Pista de aterrizaje en el aeropuerto de Higuerote

Siendo 5 de diciembre de 1980, un día como cualquier otro en el aeropuerto de Porlamar, cuatro hombres vestidos de manera informal, después de haber logrado pasar sin contratiempo los controles policiales, abordaron tranquilamente el vuelo de Aeropostal a Maiquetía.

Cada uno de ellos portaba de forma oculta un arma corta, pero actuando de forma natural y sin levantar sospechas se arrellanaron cómodamente en los asientos asignados para el vuelo.

Es conveniente señalar que para esa época no existían en los aeropuertos de Venezuela los equipos de escaneo por rayos X o arcos detectores de metales como en la actualidad, para la debida revisión de los pasajeros o equipaje de mano. El control policial muchas veces no pasaba más allá de pedir la cédula de identidad, el chequeo visual del equipaje de mano o un registro superficial o cacheo que hábilmente podía ser burlado.

El avión utilizado para ese vuelo era el de Aeropostal bautizado “El Venezolano”. Este era un DC 9-50 con siglas YV-33C con número de serial 47782, que partiendo del aeródromo General en Jefe Santiago Mariño de la isla de Margarita tenía plan de vuelo al Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar, al cual debían arribar después de 35 minutos de vuelo.

A la 1:30 pm en punto el vuelo despegó sin contratiempos. Ya en el aire, tomando altura y virando en sentido noroeste, dejaba atrás la imponente y tranquila bahía de Juan Griego, así como las aguas cristalinas y arenas blancas de La Restinga, con rumbo a Maiquetía.

Transcurridos no más de 10 minutos de vuelo, la tripulación apagó la señal de mantener el cinturón de seguridad abrochado y mientras las aeromozas comenzaban a preparar un refrigerio, los hombres armados al mando de Baltasar Ojeda Negretti, alias Comandante Elías, se levantaron de sus asientos y comenzaron a ubicarse en sitios estratégicos, desde donde a la señal prevista procedieron a sacar y esgrimir sus armas señalando que permanecieran sentados, pues habían tomado la aeronave.

Como era de esperarse, esto generó sobresalto y nerviosismo en los pasajeros que, sin posibilidad alguna de escape y algunos de ellos temerosos y asustados, comenzaron a gritar, aumentando el pánico dentro de la cabina.

El Comandante Elías había nacido el 4 de octubre de 1944. Desde joven había mostrado interés por la electrónica, mecánica y la carpintería, adquiriendo destrezas en la Escuela Técnica Industrial Luis Caballero Mejías que está ubicada en Los Chaguaramos, muy cerca de la Universidad Central de Venezuela. Pero a los 21 años ingresa al Frente Guerrillero José Leonardo Chirino, comandado por Douglas Bravo, donde llegó a ser el jefe del denominado Destacamento Sur Elpidio Padovani, que operaba en parte de Lara y Yaracuy, integrado por unos 50 hombres. Esa posición la ocupó por su peculiar forma de combatir, lo intrépido de muchas de sus acciones caracterizadas por un enorme arrojo, todo lo cual le granjeó el respeto y la admiración de los compañeros que estaban bajo su mando. Dirigió la operación más importante realizada por ese núcleo, como fue la toma del puesto del Ejército del Paso de Cabure, en la cual capturaron más de 20 fusiles (FAL), municiones y granadas. Buscaba siempre mantener la ofensiva militar para elevar la moral en alto de sus hombres, convirtiéndose en una de las figuras míticas del movimiento armado de las izquierdas venezolanas surgido a comienzos de los años sesenta.

En el avión, el capitán, al escuchar los alaridos y lamentos, se levantó de su asiento, abrió la puerta de la cabina que lo comunica con el resto de la aeronave para ver qué sucedía a bordo. Sin resistencia alguna, empuñando una pistola Browning 9 milímetros en su mano derecha, el Comandante Elías entró rápidamente a la cabina de mando. En ella se encontraban el capitán de la aeronave, Rafael Silva Nicolau que no pudo salir, y su copiloto, el capitán Gustavo Gilmond Simosa.

