Está de moda El Salvador, porque está liquidando al crimen organizado, dándonos lecciones de cómo combatir el mal y hacer prevalecer el estado de derecho, con un liderazgo empoderado con visión de propiedad.

El Salvador es pequeño, territorialmente, 21.041km2, pero con una población con un espíritu gigante de ir adelante: 6.486.023.

Para 2021 la inversión extranjera directa (IED) alcanzó US $601.5 millones, un incremento del 24.8% con respecto al 2020.

El presidente Nayib Bukele implementó políticas contra el crimen en favor de la inversión privada y de la sociedad; medidas que ayudaron a reducir drásticamente niveles de violencia en el país y, por tanto, han mejorado el clima de inversión.

Siempre decimos, desde esta columna por la libertad, que no existe posibilidad de países prósperos y sociedades avanzadas sin acceso a la energía abundante, de bajo coste y de flujo permanente; y la energía con fácil acceso se logrará únicamente con alta inversión en el sector.

Veamos cómo va El Salvador en materia de energía:

La política energética se enfoca en diversificación de fuentes de energía para garantizar la seguridad energética del país y reducir dependencia de combustibles fósiles.

El sector de gas y petróleo es pequeño en comparación con otros países de la región, y gran parte de la energía eléctrica se genera a partir de combustibles fósiles importados.

Cuenta con reservas de petróleo y gas natural aun no probadas comercialmente y con producción limitada: produjo aproximadamente 500 (quinientos) barriles de petróleo por día en 2020 (sólo para tener un ejercicio comparativo, guardando distancias, Arabia Saudita produce 10 millones de barriles por día desde diciembre 2021; con datos de Agencia Internacional de Energía).

La producción de gas natural también es limitada y se utiliza principalmente en la generación de electricidad. Necesitan, consecuentemente, para alimentar alguna parte de su mix energético eléctrico de un planta de regasificación LNG (gas natural licuado); aunque hay proyectos para construir al menos una en la costa del Pacífico de El Salvador (próxima a planta generadora eléctrica de Usulután). Ese proyecto podría ser interesante para generación de energía eléctrica (tipo ciclo combinado) y si logra generar, en algún momento del futuro, hasta 1.000 MW megavatios (con base en gas natural importado); para satisfacer el mercado interno y pensar en excedentes para exportar electricidad como valor agregado.

No olvidemos que por muchas décadas más, aunque se impulse a las renovables, el gas natural será un puente de transición entre fósiles y renovables.

Urge que se cambie la matriz de transporte de El Salvador que ahora importa combustibles desde Estados Unidos (85% de las importaciones) y México (gasolina y diésel) por valor de 2,441 millones de dólares (dato de Banco Central de Reserva de El Salvador 2021) creándole un boquete a su economía, boquete que podría ser evitado con medidas estructurales como la planta de LNG para generación eléctrica, el cambio del sistema de transporte de fósiles a eléctricos entre otros.

El país tiene una interesante legislación, Ley de Transición Energética hacia la Sostenibilidad (2020), que cabalmente busca lo que afirmamos: salir de la dependencia de fósiles reducir emisiones, generar industrias e inversiones privadas en renovables, generar trabajos y motivar a un avance de la tecnología. Tienen un muy interesante Plan Nacional de Energía 2020-2030.

Una de las metas medibles de ese plan y esa ley es que a 2050 el 100% del consumo eléctrico del país debe ser de fuente renovable (solar, eólica) y que el sector transporte deberá reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en 50% para el 2030.

Las inversiones en la industria energética únicamente llegarán con seguridad jurídica, cero crimen, incentivos fiscales, cero impuestos y un estado que permita a sus ciudadanos y emprendedores a crear, imagina y a formar empresas para reducir emisiones, para mejorar sistema de transporte y para mejorar de forma permanente el sistema energético.

Como indicamos, en cuanto a la generación de electricidad, el país depende en gran medida de la importación de combustibles fósiles, especialmente. Según datos del Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones de El Salvador, en 2020 el 61% de la electricidad se generó a partir de combustibles fósiles, mientras que el 39% restante se generó a partir de fuentes renovables. El consumo eléctrico fue de aproximadamente 5.773 gigavatios hora (GWh) (con datos para 2020 de Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones de El Salvador PROESA).

Y el mix energético 2020 de El Salvador está compuesto por: a) gas-térmica: 1,573 GWh (45,3%); b) hidroeléctrica: 1.543 GWh (44,5%); c) geotérmica: 354 GWh (10,2%); d) solar: 6.7 GWh (0,2%).

El país ha hecho avances significativos en la implementación de renovables.

Pensando a futuro: El Salvador tiene un gran potencial para la generación de energía solar y eólica. El país cuenta con una radiación solar promedio de 4,5 kWh/m²/día y vientos favorables en algunas zonas.

Si hay las inversiones adecuadas y el impulso estatal se podría esperar que para 2030 la energía solar y eólica representen el 40% de la generación eléctrica.

El rol del Estado es clave: articular, promover y facilitar, y no perjudicar ni poner trabas como en los regímenes socialistas latinoamericanos.

Como ejemplo de transición energética: planta Usulután (de ciclo combinado) inaugurada en el año 2013 y es propiedad de la empresa privada Energía del Pacífico, con capacidad instalada de 355 MW y es capaz de generar energía eléctrica suficiente para abastecer a unos 550.000 hogares. Es considerada una de las plantas más eficientes de América Latina.

El presidente Bukele expresó en varias ocasiones su compromiso con el desarrollo de las renovables. Tengo presente su discurso ante Asamblea General de Naciones Unidas en 2020:  destacó la importancia de la energía renovable para combatir el cambio climático y anunció que su gobierno había iniciado el proceso para convertir a El Salvador en un país 100% renovable para el año 2050.

El Salvador tiene mucho por hacer y ahora es cuando para seguir impulsando su plan de energía, sería importante con: a) un superministerio de Energía a cargo de ayudar en políticas sectoriales que atraigan inversión, que promuevan al país como un centro de generación eléctrica limpia; b) un consejo de inversiones en energía público/privado para hacer de puente de análisis y proyectos de beneficio del país; c) abrir una secretaría centroamericana de integración energética para promover mejores prácticas, regulaciones compartidas, atracción de inversiones y líneas de transmisión eléctrica entre compañías privadas que ayuden a los países de la región.

Felicidades porque El Salvador tiene una nueva imagen y va hacia adelante.


Fuentes:


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