Joachim Fest

“La necesidad de magnificarse, de animarse, es característica de todos los ilegítimos».

 Joachim  Fest

Recordar y compilar el horror para alertar a las generaciones futuras, sobre la crueldad y el atropello que sobre el ser humano puede causar cualquier extravío en el manejo del poder  fue el legado del periodista e historiador alemán Joachim Fest quien  en su obra Yo no. El rechazo del nazismo cómo actitud moral nos presenta una microhistoria dentro de la historia, un ejercicio de cómo un individuo en sus esferas individuales y en el seno de su familia puede apreciar la andanada de atropellos que significó el triunfo del nazismo sobre una sociedad adelantada y cuna del pensamiento filosófico como Alemania, junto con Victor Klemperer que recopiló los giros de la lengua del III. Reich y construyó un diccionario para decodificar el odio como razón de Estado. Fest describe cómo la iracundia, la sórdida rabia y la irracionalidad del mal pueden combatirse desde la altura de la moral y la ética, asumiendo una postura kantiana de no formar parte del horror, de no  tributar a la ira con más ira.

Ich Nicht”, en español “Yo no”, es un comando imperativo desde la moral para condenar la incompatibilidad del nazismo con la historia, es una genuina advertencia de la incapacidad de emplear al odio como herramienta para la resolución de los problemas sociales, Fest hace sus memorias inscritas en las páginas más sórdidas y oscuras de la historia de Alemania, una época que causa vergüenza al mundo, pues las elites culturales, académicas, artísticas y las capas sociales fueron seducidas por el más abyecto de los personajes de la historia: Adolf Hitler, un cano austriaco incompetente, pero dotado de carisma y de una locura moral que lo catapultó hasta los corazones de una sociedad hipnotizada que fue cómplice silente y pasivo de los horrores cometidos.

Joachim Fest es la representación de la serenidad y la racionalidad del pensamiento apolíneo de la psique alemana, una contraparte a la mitología de los nibelungos, la contraparte de la postura dionisiaca de ese síndrome de Goethe, que se genera al abjurar la racionalidad y la luz del entendimiento y aproximarse irreparablemente al abismo, esa búsqueda por la iluminación desde la verdad es la lección o moraleja que deja Goethe a sus connaturales, lamentablemente el extravío con Hitler demuestra la forma en la que le dieron la espalda a estas advertencias.

Fest fue testigo de excepción de los mustios años del nacional socialismo hijo de un profesor de secundaria, aristócrata y militante defensor de la República de Weimar, un experimento germano de ejercicio republicano, que no pudo desarrollarse por los ataques violentos de la izquierda hostil y luego estalinista, y por las agresiones de todas las formas de la derecha, lo cual supuso el ocaso de esa democracia liberal.

Sobre los escombros de Weimar, Adolf Hitler logró incursionar en la historia por las vías democráticas, mostrando las falencias de la elección popular como mecanismo que garantice la estabilidad, suponiendo una inmensa frustración para el padre de Joachim Fest, “Herr Fest”, la frustración del progenitor de Joachim estribaba en la evidencia de que se acudía a un naufragio colectivo, a un despeñadero de la sociedad, en la cual se despreciaba a una democracia necesitada por todos pero querida por nadie, es decir, la ausencia de pulso democrático en la sociedad que aspira a tener libertad, una antinomia semejante a no tener signos vitales y gozar de vigor corporal y de funciones activas.

Este distanciamiento con la democracia, que pretendía mantener indenme a las formas republicanas, fue auspiciado por figuras tan notables como Thomas Mann, quien en su postura apolítica auspicio ese naufragio colectivo, su obra bien escrita hizo más daño que el propio Hitler, pues propició el distanciamiento de los alemanes a la república de Weimar, confiriéndole un propósito cada vez más atomizado y leve a las democracias liberales que agonizaban en Europa, para darle paso a los horrores del nazismo y del fascismo, el carisma exacerbado adormece a la razón y crea el espejismo de la irracionalidad permitida.