Baltasar Ojeda Negretti, el Comandante Elías, con voz de mando le ordenó al capitán Silva Nicolau que pusiera rumbo para aterrizar en Higuerote; faltaban solo unos cinco minutos para llegar al sitio previsto por los secuestradores.

El capitán Silva Nicolau, alegando que era arriesgado pues la pista no reunía las condiciones para poder aterrizar un avión como el DC 9-50, se negaba, y trataba de convencerlo de que lo mejor era ir a Cuba, que tenían combustible suficiente para llegar a ese destino sin aprietos, como había ocurrido con otros casos de secuestros aéreos. Ojeda Negretti le replicó, señalándole que ellos no tenían nada que ver con los cubanos y que debían aterrizar donde les había indicado o simplemente se levantaba del asiento de piloto, que él lo ocuparía.

El Comandante Elías, hombre muy decidido, de escasas palabras, casi monosilábico, terminó rápidamente con la discusión y asiéndolo por su brazo derecho, tajantemente le dijo:

-“Capitán, se me para del asiento, que este avión, si usted no quiere hacerlo, yo lo aterrizo en Higuerote”.

El capitán sabía que el aterrizar en Higuerote era una operación de altísimo riesgo, pues acababan de salir de Porlamar con un total de 104 personas a bordo, 102 pasajeros y 2 tripulantes, full de combustible, lo suficiente como para llegar a Cuba que estaba a unas 1.300 Millas Náuticas, máxima autonomía del DC-9-50. Y con un peso máximo de despegue próximo a los 54.885 kg, debía estar muy cerca del peso máximo de aterrizaje de 49.895 kg y por manual necesitaban un mínimo de distancia de pista de 1.500 metros para el aterrizaje. Higuerote solo tenía 1200 mts de pista. Una completa locura.

Para esa época yo conocía bien el aeropuerto de Higuerote, pues desde el año 1974 lo visitaba con frecuencia para practicar el deporte del paracaidismo y la caída libre, lo cual hacía con otros miembros del Para Club Caracas, entre los que recuerdo a Pedro Luis González, Marco Straziota y Gabriel Toth, todos ya desaparecidos, así como a Max Botto, Rosa María Pennino de Dao, Julieta de González, los hermanos Miguel y Aníbal Dao, Roberto Shurman, Luis Daniel Berrizbeitia, Ángel García, Hermes Rojas, Carmelo Trimarchi y Julio Planchart, por mencionar algunos.

Como todos los pilotos que lo frecuentábamos para la época, sabíamos que ese aeropuerto no contaba con servicios aeronáuticos de rescate, emergencia o bomberos suficientemente equipados para atender un accidente aeronáutico de esa naturaleza.

El aeropuerto tenía una única pista orientada con rumbo 07/250, con unos pocos metros sobre el nivel del mar, rodeado de un canal de agua salobre, que en su parte sur tiene unos 50 m de ancho, un poco de 45 m y con profundidad suficiente como para que todo aquel que no sepa nadar o perdiera el conocimiento en el impacto pudiera ahogarse. Ya habíamos perdido un paracaidista que cayó en él y se ahogó al no poder desprenderse totalmente del equipo.

La pista en uso era normalmente la 07, pues mantenía regularmente un viento de frente proveniente del este y terminaba casi en la playa. De no tocar pista con el avión desde la cabecera de la 25, así como cualquier falla de los reversibles o los frenos, el capitán Silva Nicolau sabía que no habría suficiente distancia para frenar el avión y terminaría en el mar o en el canal derecho si la nave se desviaba para ese lado. Sabía que requeriría de toda su experiencia y conocimiento, así como de su copiloto para hacerlo.

