Selva. 1980. Foto Miguel Gracia

El crecimiento experimentado por la danza contemporánea en Venezuela a principios de la  década de  los ochenta, presagió el auge que esta disciplina escénica viviría en el país. Los basamentos echados en los años anteriores, tanto en lo formativo como en lo creativo, rindieron frutos evidentes a partir de este tiempo signado por una persistente crisis financiera, que también comenzó a evidenciarse en los órdenes político y social. Nuevos y referenciales proyectos institucionales dieron cuenta de su diversificación y su influencia en el devenir de la cultura nacional, además de su conexión con las tendencias mundiales que la llevó a adquirir una posición de liderazgo en América Latina.

Con la creación de Danzahoy hace cuarenta años, la danza contemporánea venezolana inició una etapa distinta. Una fuerza renovada emanaba de los jóvenes y rigurosamente formados cuerpos de sus integrantes, para asombro de un público todavía minoritario. La búsqueda de una expresión y una estética latinoamericanas, sus alianzas con pares de otras manifestaciones creativas, y una inédita concepción de puesta en escena, hicieron de la joven compañía un suceso.

Desde un primer momento surgieron obras que quedaron inscritas dentro de lo más representativo del quehacer coreográfico venezolano: Un modo de andar por la vida, de Carlos Orta, el bailarín y coreógrafo venezolano de destacada carrera internacional que se reinsertaba en el país, y Selva, creación colectiva de la agrupación, indagación contemporánea de lúcidos resultados sobre lo telúrico y primitivo continental.

Luego vendría el reto de la solidez y permanencia más allá del primer impacto. La agrupación realizaría sus primeras incursiones internacionales e iniciaría su proyecto escuela.

En 1986 Danzahoy ingresa al Teatro Teresa Carreño como su compañía residente de danza contemporánea. Ese hecho le otorgó estabilidad, proyección artística y la notable ampliación de sus audiencias. En este etapa, la compañía ofreció desde el punto de vista artístico algunos de sus logros más significativos, ejemplificados en Momentos hostiles, Travesía y Éxodo, de Luz Urdaneta, obras poseedoras de amplio reconocimiento público tanto nacional como internacional, así como Oto, el pirata, de Adriana Urdaneta, Luz Urdaneta y Jacques Broquet, producción infantil, que se convirtió en referente del género.

Momentos hostiles. 1987. Foto Miguel Gracia

La proyección mundial de Danzahoy se acrecentó notablemente a través de giras artísticas y su participación en renombrados festivales y plataformas de América y Europa. Las valoraciones críticas sobre la compañía fueron generalmente coincidentes al exaltar sus concepciones sobre el movimiento, sus modos de representación y su directa conexión con los públicos.

De alguna manera, este proyecto buscó ser orientador de los caminos seguidos por la danza contemporánea del continente. Durante los primeros años noventa concibió y realizó dos encuentros latinoamericanos que reunió en Caracas a un significativo número de creadores, a fin de reconocerse entre sí, además de reflexionar sobre los inagotables temas de formación, creación, promoción e investigación de la danza.

Los criterios de gestión cultural que orientaron el accionar de la compañía, representan otro aspecto a resaltar. Una organización administrativa infrecuente en el medio nacional de la danza, se tradujo en una estructura eficiente que acompañaba y hacia viables los procesos creativos.

El libro Danzahoy, una visión, un legado, editado en 2015, sirvió de colofón a una trayectoria destacada. Textos testimoniales, 300 fotografías y otros documentos, registran un quehacer que indicó rutas y concretó realidades.

Adriana Urdaneta, ideóloga fundamental, divulgó la más estimulante percepción recibida por ella sobre su visionaria iniciativa: “Danzahoy es el sueño hecho realidad de cualquier bailarín latinoamericano”.

Fémina. 1991. Foto Gabriel Reig

 


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