De Fest vale la pena presentar esta cita textual: “Todavía hoy uno se pregunta ¿cómo pudo enloquecer un viejo pueblo civilizado como el alemán?, ¿cómo los dirigentes del nazismo pudieron pisotear todas las garantías constitucionales sin que hubiera la más mínima resistencia? ¿Cómo fue posible tanta arbitrariedad en un país amante del orden?”. Las inquietudes del buen Joachim Fest permanecen indemnes frente a los atropellos que en este tecnológico, líquido y relativo siglo XXI, se realizan en contra de la libertad.

Quizás quiera detenerme en la manera que encontraron los Fest, como familia, para soportar estos feroces tiempos del III. Reich; Herr Fest, expoliado de la educación por negarse a la alineación ideológica, no se dejó amilanar por este atropello y en respuesta traslado su cátedra a su casa en donde su familia recibiría lecciones de moral, de política arquitectónica, amante de la buena literatura de la ética y la estética, de una forma casi helénica, logró insuflar en sus hijos los diques de contención para que la argamasa informe del nazismo no encontrase hendidura para colonizar sus mentes; de preceptos goethianos sobre la razón y enemigo de las formas viscerales, el padre de Joachim Fest le heredó el patrimonio intelectual y moral para recopilar este tratado casi kantiano de la negación a formar parte del horror, fueron la firme y férrea creencia en el patrimonio espiritual lo que influenció en buena parte el legado de Yo no.

Yo no, es una de las más lúcidas crónicas que se han escrito sobre los feroces tiempos de ascenso y gobierno del nacionalsocialismo junto a los diarios de Klemperer,  en su obra Fest describe el estado de ánimo de las personas que llevaron a Hitler hasta la Cancillería, los cuales no se pueden definir como antisemitas ignaros, sino que fueron motivados por intereses revanchistas posteriores a los acuerdos de Versalles y por una pulsión imperial que supuso un estado comatoso de la racionalidad, para advertir los riesgos que corría la sociedad alemana al entregarle todos los haberes y libertades a un tirano de la marca de Hitler, el cabo de Bohemia o “Böhmischer Gefreiter” como de manera displicente lo llamaba Hindenburg, mediocre pero locuaz, supo despertar los atavismos militaristas, caudillistas y barbáricos dormidos en la psique alemana, pero que una vez puestos en marcha fueron imposibles de contener hasta el derrumbe o el hundimiento, hasta el “Untergang” como lo llamó Fest, o el “Götterdämmerung” al mejor estilo wagneriano.

Esa situación de imposibilidad de contener los atavismos, trocados en demonios imparables que demuelen las más elementales formas institucionales, son propias de sociedades atrasadas o con propensiones autoritarias como China, Camboya y en grado preocupante en la frenética Venezuela de Maduro, así pues cada vez que un líder carismático exalta el inconsciente colectivo aparece la confianza desesperada por el espejismo de la irracionalidad, así queda demostrado en el proceso de entrega o transferencia que el pueblo alemán hizo a ese jinete austriaco sobre un corcel oscuro que se constituía en el horror para toda Alemania y el orbe entero. Como sociedades hemos hecho potables que situaciones como estas se repita en borrosos países de la lejana Asía, la violenta África, el inestable Medio Oriente y alguna pequeña y rica nación latinoamericana, pero que los extravíos y atropellos a la dignidad del III. Reich se hayan desarrollado en Alemania cuna del pensamiento y patria de la filosofía, nos pone en aprietos a quienes hemos edificado nuestra formación leyendo desde Goethe hasta Kant, a quienes hemos cultivado el espíritu con Haydn o los lieder de Schubert y Wolf, es un oxímoron muy complejo de resolver ni siquiera con el concurso de los más notables exponentes del espiritualismo alemán desde Thomas Mann a Günther Grass, desde Benn a Jaspers, así como como Habermas, Crista Wolf y el mismo Joachim Fest.

