La poesía y todos los poetas están marcados por el silencio porque el silencio poético se convierte en música y evita que las palabras se dispersen. Los conocedores de poesía afirman que una palabra rodeada de silencio hace que el silencio diga, que el silencio hable, porque un lenguaje que se cierra en sí mismo se convierte en un vacío torrente verbal. El silencio en el arte poético es como una sombra, la ribera que detiene el oleaje de las palabras; es también una ronda que va más allá de la que nos dio a conocer el austríaco Arthur Schitzler: «Giren, giren mis personajes, la Tierra redonda gira también y la lluvia que cae de las nubes hacia las nubes regresa otra vez». El lenguaje nos remite al silencio para que el silencio, a su vez. ¡La serpiente siempre termina mordiéndose la cola!

El silencio espera que algo va a decirse, pero la mudez, que es lo opuesto, se niega o rechaza expresarlo o compartirlo. El silencio es un don, un privilegio que enriquece al hombre que muestra verdadera inclinación a vivir en armonía consigo mismo. Sabe que a través del silencio las palabras devolverán el esplendor que seguramente habrán perdido cuando otros más sueltos y atolondrados prefieren seguir caminos tortuosos y empedrados.

Un silencio oportuno nos libera de cometer errores de juicio, afirmaciones equivocadas. Nos diferenciamos de aquellos que hablan sin saber muy bien lo que dicen. Todas las épocas (¡la religiosa en tiempos duros!) relatan la crueldad de la tortura que se inflige a los reos. Algunos terminan deshechos, pero confesos; otros, tal vez los menos, mueren en el suplicio sin revelar lo que el inquisidor quiere escuchar. ¡Son héroes!

«El verdadero silencio, dice Jean Bies, es voluntario, consciente y momentáneo; es concertación de las fuerzas vivas y ocultas, economía, reunión; es propedéutica de la interiorización. El silencio del lenguaje predispone al del espíritu, lo decanta de lo inútil preparándolo a un retorno de la vacuidad ideal, a la que pertenecen los más altos mensajes».

Sin duda, hubo silencio antes de la Creación, pero lo habrá cuando ya nada exista. Y son muchos los grandes acontecimientos que han ocurrido en silencio pero ocultos detrás de la mudez para impedir o evitar su fracaso antes de conocerse y a manos de sus enemigos. Algunos monasterios establecen rígidas normas que obligan a los monjes a mantener silencio absoluto a determinadas horas; en cambio, como exaltación del espíritu las Siervas del Santísimo, de Adoración Perpetua, rezan día y noche y cantan Vísperas para evitar que el Altísimo nunca permanezca solo.

Los católicos fervorosos sostienen que Dios enaltece las almas de quienes guardan silencio y desanima y castiga con mudez de espíritu a quienes malgastan su tiempo con habladurías sin sentido y torpezas de lenguaje. Solo de nombre conozco algunos bien encumbrados en altos mandos políticos y militares.

 


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