión y de buenas relaciones diplomáticas y comerciales. Su iniciativa en la emblemática apertura del puente internacional entre los dos países y luego en su visita a Maduro, instándolo a unas elecciones presidenciales con garantías, sin inhabilitados; así como ser la cabeza  de los facilitadores del diálogo en París,  son señales inequívocas de una agenda que lo posiciona como factor principalísimo en el Foro de Sao Paulo.

De igual forma, la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países, la propuesta del rol de Maduro en las negociaciones de paz, la invitación a que Venezuela se reintegre al sistema interamericano y a que  se reincorpore a la Comunidad Andina de Naciones, le dan al taimado Petro una dimensión que no tenía. De lograr estos objetivos, se acreditaría como el de mayor prestigio entre sus primos ínter pares, que incluso lo calificaría como el único interlocutor de la izquierda con peso real ante Estados Unidos.

Llevar de la mano al régimen a la OEA y a la CAN tendría grandes repercusiones. Pareciera un acto contranatura, que reniega del comandante eterno, padre de los mamotretos del ALBA y Unasur, el mismo que siendo su presidente pro tempore, decretó infructuosamente la muerte de la CAN que hoy “resucita” en palabras de Maduro: ”Estamos decididos a incorporarnos a la Comunidad Andina de Naciones con toda nuestra capacidad productiva, con nuestra capacidad comercial y una economía creciendo. Es el momento, es la hora”. Es tanto como patear al Celac y los deseos de su mentor.

Asimismo, tendrían que tragarse las palabras del vocinglero comandante eterno: “La OEA no sirve para nada”, “Está convertida en un vegetal”. El propio Maduro, a quien se debe el cese de la membresía de Venezuela en el organismo, tendría que tragarse la motivación conforme a la cual el régimen «expresa de manera lastimosa a una corporación secuestrada desde su nacimiento por intereses contrarios al espíritu de integración y unión”, que es un “organismo viciado” y representa los intereses “del imperialismo y su forma de hacer política criminal en la región”.

Vaya meta la que se ha propuesto el presidente colombiano, representa todo un reto que en el seno de la OEA se excluya al representante del gobierno interino con sus naturales consecuencias, para dar paso a un régimen sin talante democrático y refractario a los postulados de los derechos humanos; en todo caso ayuda la marea roja que se ha alzado con los cotos de poder en la región.

Igual pasará en el seno de la CAN, donde sería Venezuela miembro pleno al igual que Colombia, Bolivia, Perú y Ecuador, único país no gobernado por la izquierda. Incluso, se ven favorecidos en la correlación de miembros asociados: Brasil, Argentina, Chile por un lado, y por el otro, Paraguay y Uruguay.

Si el propósito de Petro es el de que estos logros constituyan escenarios para ideologizar, tal cual Unasur, ALBA y Celac, para utilizarlos como instrumentos de clientelismo geopolítico, de confrontación entre países y el manido antimperialismo, auguramos que tarde o temprano los ciclos políticos darán cuenta de ese desatino.

Si por el contrario, su intención es convertirse en un referente ajeno a la polarización y utiliza su liderazgo para que cada uno de estos organismos cumpla y siga cumpliendo con las funciones para las cuales fueron creados entonces estaríamos en presencia de una “rara avis” que inclusive pueda impulsar muchos acuerdos comerciales tanto entre los países en Latinoamérica como con Estados Unidos, tal cual hoy lo tienen Ecuador, Perú, Bolivia y Chile con los Estados Unidos y por supuesto con Colombia que igual mantiene varios Tratados de Libre Comercio con países en el resto del mundo que son altamente industrializados. Recordemos que aunque no se trata de materia comercial, Colombia es soco global de la OTAN.

Veremos si este régimen chavista endogámico, entra por ese aro de la libre circulación de mercancías, del mejoramiento de la economía, la libertad de empresa, respeto a la propiedad privada y seguridad jurídica, que son inmanentes a esos acuerdos. Lo dudamos.

@vabolivar


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