Última columna del año, y son muchas las interrogantes que quedan pendientes. El año 2020 se despide, y esperemos que se lleve consigo todo el ambiente convulsionado que lo caracterizó, especialmente en relación con todo lo derivado del coronavirus.

Para el año 2021 se tienen diversas expectativas en el ámbito económico, aunque siendo honestos, muchos lo perciben como una continuidad de 2020, sobre todo por el tema de la pandemia. Curiosamente, en el caso venezolano, no son pocos los analistas que estiman que, cuando menos, 2021 pudiera representar el “piso del fondo” en cuanto a la debacle económica del país. Irónicamente, hay quienes prevén que luego de ocho años continuos de decrecimiento del PIB, de cuatro años continuos de hiperinflación, aparentemente los indicadores de 2021 para la nación caribeña no serían tan malos, o menos malos de lo que inicialmente se pudiera prever.

Las voces son variadas. En una nota preparada para la cadena CNN se afirma que de a poco y silenciosamente “Venezuela está saliendo del socialismo”. En una entrevista para la BBC, Alberto Vollmer, presidente de Ron Santa Teresa, una de las empresas de mayor tradición en el sector licorero nacional, afirma que en lo sucesivo la economía en Venezuela estará guiada por un sentido de pragmatismo, ante la imposibilidad de haber encontrado una solución a la crisis política que caracteriza a la nación desde hace al menos dos décadas.

Pudiera argumentarse que estos medios y voceros se encuentran alineados con una narrativa que no confronta al gobierno venezolano, y que por ello se desprende el tono conciliador e incluso positivo frente al destino del país. Lo cierto del caso, al menos en nuestra opinión, es que ciertamente –tal como hemos venido sosteniendo en distintos espacios– Venezuela se encuentra viviendo un proceso de transformación económica, poco ortodoxo sin duda, pero un proceso que probablemente caracterizará al país en los próximos años.

Hay quienes insisten en que lo que vive Venezuela se reduce a una burbuja en el este de Caracas y Lechería, a dos o tres torres y restaurantes construidos en Las Mercedes. Respetuosamente, discrepamos de este criterio. En nuestra opinión, el proceso de transformación en la economía venezolana recién ahora comienza, y es mucho más complejo que la visión efectista y limitada que algunos le quieren endosar. El chavismo, luego de décadas de control, se vio forzado a cambiar su rumbo económico a los fines de conservar su poder político. Y eso que hoy se ve en los edificios de Las Mercedes se está replicando en lo más profundo del país, incluyendo el otorgamiento –arbitrario– de distintos espacios en los que se desarrolla la actividad económica, desde agropecuarias, complejos hoteleros y muy posiblemente la antigua joya de la corona: la actividad petrolera.

En este contexto, se señala que estas actividades siguen siendo un privilegio para personas cercanas al gobierno, mientras que la inmensa mayoría de la población sigue ampliamente empobrecida. Este último punto es indiscutible, puesto que el gran flagelo que atormenta a Venezuela tiene que ver con la pobreza y la miseria generada por el socialismo. Ahora bien, si Venezuela, efectivamente, se enrumba a su propia versión de “un país, dos sistemas” caribeña, y continúa con el recetario económico de países como China o Vietnam, a la larga dicha población debiera reducir su marco de pobreza, a juzgar por la experiencia empírica de los casos citados. En este contexto pudiera preverse que un sector de la población, una vez comience a recibir los “beneficios” del sistema mixto, prescinda en buena parte de sus reclamos, especialmente los atinentes a la calidad de vida, ingresos y dinámica del día a día.

El gran detalle, que difícilmente puede pasarse por alto, estriba en que ese crecimiento económico no vendrá acompañado de la idea de un país libre. Venezuela difícilmente vaya hacia un sistema democrático y apegado a Derecho en los próximos años. La gran paradoja de todo ello es que esta ha sido precisamente la gran lucha de las últimas décadas de la oposición venezolana y buena parte de su ciudadanía. Esto también se traduce en un debate de fondo, que puede resultar disruptivo en ciertos círculos: hasta qué punto es necesaria la denominada democracia liberal como prerrequisito para garantizar crecimiento económico y superación de la pobreza. El tema da para una larga discusión.

A nuestro entender, el año 2021 continuará con la tendencia de 2020 en cuanto a este proceso de reformas, salvo que –inesperadamente– el ala ortodoxa del gobierno vuelva a tomar el control de las cosas. Manejado el tema de la pandemia, el gobierno encontrará irónicamente en el mercado a un gran aliado, y los venezolanos una suerte de aliviadero ante tanta devastación. Esta es la realidad que probablemente viviremos y lo peor que podemos hacer es enfrentarla en estado de negación. Consejo amistoso: no crean que se trata simplemente de una burbuja aislada. Lo que está sucediendo tiene raíces mucho más profundas y complejas.

Unas últimas líneas para desearle una muy feliz Navidad a mis lectores y un año 2021 más funcional y, en la medida de lo posible, con mayor libertad.


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