Si hay un tema que reclamará cada vez más atención de la humanidad, apuntaba en el primer artículo de esta corta serie, será, sin duda, el de la relación entre los mundos de la energía y el ambiente. Crece, efectivamente, la conciencia de la necesidad de asegurar, por una parte, la disponibilidad de la energía necesaria para el crecimiento y, simultáneamente, la de preservar el ambiente.

Todas las respuestas en este terreno apuntan a la sostenibilidad, tanto desde la perspectiva de los objetivos -crecimiento y preservación del ambiente- como de los instrumentos para alcanzarlos. Para que los propósitos sean sostenibles, los medios deben también serlo. No basta, en efecto, contar con fuentes de energía si no se resuelven paralelamente los retos de su calidad ambiental, su producción, su distribución, su rentabilidad, su uso eficiente y el control en todas las fases de sus efectos sobre el ambiente. Hacia allá deberían apuntar tanto la innovación, el desarrollo tecnológico y la inversión como las prácticas empresariales y las políticas públicas. Es allí donde se responden las preguntas relativas al volumen y la calidad de la energía, el contenido de la cesta energética ideal y de la posible, el equilibrio entre desarrollo y preservación del ambiente.

Si hay algo que ha cambiado en el mundo de la energía es, precisamente, el peso de las consideraciones ambientales y todo hace pensar que se trata de un proceso que crecerá en el tiempo. La inversión ambiental será cada vez más la primera consideración en cualquier análisis de generación, transporte y disposición de energía. Lo será, incluso, para las consideraciones de costo o precio político, del valor de los liderazgos y de su acción en la geopolítica mundial. Las respuestas en el campo energético dejaron de ser prioritariamente técnicas para convertirse en sociales y en materia de decisiones políticas, de consensos y de compromisos globales. La incorporación del tema energía-ambiente como una unidad ha dado lugar a una diferente visión de la economía y de la política.

La dimensión de la urgencia en los cambios hacia una transición energética más cónsona con la premisa de la preservación ambiental va ciertamente marcada por los datos de la realidad: lo que se tiene, lo que se puede lograr, los tiempos y los medios para conseguirlo. Desde esa posición realista se hace indispensable tratar de entender y resolver las contradicciones entre factores como los tiempos requeridos para una progresiva transición energética, la convivencia de las energías fósiles con otras energías, la maduración de la oferta de nuevas fuentes energéticas, los tiempos convenidos para la descarbonización y la efectiva disponibilidad de energías limpias.

Anotábamos la pertinencia de avivar y actualizar la atención sobre estos temas y de estimular la actividad de centros especializados en el campo energético-ambiental. El IESA, entre nosotros, cuenta con uno de ellos. Nacido originalmente con una visión vinculada particularmente a la energía y a Venezuela, dirige ahora el foco de manera más intensa a los temas energético-ambientales y centra su visión en América Latina. Ese es el propósito del Centro Internacional de Energía y Ambiente recientemente instalado en Panamá con un diálogo virtual sobre el impacto del COP26 en Latinoamérica, encuentro marcado por la autoridad de los ponentes y el vivo interés de numerosos participantes de varios países. Con la atención a temas como transición energética, energías renovables, gestión ambiental, fuentes energéticas, sostenibilidad de los fósiles, institucionalidad del ámbito energético, economía circular, economía y gerencia, economía verde, normativa y finanzas en materia energética, el IESA cumple con el propósito de tratar de entender el panorama energético mundial manteniendo el foco en el impacto regional, con especial énfasis en sus fortalezas y necesidades, prioridades y oportunidades.

El reto energético con dimensión ambiental marcará, sin duda, la orientación de muchos de los cambios de los que seremos testigos y actores a nivel global, regional y nacional.

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