industria petrolera Venezuela

En mi artículo anterior me referí al sentimiento de apatía que se manifiesta en nuestra sociedad con respecto a los asuntos políticos, circunstancia que constituye un serio obstáculo para enfrentar al régimen madurista. A esta seria limitante se añade otra que, en mi criterio, tiene aún más graves consecuencias: la incertidumbre. Esta se observa en cualquier conversación entre venezolanos al percibirse  una gran angustia y resignación que conduce a una delicada pérdida de fe en nuestro destino como nación. No dudo en afirmar que el gran responsable de ese trágico sentimiento es Nicolás Maduro. Su ambición de poder y carencia de sentido de Estado le han impedido buscar alternativas de solución a la grave crisis nacional. Todos los intentos de negociación han fracasado por la exagerada rigidez de sus posiciones que siempre buscan ganar tiempo y distraer a la opinión pública nacional e internacional. Por supuesto, este planteamiento no exonera de responsabilidad a la dirigencia opositora, pero el peso fundamental recae sobre el jefe del Estado. Sin embargo, a pesar de la apatía e incertidumbre social, el gobierno enfrenta serios retos: la crisis política y económica, las sanciones, el colapso de la producción petrolera y el aislamiento internacional.

Es imposible superar la desesperada situación venezolana sin recuperar la democracia y la economía. Estos dos factores se vinculan estrechamente. Sin lograr una solución política que transforme el actual sistema hegemónico de un solo partido en un régimen pluralista que respete la alternancia republicana a través de elecciones democráticas, justas y competitivas, la división de poderes y el Estado de Derecho, con una limitada pero eficiente presencia del Estado, es imposible que se puedan crear las condiciones para que regresen las inversiones nacionales y extranjeras y nuestra economía se recupere exitosamente. En la práctica, el gobierno madurista la ha dolarizado artificialmente. Una medida de ortodoxia neoliberal que le ha permitido superar, con cierto éxito, la escasez de productos de primera necesidad dinamizando, tímidamente, algunos de sus sectores. No obstante, las dificultades existentes para garantizar el abastecimiento de gasolina y diésel han debilitado esa recuperación y mostrado la vinculación de todos los factores que intervienen en la crisis en particular y en cierta medida con las sanciones impuestas por Estados Unidos, la Comunidad Europea y el Grupo de Lima.

En todo caso, cualquier escenario que se analice sobre la compleja situación venezolana debe considerar las sanciones, las cuales se mantendrán mientras Nicolás Maduro no permita la organización de elecciones con todas las garantías que un proceso democrático exige. Ante esa situación es imposible lograr la recuperación económica y superar la tragedia venezolana. Un ejemplo de esta realidad es el problema de la producción de gasolina y diésel. Venezuela, antes de 1998, producía 3,279 millones de barriles diarios de petróleo crudo (MBDP) y la capacidad de refinación de Pdvsa era de 3,096 millones de barriles de petróleo crudo diario.  Actualmente, la producción de petróleo apenas alcanza a 487.000 barriles diarios y su capacidad de refinación apenas sobrepasa ligeramente los 75.000 barriles diarios. En este sentido, no podemos soslayar que el progresivo desmantelamiento de nuestra industria petrolera comenzó a partir de 2002 y las sanciones se impusieron el 2017, por lo cual es imposible que el ofrecimiento planteado por Nicolás Maduro de aumentar la producción a un 1,5 MBPD, en el término de un año, se haga realidad. El marcado grado de abandono e inoperancia de las instalaciones petroleras, aunado a las sanciones, lo impiden totalmente.

La ilegitimidad del gobierno de Nicolás Maduro, agravada por las acusaciones en su contra por violación de derechos humanos, hechos de corrupción y vinculación con organizaciones subversivas, ha conducido a un importante aislamiento internacional. Sesenta países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, la Comunidad Europea y el Grupo de Lima, han desconocido su gobierno y sus relaciones diplomáticas con esos gobiernos son inexistentes o están muy debilitadas. Ante esta circunstancia el régimen madurista ha orientado su política exterior a un acercamiento a la órbita de influencia de  Rusia y China, sin considerar los factores geopolíticos y geoestratégicos que influyen en esas relaciones. Precisamente, ese es uno de los principales factores causantes del deterioro de nuestra economía. Al abandonar nuestros naturales mercados petroleros en Occidente, fundamentalmente en Estados Unidos, nuestro principal cliente, para negociar con otros países en condiciones extremadamente desventajosas para Venezuela, con el absurdo propósito de tomar partido en una rivalidad entre grandes potencias, no se ha logrado otra cosa que el vertiginoso incremento de la impagable deuda externa y la destrucción de nuestra economía.

Creo que el reto que debe asumir la oposición democrática es plantear, ante la opinión pública, el desmontaje de tan absurda situación, para lo cual debe presentarse totalmente unida, diseñar una política integral destinada a revertir la tragedia que vivimos,  presentarla a los venezolanos, con la debida explicación, para demostrar su certeza y factibilidad. Caer en enunciados y propuestas ya trillados, verdaderos espejismos de imposible cumplimiento, no contribuiría sino a incrementar la incertidumbre existente en nuestra sociedad. Todos conocemos las dificultades que comporta el logro de un verdadero cambio político ante el empecinamiento de la camarilla madurista de negar permanentemente toda posibilidad de que esto ocurra, pero esa posibilidad será aún más inalcanzable sin contar con una dirigencia unida, y dispuesta a la lucha, que despierte el  entusiasmo y la esperanza de los venezolanos y la confianza y credibilidad de los numerosos sectores de la comunidad internacional que desean contribuir en el restablecimiento de la democracia en nuestro país, pero que no perciben una suficiente y creíble interlocución en los amplios sectores opositores, con decidida voluntad, disposición y respaldo popular, para hacer realidad el cambio político que tanto requiere Venezuela.

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