Haciendo de nuevo una apelación textual a la obra de Fest, a esa su autobiografía, su relato inscrito en el relato del horror que junto con los diarios de Klemperer son una advertencia sobre los excesos de la maldad humana, hecha relativa o nimia y a la cual se le adiciona por falencias en el Bildung o por considerar que la escala de Spinoza es letra muerta, resulta oportuno exponer lo presenciado por Fest, a través del tamiz moral recibido y heredado por su padre, el valiente profesor Fest, sobre los desmanes y extravíos de la Alemania nazi: “Lo que yo viví fue el desmoronamiento… Demasiadas fuerzas sociales colaboraron en la destrucción de ese mundo, la derecha así como la izquierda, el arte la literatura los movimientos juveniles y otros más. Hitler no hizo sino recoger los restos que quedaron”. Esta inquietud de Fest debe servirnos de algo en la frenética Venezuela del nihilismo perfecto de Maduro, de sus cooperantes y sus dobleces morales; tiene y debe ser útil hasta para empacarla junto a la derrota en esa valija que deja cada vez más de ser un cálculo lejano y se aproxima a nuestra única salida.

La destrucción del mundo burgués es el objetivo terminal de todo proyecto de totalitarismo. No se persigue el mejoramiento de las condiciones generales de toda la población sino la abolición, el expolio o la escisión de la única clase social que puede denunciar y oponerse a la entrega ciega de las libertades. Es mucho más fácil para la barbarie destruir lo que se conoce que construir las bases para un supuesto mundo mejor, lleno de crueldades, nihilismos, extravíos morales y maldad.

La propuesta central de Yo no, desde el cenit del nazismo hasta su Untergang, subyace en la racionalidad de un autor apolíneo como Fest, racional y que considera que la moral es el interés supremo, a menudo Fest nos puede parecer distante, alejado, seco, Yo no, es un relato de la indigencia y de la austeridad, su estética es especialmente plausible en la simplificación de las emociones, sin restarle la cualidad de conmover, llama especialmente la atención el relato de la dolorosa perdida del hermano mayor en el frente oriental, este hecho nefasto es descrito sin caer en aggiornamento barroco, pero si descrito con extrema simplicidad racional de alguien que considera en el ethos y la moral su pivote de acción, no se acude al phatos, para emocionar, desde el punto de vista estrictamente literario, Joachim Fest, es absolutamente apolíneo desconfía tanto de la emocionalidad que termina sacrificando la parte viva de la experiencia humana.

Yo no es impecable desde el punto de vista moral, a diferencia de su contemporáneo y contraparte ideológico el izquierdista Günter Grass, autor de la obra Pelando la cebolla, quien se decantaba por un estilo barroco una prosa virulenta, torrencial y visceral, todo confluye en un vórtex, Grass al final de su vida reconoció que a los dieciséis años fue militante del horroroso partido Nazi y miembro activo de la Wehrmacht, Fest dueño de su relato y envuelto en su autoridad moral, le reclamaría en vida, que lo más censurable de haber sido nazi a los 16 años, no era el simple hecho de dejarse seducir por el mal, sino lo más inaceptable era haber negado tal extravío por sesenta largos años, siendo uno de los más implacables críticos de la derecha alemana desde la tribuna intelectual del socialismo. Las asimetrías y desencuentros entre ambos terminarían de manera inesperada y puntual, cuando ambos autores dejaran para el final de sus vidas sus relatos personales, en 2006 son publicadas ambas biografías: Fest tuvo tiempo para leer el relato de su compatriota  y adversario Grass, conocemos la opinión de Fest sobre Pelando la cebolla, esa opinión está marcada en el propio título de la obra de Fest Yo no, nunca supimos la opinión de Günther Grass, sobre Yo no, la respuesta estriba en la arrogancia del socialismo para reconocer sus errores, por el contrario, sienten alevosa fruición por sus atropellos a la dignidad, pues están justificados en los mismos objetivos del nacionalsocialismo, abjurar a la burguesía, para destruir la posibilidad de encontrar un posible relato contrario que desnude la incapacidad manifiesta por producir bienestar social a la población. El magna opus reside en el sometimiento y el envilecimiento del espíritu.

