El Nacional
Foto: Archivo

Como persona y como ciudadano me llenó de ira, decepción y asco cívico el grotesco espectáculo dado por el chavismo al invadir y ocupar ilegalmente las instalaciones del diario El Nacional. Al mejor estilo totalitario, utilizando hombres uniformados,armados y  con una cuestionable y risible marcialidad, el régimen mostró su talante antidemocrático.

La urgencia de los tiempos actuales, la incapacidad y negligencia para enfrentar los problemas y los incesantes y crecientes reclamos  de la ciudadanía por la solución real de los mismos, han llevado al régimen a despojarse de la cínica careta con que ha actuado durante tantos años y mostrar su verdadero rostro: un régimen de fuerza violador de la constitución, las leyes y las instituciones. La destrucción sistemática de  instituciones, liderazgos individuales, espacios políticos de los opositores, propiedad privada, libertad de expresión y principios constitucionales, así lo demuestran fehacientemente. En realidad este tipo de acciones constituyen una declaratoria unilateral de guerra contra la Venezuela honesta, principista y democrática.

Para ello, el régimen ha convertido a la otrora digna y no beligerante FANB en un partido político armado que actúa, con el beneplácito y complicidad de muchos de sus integrantes, no como el garante de la soberanía y la institucionalidad del país, sino como una fuerza de ocupación para acorralar, amedrentar y reprimir a una población que se resiste valientemente a aceptar dócilmente las aberrantes imposiciones del régimen. Vemos como la capacidad disuasiva de la FANB es utilizada perversamente por Maduro y la camarilla de la cúpula castrense, para  inhibir al pensamiento opositor y para amenazar peligrosamente a una población pacífica y desarmada que quiere vivir en paz. La FANB fue una institución al servicio de todos los venezolanos y es triste e irritante verla sometida a los desvaríos mesiánicos de un dictador enfermo y enloquecido.

Alevosamente, el ególatra Maduro cierra los espacios para la convivencia y el diálogo entre todos los connacionales que tienen intereses y visiones divergentes y orientaciones político-ideológicas diferentes, pero envueltos en un conflicto de cuya positiva resolución dependen el destino y el futuro de la Nación. La insistencia de conducir al país mediante la aplicación de una paralela institucionalidad antidemocrática, excluyente, violatoria de las leyes existentes y contraria a nuestra idiosincrasia, indefectiblemente nos conducirá por los peligrosos y abruptos caminos de la confrontación y el odio fratricidas. Creemos en el diálogo. Sin él no hay convivencia ni interlocución posibles. Confrontamos serias dificultades de diverso orden que crecen en el tiempo por la imprevisión e ineficiencia gubernamentales y cuyos perniciosos efectos hacen inviables las perspectivas futuras del país. Es por eso que luchamos tozudamente por la preservación de la Venezuela que se nos va aceleradamente. Demandamos más unidad y visión y menos ambición de poder, para intentar rescatar lo que ha sido aviesamente destrozado

 


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