La realeza española no es una anacronía, es una institución muy vigente de la democracia española con funciones de Estado que, en su origen moderno, fue colocada para la unidad de España y la de todos sus ciudadanos. El artículo 56 de la Constitución española empieza diciendo: “1. El rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia (…)”. Simplemente, el rey es un símbolo de España, como su bandera o su escudo.

La realeza es una de las estructuras políticas más antiguas y populares de la historia de nuestro mundo. La de España es una de las más longevas, y para los griegos, la más antigua de Occidente. Todo se remonta al siglo XII a. C., cuando los Tartessos, ubicados al sur de la península ibérica, gobernaban con esta fórmula de gobierno. Esto nos dice que el rey no solo existe para mantener la unidad de los ciudadanos, sino que es la representación de lo que fueron y de lo que son; la realeza es la unión entre el pasado, el presente y el futuro de España.

Actualmente, la realeza española se encarga de ejercer la jefatura del Estado, mientras que el presidente se encarga de la jefatura de gobierno. Esto quiere decir que el rey Felipe VI es el encargado de las fuerzas armadas; es el máximo representante de España ante el mundo y tiene potestades acreditadas por ley para el manejo político de las cortes generales y el llamamiento a elecciones.

Las funciones del rey son meros formalismos. Realmente el manejo del país recae en el presidente, en el consejo de ministros y en las cortes generales. La monarquía española debe realizar lo que solicite el poder ejecutivo; el rey no puede realizar tareas sin que el poder ciudadano representado en su presidente y en las cortes generales lo soliciten. Esto quiere decir que realmente el rey no tiene un poder real, pero su imagen como jefe de Estado es lo que pagamos con nuestros impuestos. La casa real tiene un poco menos de 8.000.000 de euros de presupuesto al año, una ínfima parte de lo que trae el rey al año en relaciones comerciales.

Actualmente existen más de 25 casas reales gobernando alrededor del mundo; muchas de esas casas reales son de países de gran importancia económica e histórica para España. El monarca, al ser el máximo representante de España en el extranjero, logra una gran relación entre estos países y trae bienestar económico para sus ciudadanos. El tener la figura de un rey ayuda al manejo de las relaciones internacionales con otras monarquías y, por temas históricos, con los países americanos. No es casualidad que el presidente de gobierno actual no sea recibido en la Casa Blanca, pero el rey Felipe VI sea invitado frecuentemente por el presidente Donald Trump.

Todo esto se trae a la discusión porque actualmente estamos viendo un movimiento antimonárquico desde los partidos de izquierda, que traen al tablero de juego un escenario de una España sin monarca, algo ocurrido en solo dos oportunidades en la historia de la península: una entre 1873 y 1874 y la otra ocurrida entre 1931 y 1975.

En mi opinión, la monarquía como institución es uno de los recursos que hay que proteger, no solo por todo el apoyo comercial que trae para la península, sino que debe ser tan importante como la bandera, el himno o el escudo. Es un símbolo de unidad; es la representación de lo que España fue en el pasado y es la historia viva de lo que son en el presente.

La izquierda quiere pulverizar a la monarquía porque es el último obstáculo para lograr su proyecto político: tener a la cabeza a una persona que sea el jefe del Estado y de gobierno para lograr así convertir a la España de mañana en la Venezuela de hoy, todo el poder para unos pocos.


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