A los pocos días de tomar el régimen la audaz determinación de levantarse de la mesa de negociación que se llevaba a cabo en Barbados, desata una serie de ataques en contra de la oposición; esto fue lo que comentó Juan Guaidó. Estos ataques o amenazas a la Asamblea Nacional y a sus parlamentarios podrían ser un bumerán, transformarse en una acción suicida para un gobierno acorralado que desesperado se apresura de un lado a otro sin conseguir la puerta de salida.  Este desafortunado escenario se complicará aún más; esta tragedia del régimen se recrudecerá, se hará más contundente. Su calvario se agrava luego del informe de la alta comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet.  De seguida, el decreto del presidente Donald Trump para avanzar con el bloqueo económico a Venezuela.

Precisamente, a partir de allí el régimen comienza a ahogarse en las aguas de la isla anfitriona. Este hecho viene a confirmar, además de otras cuestiones, que tanto el presidente (e) Juan Guaidó, como el resto de partidos políticos que lo apoyan, tomaron el camino correcto y la estrategia adecuada al aceptar participar en esa mesa de diálogo o negociación promovida por Noruega, incluso de viajar a Barbados a sabiendas de que la contraparte no lo haría.

Ahora, el régimen entra en el incómodo lugar, en un punto de honor forzoso que los presentará debilitados si retornaran a ese generoso lugar de la América insular. El caso es que cualquier gesto de su parte para asentar sus posaderas en la mesa de Barbados será tomado por la oposición como una señal de debilidad evidente. En este tipo de negociaciones hay una tendencia generalizada a extremar cualquier determinación por intrascendente que parezca ante los ojos de particulares.

Estados Unidos emitió nuevas sanciones, como decía más arriba, contra el gobierno de Venezuela, pero en esta ocasión mucho más drásticas: “Todas las propiedades e intereses, propiedad del gobierno de Venezuela que estén en Estados Unidos, que de aquí en adelante ingresen a Estados Unidos, o que están o que de aquí en adelante pasen a la posesión o control de cualquier persona estadounidense, quedan bloqueados…

Es evidente, entonces, que el gobierno estadounidense retoma el látigo después de cerca de un mes de un silencio excesivamente prudente y ordena bloquear cualquier tipo de negociación, luego de que ya habían anunciado que Nicolás Maduro tendría que abandonar Miraflores antes de ir a unas elecciones presidenciales.  Remachando que el tiempo se estaba agotando y las puertas se estaban cerrando para el presidente usurpador.

De modo, que el gobierno de Trump tomará partido en el futuro de Venezuela y esto lo compromete a hacerse presente si la oposición democrática es maltratada por los verdugos policiales y militares de Maduro. El gobierno del norte se introduce directamente en el conflicto venezolano diferenciándose del Grupo de Lima y del resto de países europeos que se ubican en una línea más conservadora, más dispuestos en la búsqueda de una salida electoral.

Asimismo, se cierran los escasos movimientos que le permitirían a los negociadores del presidente (e) Juan Guaidó la posibilidad de pactar, por ejemplo, que Maduro permanezca en la Presidencia mientras se agilizaran las gestiones para que en corto tiempo se realicen las elecciones presidenciales.

Para concluir, los únicos responsables de lo que acontezca de aquí en adelante serán aquellos que se levantaron de la mesa y arreciaron el ataque en contra de 85% de la población, que sufre las incapacidades y atropellos de un gobierno usurpador.  El régimen no tiene la fuerza necesaria para terminar con la Asamblea Nacional de un solo tirón, pero tratará de hacerlo poco a poco, con cuentagotas…

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