El presupuesto de la nación es una herramienta importantísima en la gran mayoría de los países. En su presentación, el gobierno le muestra al país lo que está esperando en el tema económico, como ha planificado distribuir los recursos y se nutre de la discusión que se lleve a cabo. Es una forma de rendir cuentas, es también una manera de respetar las instituciones. Lamentablemente en Venezuela, hace ya un buen tiempo, todo lo que tiene que ver con el presupuesto (su presentación, discusión, rendición de cuentas) ha perdido importancia. El gobierno se ha encargado de no mostrar cifras, no hacer presentaciones ni explicarle al país sobre los recursos, gastos, etc.

Hace unos días, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez (quien además es la ministra de Economía y Finanzas), realizó la presentación oficial de los proyectos de ley de presupuesto y endeudamiento público. Tristemente la noticia no fue lo que presentó, sino lo que no presentó. Fue muy poca la información que suministró, apenas la cifra total del presupuesto, que era de 62.379 millones de bolívares y las obligaciones de endeudamiento que estarían por el orden de 5.662 millones de bolívares. Luego confesó que esa cifra no representaba la totalidad de las obligaciones de la República. ¿Y las premisas del presupuesto? ¿Qué espera el gobierno en materia inflacionaria?, ¿en el comportamiento del PIB?, ¿de la tasa de cambio? ¿Cuánto crudo vamos a producir? ¿Cuánto es lo presupuestado para salud? ¿Educación? ¿Seguridad? Esta presentación era una excelente oportunidad para mostrar una cara diferente, una que respeta las instituciones, que busca informar y al mismo tiempo aprovechar la coyuntura de una mejora en las perspectivas económicas.

Por otra parte, la señora Rodríguez hizo hincapié en que “si Venezuela dolariza su sistema financiero, nuestra República estaría cometiendo su peor error histórico”. Seguidamente, comentó “que la idea es lograr una mayor utilización del bolívar que se pretende concretar sobre una reforma a la Ley de las Grandes Transacciones Financieras”, afirmando que “el bolívar es y seguirá siendo el bastión de nuestra soberanía monetaria”.

Claramente, Venezuela es una pésima candidata para ir a un proceso formal de dolarización, pero independientemente de eso, ya los venezolanos han decidido, luego de cuatro años en hiperinflación, que se sienten más cómodos y seguros transando en una moneda distinta al bolívar. La dolarización que hoy vive el país, luce como un proceso irreversible e intentar revertirla en este momento, sería un inmenso error por parte del gobierno. Esa dolarización (llámela como usted quiera llamarla: desordenada, de facto, transaccional, etc.) ha dinamizado la economía venezolana, le ha permitido contar con medios de pagos dinámicos, además de servir de ancla a los precios y ha ayudado a la planificación. En vez de buscar satanizar el uso de las divisas, el gobierno debería revisar el caso peruano, con una economía que crece, con baja inflación, donde en los medios de pago funcionan tanto la moneda nacional como el dólar estadounidense. Eso le genera confianza a la población, además de bienestar.

Ojalá que, en nuestro futuro cercano, podamos conocer todo lo referente al presupuesto, que cualquier persona pueda tener acceso a él y contribuya a su discusión. Sin instituciones fuertes, independientes, no clientelares, es que se construye un mejor país.


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