La idea de que se quiten visas, se incauten cuentas y se congelen bienes toca una llaga viva que afecta al “conglomerado criminal mafioso” que domina Venezuela, sus testaferros y familiares, y gira alrededor no de un robo, ni siquiera de un gran robo, sino del robo permanente en escala impensable hasta hace relativamente poco en el mundo.

La iniciativa la planteó recientemente el ex presidente boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, que sin embargo expresó sorpresa de que en Europa tengan “una lentitud pasmosa y casi una actitud cómplice con la aplicación de sanciones a gente que se roba el dinero en Venezuela y lo gastan en todo el mundo”. Ese dinero, afirmó en entrevista con El Nacional, se está yendo a Europa, a Estados Unidos y a países de América Latina.

Pero la lentitud en esa materia, a pesar de “todos los datos que salen y las cifras que se ventilan”, también afecta a Estados Unidos, que no termina de escarbar en lo que parecen intrincados vericuetos de los saqueadores y sus testaferros incluso fronteras adentro. El mismo desaliento parece arropar las promesas reiteradas del gobierno interino de Venezuela en el Grupo de Lima de desenmascarar a los ladrones.

No conviene olvidar, no obstante, que Estados Unidos ha jurado llegar hasta el dinero de Maduro y Cilia Flores, y sabe que los testaferros del régimen lo manejan en paraísos fiscales y comprometen incluso el sistema financiero norteamericano, muy relacionado por cierto con la seguridad de la primera potencia mundial.

“Estamos buscando el dinero de Maduro y Cilia Flores y no vamos a detenernos hasta que lo encontremos”, prometió Marshall Billingslea, secretario adjunto para asuntos relacionados con financiamiento al terrorismo del Departamento del Tesoro, en declaraciones el año pasado al American Enterprise Institute en Washington recogidas por las agencias internacionales de noticias. “No es su dinero, es el dinero que ellos robaron”.

Esfuerzos como la ley Venezuela Emergency Relief, Democracy Assistance and Development Act (Verdad, por sus siglas en inglés), aprobada a finales de 2019 por el Senado de Estados Unidos, requiere nuevos esfuerzos para congelar y recuperar los activos robados al pueblo venezolano por el régimen de Maduro.

Se sabe asimismo que la Unión Europea dirige desde hace algún tiempo pesquisas con el fin de identificar a chavistas que mantienen familiares en el exterior, y es posible que pronto, como parte de una ofensiva diplomática renovada y más eficaz, se conozcan otras medidas. Desde Europa, por ejemplo, se ha propuesto ayudar a los migrantes de la diáspora con el dinero incautado a los testaferros.

Washington desplegó en abril una poderosa fuerza militar cerca de las costas venezolanas para impedir que el Cartel de los Soles y sus socios de las FARC y el ELN continúen inundando de drogas Estados Unidos y Europa. El apoyo de más de 20 naciones a esa medida podría servir para emprender una acción combinada con el fin de encontrar el cabo del ovillo que permita desentrañar la madeja. Y que eso conduzca a los fondos saqueados de Venezuela en las últimas dos décadas.

Lo puso sobre la mesa el fiscal general William Barr el 26 de marzo en el acto de acusación contra Maduro y sus socios en la red que secuestró las instituciones para facilitar la entrada y salida de drogas ilegales: “Mientras el pueblo venezolano sufre, esta conspiración se llena los bolsillos con el dinero de la droga y el producto de su corrupción. Y eso tiene que llegar a su fin”.

El envío reciente de asesores militares antidrogas a Colombia muestra la determinación de Estados Unidos de cortar el flujo de dinero que sostiene al régimen. Washington conoce del “riesgo real” de esa mafia y sus socios del ELN, que operan junto con carteles mexicanos en la zona de contrabando colombiana de Catatumbo en la frontera con Venezuela.

Entretanto, y mientras otros deshojan la margarita del TIAR, surgen voces sensatas como la de Tuto Quiroga que abogan con mucho tino porque se avance también en la empresa decisiva de derribar muros aparentemente impenetrables hasta dejar al descubierto entrañas doradas del robo permanente.


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