El Comandante Elías tenía alguna experiencia y conocimientos básicos de aviación, pero era muy perspicaz y acucioso. Había conversado mucho sobre la materia con uno de los mejores pilotos de DC 9 de la línea aérea Aeropostal que existían en Venezuela, el capitán Manuel “Pancho” Revenga -hermano de la esposa de su compañero de andanzas Leopoldo Muñoz Otero, alias El Perrote, quien le había comentado que ese era un aeropuerto donde se podría aterrizar un DC 9-50.

Realmente, Ojeda Negretti solo sabía pilotear pequeñas aeronaves de escuela, pues había tomado cursos de pilotaje, durante su estancia en París en el Aeropuerto de Orly, donde acumuló unas horas de vuelo en esos pequeños aviones.

Como la generalidad de los del signo libra, era muy diplomático, muy culto y de aparente indiferencia, tranquilo y cálido, con sentido de la estética, el buen gusto y la belleza, era un lector avezado, con preferencias por la literatura, la poesía, el arte, la historia, la filosofía y la geografía, y por si fuera poco hablaba, además del español, italiano, francés e inglés, por lo que se conectan fácilmente con la gente. Realmente no creemos que el capitán Manuel “Pancho” Revenga le haya hablado del avión a sabiendas de que tramaban un secuestro, pero sí terminó diciéndole algunos factores esenciales para poder aterrizar y manejar la aeronave, las coordenadas y otros aspectos técnicos que, al Comandante Elías comentárselas al capitán Silva Nicolau, le permitió inferir a éste que no estaba tratando con un secuestrador improvisado.

Viendo las circunstancias, la determinación de Ojeda Negretti y la única opción de poder salir vivo, el capitán Silva Nicolau optó por acceder e intentar un preciso aterrizaje.

En el aeropuerto de Higuerote, ya otro comando del mismo grupo integrado por 4 hombres había tomado las instalaciones del aeropuerto y de la torre de control, esperando la llegada del avión.

Durante toda esta operación y despliegue vociferaban ser un Comando Internacional del Caribe, actuando en represalia por los que habían sido señalados de la voladura del avión cubano, pero realmente todo había sido planeado para cometer un simple atraco. El avión traía una remesa de efectivo del Servicio Panamericano de Protección de 7 millones de bolivares que para la época era un poco más de 1,6 millones de dólares.

En el momento del aterrizaje los secuestradores mandaron a cerrar las ventanas y bajar la cabeza a los pasajeros. Magistralmente, el capitán Rafael Silva Nicolau y el copiloto, capitán Gustavo Gilmond Simosa, lograron aterrizar y frenar el avión sin mayores inconvenientes.

Al día siguiente, 6 de diciembre de 1980, a pesar de haberse cubierto los rostros durante el desarrollo de los hechos, los secuestro-atracadores fueron identificados y capturados en el oriente del país.

Siempre hay alguno o varios de los participantes de este tipo de hechos que, embriagados por la euforia y posiblemente algo de alcohol, terminan contando la historia o haciendo gala de dinero a manos llenas en algún burdel o bar de carretera.

El Comandante Elías estuvo preso en la Cárcel Modelo y Yare, hasta el año 1985 cuando lo pusieron en libertad. Después se dedicó a su rol de carpintero y ebanista, en una casa-taller que tenía en Catia La Mar, en el litoral central.

Para lograr despegar el avión de Higuerote, con la máxima seguridad que se podía obtener, los ingenieros y mecánicos de Aeropostal tuvieron que remover todo el peso innecesario, drenar parte del combustible no requerido, quitar todos los asientos, así como todo el equipaje de los pasajeros.

Cuenta una nota jocosa que el humorista Claudio Nazoa y los periodistas Leonardo Padrón y César Miguel Rondón estuvieron en el avión secuestrado. Vaya usted a saber. La pueden leer en: https://reportero24.com/2013/07/22/claudio-nazoa-secuestro-aereo/

@evelezr


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