¿Cuán interesados están los venezolanos en rescatar su sistema educativo? Son muchos, sin duda, pero tal vez no todos estén dispuestos a tomar medidas para la prosecución de esa labor. La realidad en Venezuela es que la educación está en terapia intensiva, tal vez en todos sus niveles. Atenderla es un proceso que tomará años, y que pasará fundamentalmente por manos del sector privado. No hay posibilidad de tener un sistema de excelencia mientras siga bajo monopolio estatal.

Contrario a lo que se cree, no por construir cientos de liceos y colegios se está ya promoviendo una educación de calidad. De eso se ufanan mucho los gobiernos adecos y copeyanos, pero no en vano fueron los hijos de ese sistema educativo quienes llevaron a Chávez al poder. De nada sirven mil aulas si no hay un modelo diseñado para generar capacidades en los niños y los jóvenes, con instructores de ardua preparación y buena remuneración.

La oferta educativa en el país se ha limitado a directrices burocráticas del Ministerio de Educación, sin haberse podido librar del fantasma de Luis Beltrán Prieto Figueroa y su ‘Estado docente’. No se ha querido tomar en cuenta el abanico de posibilidades que significaría abrir la competencia al sector privado. La verdad es que a muchos empresarios les interesaría invertir en educación, porque saben que es la mejor manera de tener personal calificado.

No hace mucho que la organización Un estado de Derecho promovió un excelente curso en Petare, enfocado en la libertad educativa. Una loable labor llevada a cabo por el profesor Antonio Canova, que ha decidido no esperar más para comenzar a plantear la recuperación de la educación. ¿Cuántos más en el país dedican tiempo y esfuerzo a esa tarea? El profesor Canova quiso pasar a la acción para promover una verdad evidente: que un modelo exitoso pasa por quitar el monopolio al Estado.

¿Qué pasaría si los colegios y escuelas tuvieran total libertad académica para diseñar sus planes y programas, y así competir con otras instituciones? ¿O si comenzaran a llegar las inversiones para crear y reformar cientos de unidades educativas, y focalizarlas en áreas particulares del saber, desde la música hasta la ciencia? Pues saldrían beneficiados los niños y jóvenes, pero también los padres, que son los principales interesados en dar una buena formación a sus descendientes.

Los que creen que pierden son los políticos, quienes quedan entonces sin posibilidades de levantarescuelas con las cuales “vender” su pobre “gestión educativa”. Tal vez por esto sean ellos mismos los principales interesados en mantener las prerrogativas a la educación estatal, cooptando ventajas comparativas al sector privado.

La espontaneidad de la acción humana ha demostrado ser más eficiente que cualquier burocracia centralizada. Las soluciones privadas a los problemas públicos son cada vez más frecuentes en países desarrollados, y ese es un axioma que se debe comenzar a aplicar en Venezuela, incluso más allá del tema puramente educativo.

¿Significa esto que el Estado no tiene un rol que jugar en un área tan importante? Para nada. El Estado puede promover el desarrollo de áreas estratégicas, como ha ocurrido en Corea del Sur con el desarrollo de la tecnología, o en países nórdicos con la promoción de la música. Pero lo fundamental pasa por garantizar condiciones para que cada familia decida que oferta educativa tomar. Si no lo sabe ese núcleo cerrado, que es la base de la sociedad, mucho menos el Estado.

El mito que se deriva de ello es que la educación se haría impagable para muchos ciudadanos, pero la verdad es que el Estado puede seguir subsidiando la demanda y ya no la oferta. Es decir, si bajo esa premisa de “garantizar educación sin costo” se mantiene todo un aparato de miles de escuelas y liceos, entonces que se le de ese mismo dinero a las familias. Así ellas podrán inscribirse en el colegio que mejor llene sus expectativas y que más cumpla la necesidad tenida. Ese sistema de vauchers del que hablaba Milton Friedman es por cierto mucho más rentable para los ciudadanos.

Solo con la participación de los particulares, los empresarios y los mismos profesores es que podrá resurgir el sistema educativo venezolano, pero no para emular al de los años setenta y ochenta. El siglo XXI demanda nuevas capacidades que requieren de un sistema educativo en constante innovación. Y el menos capacitado hoy para sostener ese ritmo en Venezuela es el propio Estado.

@anderson2_0

 


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