Mertxe Aizpurua, diputada y portavoz de EH Bildu

Uno de los momentos más brillantes de Feijóo, en el debate de la desafortunadamente fallida investidura, fue su respuesta a la negativa de Bildu a concederle sus votos. Tras concretar las tan elementales como razonables condiciones que exigiría para tener en cuenta la opinión de este grupo parlamentario, dijo entre otras cosas: “Los votos de Bildu se los dejo al Sr. Sánchez, yo no los quiero (…) Bildu es el único partido en España al que habría que hacerle «un cordón sanitario»”. Además, subrayó la existencia de una clara diferencia entre Bildu y los independentistas gallegos y catalanes: “No hay nadie como Uds. en ningún Parlamento Autonómico”.

En su sentida y titubeante réplica, Mertxe Aizpurua aseveró, entre otras cosas, que la ciudadanía vasca nunca votaría al Partido Popular (ni a Vox, por supuesto), porque el PP no entiende al “pueblo vasco” y lo considera una “sociedad enferma”. Permítanme plasmar en esta Tribuna algunas de las reflexiones y recuerdos que afloraron apresuradamente a mi memoria acompañados de un indescriptible sentimiento de pesadumbre, dolor e indignación.

La banda terrorista ETA surgió como consecuencia de la llamada “Estrategia comunista en Occidente”, que alimentó cualquier motivo, allí donde los hubiera, para promover el enfrentamiento y la división, en su genuina expresión: la “lucha de clases”. Para lograrlo se infiltraron en las instituciones donde más podían influir en cada lugar. En mi tierra vasca se utilizó la Iglesia vasca, incluidos los Seminarios, donde el desarrollo de la llamada “Teología de la Liberación”, en el contexto del nacionalismo étnico, hizo verdaderos estragos. En aquel entonces, los etarras se definían como “marxistas-leninistas”. Durante los cuarenta años del franquismo fue abierta la oposición del régimen a las actividades de la banda, que en un inicio consistieron en poco más que chiquilladas hasta el primer asesinato del policía Melitón Manzanas (agosto de 1968) y la culminación de sus hazañas con el asesinato de Carrero Blanco (diciembre de 1973), presidente del Gobierno de la España de Franco. Durante estos años previos a la Transición Democrática del 78, ETA perpetró sólo 5% de sus 850 asesinatos. Estos fueron severamente castigados, aunque únicamente se consumaron las penas de muerte del “Proceso de Burgos I”: Franco y el comunismo eran dos realidades intrínsecamente incompatibles.

Pero llegó la Transición a la Democracia (esa “falsa Transición” en expresión de la portavoz de Bildu) que concedió una Amnistía general en beneficio de todos, incluidos los etarras, aunque sólo algunos supieron corresponder acatando las reglas de un Estado de Derecho. Entre ellos estaban los condenados en el Proceso de Burgos II, Mario Onaindía y Teo Uriarte, luego entrañables amigos. En Papeles de Ermua se incluyen las entrevistas firmadas por ICdeC, que es quien les escribe: https://forolibertadyalternativa.es/wp-content/uploads/2021/02/papeles-04.pdf y https://forolibertadyalternativa.es/wp-content/uploads/2021/02/papeles-02.pdf

De poco sirvió el ejemplar establecimiento de la Democracia con la Constitución de 1978 en la que el nacionalismo vasco, representado por el PNV de hoy y de siempre, entonces liderado por Arzallus, que tras conseguir todas sus exigencias se abstuvo, para luego sostener demagógicamente que el PNV no había votado la Constitución del 78.

En Democracia, los partidos de ETA entraron en todas las instituciones, incluido el Congreso de los Diputados, pero como sus argumentos no eran convincentes ETA impulsó los asesinatos (nada menos que el 95% del total). En síntesis, como no lograba convencer, ETA quiso vencer matando, mutilando y extorsionando.

Otro elemento reseñable en la construcción de “ese pueblo vasco” al que se refiere Bildu son los asesinatos “teledirigidos”. ETA asesinó a todos los políticos que podrían representar a la mayoría de los ciudadanos vascos y pongo solo dos ejemplos: Goyo Ordoñez, en la recta final para ser alcalde de San Sebastián (PP), y Fernando Buesa (PSE), vice-Lehendakari. Por cierto, el pasado 8 de octubre, la tumba de Buesa fue profanada con pintadas de heces y pintura: ésta es la “pacificación” que se adjudican los dos últimos presidentes del PSOE.

Cuando Mertxe Aizpurua se refiere al “pueblo vasco”, ¿incluye también a los centenares de asesinados, a los más de 6.000 heridos y mutilados, a las decenas de secuestrados con las secuelas correspondientes, a los 250.000 ciudadanos que tuvieron que abandonar su tierra por la actividad de ETA o por la criba excluyente y omnipresente del PNV? ¿A los que habiendo quebrado sus empresas por huelgas intermitentes (días alternos) convocadas por el sindicato etarra LAB eran insultados por las calles al grito de ladrón? ¿Incluye la Sra. Aizpurua a los que trasladaron sus empresas a las provincias limítrofes (Navarra, La Rioja, Cantabria, incluso Burgos)? Finalmente, ¿incluye a los que perdieron sus referentes políticos y también mediáticos (estoy pensando ahora en JL López de Lacalle, miembro fundador del Foro Ermua, periodista de El Mundo)? inconclusa retahíla de preguntas.

Quedan en el tintero otros elementos relevantes, utilizados en la estrategia del nacionalismo vasco, en este caso elementos compartidos por el nacionalismo catalán, que serán objeto de otra Tribuna.

La sociedad vasca no se ha pacificado, digan lo que digan los indignos presidentes del PSOE, Zapatero y Sánchez, máximos artífices del blanqueo de la ETA victoriosa con Bildu. Lo expresa con precisión Carlos García, querido amigo y aguerrido concejal del PP en Mondragón: “Ahora no nos matan, pero no nos dejan vivir”.


Inma Castilla de Cortázar Larrea.Catedrática de Fisiología Médica y Metabolismo. Ex presidente del Foro Ermua, actualmente vicepresidente del Foro Libertad y Alternativa (L&A).

Artículo publicado en el diario La Razón de España

 


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