Yo no es para los venezolanos más que un libro, por cierto poco conocido, es un manifiesto que hace usable, tangible e instrumentalmente válido el ejercicio de las virtudes y el sagrado derecho de decir NO, de negarnos a formar parte, excluirnos no por necios sino por advertir los extravíos que supone la pérdida de significación del consecuente o apódosis de nuestros actos, condicionados por la prótasis que se subordina a nuestras acciones. Rechazar moralmente al chavismo es un acto de reivindicación con el humano y trascendental derecho de ser dueños de nuestro relato, de asumir la vida como un ejercicio moral, la ética enseñada por Herr Fest, es una lección de esperanza con propósito, mucho más válida que cualquier postura de simulacro asumida por quienes pretenden enseñar ética y filosofar con el alma sucia, con el lenguaje de las fauces del lobo, o haciendo lo contrario a la propuesta de Fest, que es sencillamente básico asumir el “Yo sí”, aceptar venderse, quemar los bejeles y traicionar traicionándose por intereses crematísticos barnizados por una falsa moralidad de utilería.

En Venezuela, al igual que en la Alemania de Fest y Klemperer, necesitamos el concurso de compiladores válidos, de hablantes con talente democrático y de dueños de sus relatos, Fest recibió de su padre el bagaje de conocimientos que ahora mismos en la Venezuela frenética de Maduro, parecen cosa muerta, de la improvisada cátedra expoliada de la secundaria y del sistema de adoctrinamiento nacionalsocialista, Fest recibió la formación en virtudes ciudadanas, para entender y aprender el sentido o faz agonal de la política y su ulterior concepto arquitectónico que busca el bienestar, esa fue la herencia de Herr Fest.

Ese vestigio de las virtudes cartesianas casi helénicas, lamentablemente existe cada vez con menor pulso en la Venezuela totalitaria de Maduro, no hay logos políticos, no existe racionalidad, por el contrario, un gravoso interés crematístico, se expande en los corrillos de los mentideros de la política nacional, fétidos lúgubres y apropiados para la estabilidad del relato de la falsa normalidad.

Yo no es un grito desesperado de dignidad frente la insoportable levedad en la cual las elites políticas, académicas y culturales deciden no hacerle oposición a una maquinaria que atropella la dignidad ciudadana, esta incapacidad de hacer frente es la denuncia de Joachim Fest, en esos sus mustios años empero, el gran bálsamo o aliciente es la atípica y conmovedora resistencia al régimen nazi de una familia católica alemana desde la convicción clara de la moral enseñada por el padre o jefe de la familia, quien resistió los embates y perdidas de privilegios, así como la precariedad por resistirse a las presiones por unirse al nazismo y a las estructuras de su régimen. Fest demuestra cómo es posible enfrentarse al agobiante acoso ideológico del régimen desde la humildad, la firmeza de principios, la cohesión familiar y la dignidad.

Finalmente, de las vivencias personales de Fest, inscritas en el horror general, es rescatable y mucho el título de su autobiografía: Yo no, para comenzar por rechazar moralmente cualquier ejercicio de poder que desconozca la dignidad humana y empleé la irascibilidad como política de gobierno. La lección de Fest reside en formar para, desde y con la dignidad y la decencia, formar más que solamente en principios técnicos con la suficiente Bildung que permitan no poner al servicio de la maldad y de inconfesables fines los talentos y haberes aprendidos.

No formar parte, asumir la moral como objetivo de vida y significar lingüísticamente bien los horrores y atropellos, a los fines de abjurarlos, es el propósito de esta columna de hoy que junto a otra publicada en este prestigioso diario constituirían el cierre de dos formidables autores que sobrevivieron al holocausto nazi, a la guerra y al criminal aparato de la represión para advertir de la necesidad de contar con una lengua limpia de atavismos totalitarios esa la contribución al examen de Klemperer y cerrar este ciclo sobre el daño antropológico, con la obra de Joachim Fest Yo no.

«Y, tal como él había querido, ninguno de nosotros había olvidado jamás la máxima que, recordaba, nos había legado. De hecho, la excelente máxima latina ‘Incluso si todos los demás lo hacen, ¡yo no!’ pertenecía a toda vida verdaderamente libre”.

                     Joachim Fest            


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!