Provea: Maduro solo garantiza al país miseria y pobreza

El síndrome de Estocolmo es un término utilizado para describir una experiencia psicológica paradójica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores. Sin embargo, no existe actualmente una unificación de criterios, con respecto a su diagnóstico y características, e incluso a su denominación de “síndrome”.

El término fue utilizado por primera vez en Suecia en 1973 por Nils Bejerot para describir un fenómeno paradójico de vinculación afectiva entre los rehenes y sus captores, en el transcurso de un asalto a un banco en Estocolmo. A partir de este hecho ha habido muchos intentos de interpretar, caracterizar y describir este término. Las aportaciones internacionales son variadas, existiendo por un lado autores que lo cuestionan, considerándolo como una conducta no generalizada ni generalizable, o quizá un mito, y otros autores lo consideran como una valiosa aportación para la explicación de conductas y actitudes de víctimas hacia sus agresores, o incluso como un término que, como teoría, ayuda a dar sentido a hechos, alentar la investigación y predecir de alguna manera el comportamiento futuro, lo cual impactará también en el descubrimiento de formas de mejorar ciertas situaciones, no solo a respuestas individuales sino a reacciones colectivas o grupales, y sus aportaciones a diversos fenómenos presentes en la relación captor-cautivo, víctima-victimario.

Según datos del Federal Bureau of Investigación (FBI), alrededor de 27% de las víctimas de 4.700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción. Las víctimas que experimentan el síndrome muestran regularmente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; mientras que, por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales, o quienes se encuentren en contra de sus captores. A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes.

Conocidos los detalles de la patología podemos indicar, muy a pesar de que muchas personas posiblemente nos califiquen de pesimistas o negativos, que el venezolano al parecer padece el síndrome de Estocolmo.

Esta sintomatología, perversa por lo demás, puede traducirse en un fenómeno paradójico, pues el pueblo venezolano ha desarrollado un vínculo positivo hacia su captor, que es el régimen, como respuesta al trauma del cautiverio, lo cual ha sido observado en diferentes casos, tales como secuestro, abuso, violencia, cultos y actos que violan sus derechos humanos y libertad.

Buscar comida en la basura y pedir limosna, vistiendo una franela con los ojos de Chávez y la figura del Che Guevara, es una de las maneras de aceptar y tapar todos los males que sufre, y cuando un pueblo llega a tales extremos y se deja engañar con maquillajes ficticios (CLAP, bonos de hambre y falsas promesas), se torna más difícil salir del pantano ignominioso en que se vive actualmente en el país.

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