Los venezolanos que están acostumbrados a celebrar las elecciones, a sacar cuentas, a discutir los porcentajes, esta vez ni siquiera esperaron a que las señoras del CNE dieran los boletines. Pero en donde sí estaban pendientes de los numeritos era en Miraflores. Porque no hay resultado más elocuente que lo que pasó el domingo.

Ni con todo el soborno del mundo, ni con las más vulgares mentiras y ni siquiera con las más crueles amenazas logró el mandante que el pueblo chavista le hiciera caso. “La mayoría abrumadora de quienes participaron en las elecciones son miembros del PSUV. Es decir, tenemos una asamblea que fue elegida por un sector mínimo de la población y que además pertenece a un solo grupo político, que es un sector minoritario del país”, explicó sabiamente el rector de la Universidad Católica Andrés Bello, José Virtuoso. Aunque es mucho decir que lo que se eligió el domingo fue un nuevo Parlamento. El mundo no lo reconoce, ¿por qué lo vamos a reconocer nosotros que sabemos que los comicios eran una farsa?

Lo que sí puede interpretarse de los resultados del domingo y de las palabras de Virtuoso es que el mandante y sus compinches están solos y que si estaban tratando de disimular que son minoría la pantomima comicial les dio como una bofetada en la cara. Los números verdaderos que están bien resguardados para que nadie los vea lo que quieren decir es que perdieron el capital político que les dejó el comandante muerto. Ya son chavismo sin Chávez y sin chavistas. Es decir, son maduristas a secas. Y eso los debe tener muy pero muy preocupados.

La historia no podrá obviar el hecho de que Hugo Chávez llegó al poder con un gran respaldo popular. Pero tampoco podrá pasar por alto el hecho de que en seis años su sucesor se encargó de acabar con el mito que creó el militar golpista. No queda piedra sobre piedra. La destrucción del chavismo en manos de sus propios herederos solo puede compararse con la destrucción que ellos mismos han hecho del país.

Ya no queda un alma en Venezuela que quiera ser reconocido como militante del partido rojo. Ya no quedan simpatías, ya la revolución es un mal sueño. Ya todo el mundo sabe que esto es una pesadilla y que hay que procurar un pronto despertar.

Chávez debe estar revolviéndose en su tumba. Ese heredero que dejó desde el fondo de su corazón se encargó de enterrarlo por segunda vez.


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