La dictadura se las ha arreglado para mover sus intereses a través de los caminos verdes. En la medida en que el gobierno de Estados Unidos estrecha el cerco económico del usurpador a través de la aplicación de sanciones cada vez más severas, sus agentes han encontrado vericuetos para salir relativamente airosos. La anchura del universo les ha permitido el encuentro de salvavidas, o el ingenio de los malhechores ha hecho el trabajo de aliviar las penurias gracias a subterfugios y complicidades que les permiten sobrevivir.

Pero no han logrado una solución adecuada, una connivencia capaz de mantenerse a través del tiempo. ¿Por qué? Debido a que las sanciones no solo les incumben a ellos, sino a las instituciones, a las corporaciones y a los individuos que les prestan colaboración mientras sacan ganancias por una asistencia que no debe ser barata. La cercanía del apestoso internacional también los conduce a las salas de tratamiento intensivo del hospital de las finanzas mundiales, o a lugares cercanos a la morgue. El aprieto del cliente oficial venezolano no es individual, sino colectivo y sin fronteras, para que no solo se derrumbe el castillo de naipes de la dictadura sino también las fortalezas de diversos lugares que pretenden apuntalarlo.

De allí el portazo que le han propinado los financistas turcos a un marchante que les había resultado provechoso, pero que ahora, después de las disposiciones estadounidenses, es el malquerido de turno. Según las agencias internacionales, Ziraat Bank, una de las corporaciones financieras más importantes de Turquía, ha cesado sus compromisos con el Banco Central de Venezuela, que era uno de sus clientes más asiduos y generosos. No ha le ha dado explicaciones al cliente, sino que ha cesado su relación sin ponerse a ofrecer detalles. La ha dado con la puerta en las narices a un vínculo que era importante para su caja registradora y que ponía en movimiento a un numeroso y diligente equipo encargado de facilitar divisas y de ocuparse de la importación de productos hacia Venezuela.

En este caso las explicaciones que se han echado en falta en realidad no se precisaban, debido a que comunicarlas significaría manifestar que el Ziraat Bank temblaba ante las presiones de un factor poderoso ante el cual no caben las protestas, ni siquiera las pataletas; y decirle al usurpador y a sus agentes que preferían hacer dinero sin los recursos que salían del trópico por la puerta trasera. Por lo que atañe a quienes leemos las noticias desde nuestra computadora, se está ante el testimonio de cómo la comunidad internacional no da pasos baldíos en su ataque a la usurpación, de cómo cuando ronca el tigre no hay burro con reumatismo.


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