Para comprender la magnitud y complejidad del desafío que tiene por delante María Corina Machado (MCM), de cara a las elecciones presidenciales, es necesario que veamos en retrospectiva y con criterio analítico, algunos hechos que -juntos a los que hoy transcurren y otros que estarían por ocurrir- forman parte importante del bagaje político que ella debe disponer para su estrategia.

Del pasado reciente, anterior a la participación y definición de su candidatura en las primarias, podemos destacar el preámbulo, que a manera de cortejo, caracterizó a los gobiernos del presidente Biden y el régimen del madurochavismo, resumido en la iniciativa (no correspondida en aquel  entonces) del gobierno demócrata de Estados Unidos, de: levantarle las sanciones a Carlos Erick Malpica, extesorero de nuestra nación y familiar de la primera dama; el indulto y entrega de los narcosobrinos a la pareja presidencial; así como la defenestración del “presidente interino” con su mantra incluido y el alivio parcial y prorrogable de sanciones desde noviembre de 2022.

Todos estos hechos ocurrieron en unas circunstancias en las que la oposición, delegación de Barbados mediante, no vislumbraba otra opción que no fuese la de un candidato surgido del seno de los partidos allí representados. MCM no estaba en la película. Para Biden, por la repercusión de estos hechos en su confrontación electoral de este año y en el ámbito energético de su país, era necesario que se definiera un candidato cualquiera de esa oposición, que legitimara unas elecciones presidenciales justas y libres, fuese cual fuese su resultado, a sabiendas de que Maduro con el levantamiento de sanciones podía repetir frente al candidato de ese sector “opositor” y por tanto dejaba de ser un presidente ilegítimo.

Luego de ese preámbulo, con MCM ya candidata abrumadora de toda la oposición, al participar en las primarias para sorpresa de propios y extraños, cambió el panorama y dejó sin opción a cualquier otro candidato de esa oposición, por lo que no quedó de otra para Estados Unidos que mantener su apoyo a unas elecciones justas y libres, condicionadas a la habilitación de MCM; y ponderar -de mejor manera- su postura con el régimen proponiendo a cambio una suspensión de sanciones que también tuviese de por medio la liberación de sus nacionales y de algunos venezolanos, rehenes políticos del régimen.

Al día de hoy, en apariencia, esa propuesta de Estados Unidos tenía como fecha límite el ya vencido 15/12/23 y por ello el régimen acordó para entonces que el asunto se tratase judicialmente, para muchos unas “Horcas Caudinas”. Nunca estuvo en sus cálculos que MCM lo haría. De manera sorpresiva ella acudió a la instancia judicial, para demostrar en forma irrebatible que jamás ha estado inhabilitada por 15 años, que se trató de una causa armada truculentamente a través del mismo procedimiento anterior que en forma insólita había quedado “stand by”, decidida por un funcionario de la Contraloría.

En paralelo, se dieron dos acontecimientos: la consulta “vinculante” del Esequibo y la liberación de Saab. El primero, fue un gran aguaje que solo ha procurado el rescate del discurso en las clases populares que les fueron afectas al madurochavismo, pero que ahora ajenas le dieron una gran legitimidad a MCM en las primarias. De hecho, el desempeño envalentonado de Maduro resultó ser el propio “parto de los montes” (Esopo, dixit). Pero el aguaje sigue. El segundo, que si lleva agua al molino del régimen, es la inesperada liberación y entrega de Saab. Cabe decir, que esta decisión pudo darse en mejores términos, como lo lo sostiene Diego Arria. Bien por los liberados, pero es una ignominia que aún queden como meras fichas de cambio muchos presos políticos, varios bajo tortura, esperando su liberación.

En lo inmediato, toda nuestra atención está volcada a la decisión del TSJ, que tiene también sus aristas. En una sana administración de justicia, si la hubiere, lo procedente es que se corresponda la verdad jurídica con la verdad verdadera.  En este caso, basta una mera lectura del reclamo que surge de la necesidad que ella tiene de acudir a la vía judicial para que se le reconozca un derecho y evitar un daño injusto personal con el amparo cautelar, para percatarse de que todo ha sido un mamotreto “goebbeliano” que le han querido imponer como narrativa al colectivo. Insólito que la casta política, sedicente opositora, no se haya manifestado con esta argumentación para salirle al paso a este régimen. Es una mala señal en la que se supone nuestra acera.

Son muchos los escenarios que se pueden presentar una vez decidido el amparo. En cualquier caso, todo dependerá del juego limpio de propios y extraños, así como de las tratativas del régimen y de Estados Unidos. El juego macabro de congelar la decisión judicial para sacarle provecho a los del norte y luego decidir el asunto en forma contraria a derecho, burlando su compromiso, está latente. La reciente andanada que con sumo cinismo han orquestado, para implosionar los acuerdos, impone el rechazo todos los venezolanos, especialmente de los que integran la Plataforma Unitaria que deben fijar posición y responder con firmeza y contundencia. El régimen juega al desgaste. Hay que salirle al paso.

@vabolivar


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