Marshall Billingslea encendió las alarmas el viernes 15 de julio en la noche al advertir que el gobierno de Joe Biden podría reconocer a Alex Saab como diplomático y de paso sabotear el caso judicial en contra del testaferro de Nicolás Maduro. Y esa maniobra podría resultar costosa para Washington no solo porque constituiría una afrenta a su propio sistema de justicia ―pilar de la democracia norteamericana― sino también porque avergonzaría a Estados Unidos frente al pequeño Cabo Verde, que no sucumbió ante esa pretensión.

Los “rumores creíbles” de que la Casa Blanca quiere canjear a Alex Saab, citados en Twitter por el exsubsecretario del Tesoro para el combate del financiamiento del terrorismo, parecen tener como telón de fondo la situación de los 11 ciudadanos estadounidenses encarcelados en Venezuela y la proximidad de las elecciones legislativas de noviembre, que preocupan a Biden debido a un posible revés demócrata por el aumento de los precios de la gasolina después de la invasión rusa a Ucrania. De allí la sed de petróleo que el presidente de Estados Unidos no ha podido ocultar frente al régimen de Maduro, sospechoso de crímenes de lesa humanidad. Como tampoco pudo hacerlo este fin de semana chocando puños con el príncipe heredero del gigante petrolero Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, que aprobó en 2018 el asesinato y desmembramiento del periodista Jamal Khashoggi.

Un funcionario del gobierno de Biden dijo a la Voz de América ―sin ahondar en detalles, según el propio medio― que los “rumores” sobre una eventual liberación de Alex Saab que han sido divulgados “son falsos”. Eso, sin embargo, no parece disipar las dudas, pues el régimen de Maduro manifestó desde el primer contacto entre la Casa Blanca y Miraflores que “todo estuvo sobre la mesa” en las conversaciones de marzo en Caracas, y tal vez esa situación se mantuvo  en las más recientes de finales de junio. Y la polémica parece avivarse con declaraciones del senador republicano Marco Rubio en el sentido de que en la Casa Blanca hay personas que simpatizan con Maduro ocupando cargos “de gran importancia sobre el tema de Venezuela”.

Pero no conviene olvidar que el sistema de justicia en Cabo Verde ―el pequeño archipiélago frente a la costa de África occidental― no se rindió a los pies de un “diplomático” de dudosas credenciales en el proceso de extradición de Alex Saab a Estados Unidos. Maduro le otorgó entonces a su testaferro el estatus pomposo de “embajador extraordinario y plenipotenciario, representante permanente alterno de la Misión de Venezuela ante la Unión Africana”. No obstante, inmunidades como esas no suelen ser retroactivas y la argucia del régimen venezolano fracasó.

Tampoco se puede ignorar ―en medio de las preocupaciones por la estrepitosa caída de la popularidad de Biden y sus aspiraciones de renovar el mandato en 2024― que la justicia de Estados Unidos, que siempre se opuso a retirar la condición de fugitivo de Saab, ha dicho que tiene “un caso fuerte” contra el barranquillero en el juicio por lavado de dinero de la corrupción en su sistema financiero, y eso autoriza la conjetura de que ha acumulado cuidadosa y laboriosamente pruebas capaces de convencer a un gran jurado.

El sábado 16 de octubre, cuando Cabo Verde envió a Estados Unidos al empresario colombiano, Marshall Billingslea escribió en Twitter que Alex Saab sabe mucho sobre las finanzas de Maduro, la cleptocracia, las empresas fantasmas creadas y sus cómplices. El exsubsecretario del Tesoro para el combate del financiamiento del terrorismo, que ha abogado por ir detrás del dinero de la jerarquía chavista ―“porque no es su dinero, es el dinero que ellos robaron”― también dijo entonces en su tuit que la dictadura venezolana “claramente está sudando” por la extradición del barranquillero. Y hay motivos para creer que ese sudor ―probablemente frío y más intenso― persista ahora que Alex Saab tiene la posibilidad de negociar con delaciones la rebaja de la pena.


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