“La esperanza puede ser la fase superior de la imbecilidad”

El tai chi chuan ha perdido el rigor que tuvo de arte marcial. Es hoy una forma de gimnasia perfecta para entonar mente y cuerpo. Juntitos, expresan [disimulan que no es adrede] secretos mediante movimientos suaves que parecen dirigidos por psiquis en estado de suspensión de odios. Cuando lo ejercitan dos personas es amor en proceso, porque luce cortejo y no precisamente fúnebre: tomados de las manos, respirándose, aproximan sus cuerpos y olfatean. En grupo parece una danza de fiesta no brava, distinta a esa de tauromaquia en la cual un matador aprieta primero sus esfínteres que luego relaja en el instante de extender la muleta roja. No se ha refutado que los toreros se purgan víspera de faenas, para no manchar sus ajustados pantalones en el ruedo.

Los hombres del tirano van felices al encuentro con los adocenados del no usurpador, joven aspirante legítimo a relevarlo para capitanear el Arca País en la plenitud diluviana del terrorismo doctrinal latinoamericano. La lluvia no impedirá jamás la danza entre enamorados, a pesar de que el aventajado golpea al pasivo. Se miran, liban, alimentan y aparean. Salvan nuestra república, no lo duden.

Estamos atentos a los informes de quienes conciertan para procrear una estupenda generación de monstruos mitad hoz y martillo, adoradora de todos los fetiches del poder popular para la esclavitud y vejación nacional. Las ganas son explícitas y sus consecuencias serán igual expuestas durante la resaca.

—En nombre de la República y por la autoridad que me confiere mi insolencia, declaro que la nación venezolana es la más estúpida del mundo. Así lo digo, y conforme a derecho espero que sea sometida a mofa universal. Publíquese.


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