Cuando hablamos del socialismo o nos referimos al “socialismo” estamos aludiendo a un sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes. El término aparece en Europa y su concepción fundamental se desarrolla en el segundo cuarto del siglo XIX.

Es Carlos Marx, empapado de la dialéctica hegeliana, pero abusando de ella, quien logra sacar la concepción inicial del socialismo del descrédito en que se encontraba. Cuestionando la lógica del pensamiento “burgués”, caracterizando dicho raciocinio como apologético del capitalismo, Marx consigue invertir la situación hasta entonces imperante. Para él, ser burgués conlleva a dudar y no aceptar su lógica que está dirigida a defender y consolidar el capitalismo.

Lo anterior explica que los marxistas no refuten a sus adversarios; ellos no encaran a sus contrincantes con argumentos. Eso último es producto de la conducta que Marx y Engels siempre tuvieron: jamás confrontaron a sus adversarios con argumentos serios; ambos se limitaron a insultarlos, vilipendiarlos y calumniarlos. También sus sucesores hasta el día de hoy se han circunscrito a repetir ese perverso patrón de conducta.

Pero como todo sábado tiene su domingo, le tocó a Ludwig von Mises (1881-1973) -quien se desempeñó como profesor de la Universidad de Viena y del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, además de profesor de la Universidad de Nueva York- poner las cosas en su lugar. En su libro Socialismo, el destacado representante de la escuela austríaca de economía señala sin titubeos:

  • La polémica marxista ataca a la persona del contrincante y nunca sus demostraciones.
  • La democracia debe existir porque sin ella no puede haber desarrollo pacífico alguno del Estado.
  • El ideal que debe realizar la fase superior de la sociedad comunista en un futuro lejano, es por completo antidemocrático.
  • La paz no se fundará en los cambios de gobierno y en la modificación de su política, sino en un gobierno eterno.
  • Es una paz, pero no la paz del progreso vivo hacia la cual tiende el liberalismo, sino la paz de un cementerio; no es la paz de los pacifistas, sino la paz de los pacificadores, de los hombres de violencia que todo lo quieren sujetar.

Lo cierto es que tanto Marx como Engels se encargaron de sembrar falacias que todavía hoy tienen seguidores acérrimos en dictaduras de todo pelaje. El canto de sirena de esas dos emblemáticas figuras se manifestó con un sonido muy cercano a lo celestial aunque realmente emanaba del mismo averno. Lo real y verdadero es, como apunta von Mises, que todo lo que parece democrático en el socialismo es apariencia falaz. Es por ello –resalta él- que la democracia debe existir, porque sin ella no puede haber desarrollo pacífico alguno del Estado.

La experiencia de nuestro país es una prueba irrefutable de lo anterior: 5,7 millones de venezolanos han abandonado esta “Tierra de Gracia” como consecuencia de la destrucción del aparato productivo e implantación de políticas insanas de los gobiernos de Chávez y Maduro. La data más reciente registra que, en los últimos años, casi 92.000 profesionales de la medicina, ingeniería, arquitectura y las ciencias se fueron de Venezuela como consecuencia de las políticas y acciones puestas en práctica por el actual conductor de Miraflores. Las pérdidas que eso representa para el país son incalculables.

El rotundo fracaso de la revolución cubana y el insólito empobrecimiento de Venezuela ponen de manifiesto la inviabilidad del SOCIALISMO que siempre aspira a la eternidad de sus máximos líderes y el sometimiento del Bravo Pueblo.

@EddyReyesT

 

 

 


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