Como no se habían ido del todo, hablar del retorno de las FARC no tiene mayor sentido. Hablemos entonces de un segundo debut, es decir, de lo más parecido a la reaparición en sociedad de las damas y de los caballeros entrados en años que se estiran el pellejo en la soledad, en medio de la mayor calma y con recursos que les permiten el cómodo retoque, para volver por sus fueros al círculo de sus amistades. Puede ser una analogía frívola, pero ahora solo trata de reflejar el retorno difícilmente no esperado del grupo guerrillero más atrevido y temible que ha conmovido a Colombia en las últimas décadas.

Decir que vuelve el que no se ha ido no es otra cosa que faltar a la verdad, porque el anuncio de la despedida, en el caso de las FARC, solo engañó a los incautos. Es decir, a los interlocutores del gobierno de Santos, que creyeron en sus compromisos, y a la buena fe de un pueblo harto de violencia y de depredaciones. De la dificultad de los tratos que buscaban la paz, especialmente de las trabas colocadas por la banda insurgente para llegar a un avenimiento, se podía detectar una evidente renuencia que culminaría en la posibilidad de una vuelta tempranera, como ha sucedido.

Pero también el regreso se relaciona con los valladares puestos por los grupos políticos dirigidos por el ex presidente Uribe Vélez, opuestos a los tratos desde el principio, ganadores de un referéndum que negaba legitimidad a las paces y dispuestos a descalabrar, con el apoyo de amplios sectores de la sociedad, el esfuerzo del anterior gobierno. Nada nuevo bajo el sol colombiano, habituado a los nubarrones oscuros y rojizos durante medio siglo largo que ahora se prolonga en medio de terribles alternativas.

Pero quizá haya algo nuevo de verdad, que apenas se había abocetado durante el último lustro: la evidente connivencia de la dictadura venezolana con los desalmados que han repartido las invitaciones de lo que venden como un estreno. Es bien probable que el estreno se haya cocinado en Miraflores, si advertimos cómo su anunciador, Iván Márquez, ha sido asiduo de palacio  y contertulio de la cúpula roja rojita; y cómo su segundo en el mando, Jesús Santrich, acusado de narcotráfico por el gobierno colombiano, se pasea a sus anchas en los predios de esta ribera del Arauca vibrador sin que las autoridades lo adviertan a pesar de los clamores del vecino.

Riesgosa situación, sea como fuere, por lo que significa para Colombia y por la posibilidad de que el usurpador esté aportando maquillaje para el fatídico segundo debut. Se puede pronosticar, sin temor a exageraciones, un conflicto intenso que cuenta con facilidades que antes se disfrazaban, pero que ahora no tienen necesidad de tapaderas porque la dictadura venezolana ya no tiene nada que ocultar en su afán continuista.

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!