El populismo ha salido de las academias, convirtiéndose en “callejero”. En “la politiquería” deambula de un lado a otro, sin tenerse seguridad en qué consiste. Da la impresión de que se trata de algo para conquistar el voto de las clases populares. Y así se maneja tanto desde el gobierno, como de la oposición. Las consecuencias, obviamente, nada buenas.

Se oye que las últimas décadas se han caracterizado por “plataformas capaces de operar como los humanos y hasta con la posibilidad de superarnos”. Da la impresión de que no se sabe “qué” depende de “quién”, si lo natural o artificial. Pero de lo que no puede dudarse es lo de “la complementariedad”, bondadosa “in extremis”. Dios quiera que no se conviertan en banderas del “populismo”.

“El desarrollo humano”, por supuesto, en medio del debate, pues se trata de “los esfuerzos para generar mecanismos eficaces, en aras de la satisfacción de nuestras necesidades y derechos y cumplir los deberes que nos incumben”. La periodista Alejandra Martins de la BBC News Mundo entrevistó en noviembre de 2010 al premio Nobel de Economía Amartya Sen, quien cuestionó el “Índice de Desarrollo Económico de las Naciones Unidas” por no reflejar la realidad. Al economista se le destaca como “el propulsor” de que la pobreza y la falta de oportunidades económicas constituyen obstáculos en el ejercicio de libertades fundamentales. Desarrollo, para Sen, equivale a “expandir la libertad”. De allí “el compromiso de preocuparnos por la humanidad en su conjunto. “Tarea inmensa”, que debemos afrontar.

El planteamiento del Nobel, como el de otros analistas, es alcanzar “un bienestar colectivo” para el mayor número de personas.  Asimismo, que “la democracia” constituye una de las “formas de gobierno” para alcanzar esa meta, pero que viene desde hace ya algún tiempo, hoy, por demás, bastante largo, arrastrando sus falencias.

En lo concerniente a América Latina se argumenta que las democracias deben hacer frente a tres desafíos: 1. Articular nuevas formas de participación política para contrarrestar la crisis de representación, 2. Fortalecer la independencia de los poderes, su control mutuo y las instancias de rendición de cuentas y 3. Acrecentar el poder político real del Estado, modernizando sus organizaciones y proveyéndolas de recursos humanos eficaces. Asimismo, el diseño y la ejecución de políticas públicas enérgicas en la fiscalidad, la exclusión social y la seguridad pública. Para la OEA, autora del estudio, los temas no están siendo suficientemente atendidos. Una acotación definitiva ha de atribuirse al expresidente de Ecuador Oswaldo Hurtado, para quien “el problema fundamental es la ausencia de ciudadanía”. Y acertadamente agrega: “En la región el imperio de la Constitución y de la ley, la división del poder, la independencia de la justicia, el pluralismo político, las elecciones libres, la transparencia de los gobiernos y el respeto irrestricto de los derechos, libertades y garantías constitucionales, no están en la mente de los ciudadanos”. (Interamerican Institute for Democracy. Mayo, 2021).

¿Es esa deficiencia la que ha generado formas alternas de gobierno y entre ellas el populismo y sus variables? Sin duda una pregunta legítima, pero la respuesta es desencantante, pues las alternativas han devenido, con muy contadas excepciones, en “engañosas”. Especies de “elefantes blancos”.  Y a pesar de habérseles cuestionado, suelen perdurar ante la pereza y zanganería de otras alternativas, las cuales terminan tipificadas como imposibles. Popularmente, las políticas populistas “tienen más vidas que un gato”. Suele preguntarse, tal vez, ante el asombro de acudir siempre a lo negativo, 1. ¿Qué es realmente el populismo?, 2. ¿Quiénes son los líderes populistas? Y 3. ¿Cuál es la relación entre populismo y democracia? En la contestación a la segunda interrogante, Juan Domingo Perón, H. Ross Perot, Jean-Marie le Pen y Silvio Berlusconi. Y en las féminas, Eva Perón, Pauline Hanson y Sarah Palin. Se adicionan, asimismo, a Donald Trump y Hugo Chávez, el primero “populista de derecha”, lo que equivale a pensar que los hay, también, de “izquierda”, como, presuntamente, el último.

Afirmar que “el populismo y sus variables”, por cierto, más de una, afecta negativamente el desarrollo de los pueblos, pareciera una necesidad incuestionable. Extendiendo algunos conceptos, cabría, tal vez, preguntarse si el gobernante populista suele hurgar en lo que Enmanuel Carrére califica “lo que pudo ser y no fue”, a pesar de que “lo último era mejor”. En el entorno no puede olvidarse que las inexactitudes de la democracia están, también, salpicadas por la “utopía”, en determinadas circunstancias “un proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso para la comunidad, que es muy improbable que suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable”.  Para el académico francés, “aquello que no está en ningún lugar”. También, pudieran calificárseles como realidades alternativas ficticias, en las cuales los hechos se han desarrollado de diferente forma a como los conocemos, esto es, bajo “la ucronía”, que Carrére califica como “aquello que no está en ningún tiempo”. Asimismo, no es de descartar que el análisis del populismo y sus símiles, así como a la misma democracia, revelan una mixtura no solo de “utopía y ucronía”, sino de algo mucho más negativo, “la viveza, la picardía y una vocación desmesurada al ejercicio del poder”. Y que no conviene olvidar entre los populistas las ansias por llenar entidades financieras y de otra índole con dinero derivado del erario y sus variables, pues el bolsillo no tiene capacidad para tanto.

Ha de tenerse presente en el contexto, que es “iure et de iure” la presunción de que no hay “populista, que no se beneficie financieramente del ejercicio del gobierno. La diferencia, la marca únicamente, la prudencia entre unos y otros.

El lector tiene la palabra.

@LuisBGuerra


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