El periódico Excelsior informa que “del viernes 30 de agosto al domingo 1° de septiembre se cometieron en México un total de 292 homicidios dolosos, lo que lo convirtió en el fin de semana más violento de la historia”. Más allá de los detalles -si se confirma esta cifra el 20 de octubre, cuando se publican los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública- o de lo anecdótico o amarillista, la pregunta que conviene formular se refiere a las causas precisas de este incremento de la violencia. ¿Por qué ahora, por qué así, hasta cuándo?

A diferencia de casi todos los años desde 2007, cada vez que se producían picos en la violencia y en el registro de homicidios dolosos, la razón parecía hallarse en la presión que ejercían las fuerzas armadas sobre el narco, ya sea ellas mismas ejecutando a integrantes del crimen organizado, ya sea los cárteles y grupos matándose entre ellos, hoy no se detecta ningún apretón por el estilo.

Aunque Estados Unidos todavía no presiona abiertamente al gobierno de López Obrador, más bien se tiene la impresión de que la presión de las fuerzas armadas sobre el tráfico de drogas hacia Estados Unidos ha disminuido. Menos decomisos, menos sembradíos destruidos en Guerrero y el Triángulo dorado, menos fotos espectaculares de toneladas de marihuana, cocaína, heroína o fentanilo arrebatadas a los narcos. Por buenas o malas razones, López Obrador, en los hechos, está haciendo en parte lo correcto: dejar pasar la droga a Estados Unidos.

Entonces ¿cuál sería la explicación del incremento continuo y ahora dramático de la violencia? Propongo una, que seguramente será confirmada o desmentida por gente que sabe mucho más de esto que yo. Si normalmente las fuerzas armadas tienen desplegados entre 50.000 y 60.000 efectivos en el combate al crimen organizado en todo el país, los 27.000 puestos al servicio de Estados Unidos para el combate contra los migrantes representan más o menos la mitad.

Si la Guardia Nacional hubiera reclutado por lo menos 27.000 integrantes nuevos en estos meses, y ya estuvieran en campo, la única diferencia residiría en su eficacia: los nuevos reclutas no pueden ser tan eficaces como tropa o Policía Federal experimentada. Pero no existe señal alguna que la GN haya recibido el refuerzo, ya en el terreno, de 27.000 guardias adicionales. Por tanto, todo sugiere que en realidad se desviaron 27.000 efectivos de otras tareas, o de los cuarteles donde se rotaban con los de campo. En otras palabras, para contener la violencia, dar seguridad a la gente y combatir al narco, hoy el gobierno cuenta con la mitad de la fuerza viva de junio o julio.

No resulta extraño, entonces, que la violencia se dispare: la guardia está dedicada a cazar hondureños, tanto en la frontera sur como en la frontera norte. Por eso, tal vez, el fin de semana más violento de la historia. O no: hay en ese caso otras explicaciones que pronto surgirán.

 


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