No hay mayor peligro que subestimar a tu enemigo. Lao Tzu

La pasada semana, Joe Biden, el viejito con problemas cognitivos, como es descrito por algunos trumpistas dentro y fuera de Estados Unidos, obtuvo dos resonantes triunfos geopolíticos que el mundo libre agradece: hizo retroceder al tumultuoso populismo conservador que amenazaba a la democracia más funcional del mundo, un triunfo electoral de la administración Biden que no se conocía desde la presidencia del carismático John Kennedy. La misma semana, con el soporte de Estados Unidos, Ucrania obligó a las fuerzas armadas invasoras de Rusia a retirarse de Jersón, un enclave estratégico de la guerra que Putin había prometido sería ruso para siempre. Según algunos analistas rusos es el mayor desastre desde la caída del imperio soviético.

Como sabemos, toda elección tiene consecuencias. En las primeras de cambio hemos visto que la magia populista de Trump se ha ido desvaneciendo con el impacto de los escrutinios. Muchos líderes republicanos que no se atrevieron a contradecirlo antes han encontrado ahora el coraje para cuestionarlo. Como las elecciones son un juego suma cero, las desgracias de Trump han sido las ganancias de otros, en especial de Ron DeSantis, el actual gobernador de Florida. DeSantis ha venido apostando al colapso de ese populismo alborotado de Donald Trump, caracterizado por abundante audacia y unos miligramos de estrategia.

Por razones difíciles de entender Trump persiste en subestimar a Biden y lo repite con DeSantis. Los inesperados resultados electorales republicanos atribuidos en gran parte a Trump y la clamorosa reelección de Ron DeSantis en Florida han elevado su potencial de  derrotar a Trump. El expresidente ha acusado el golpe y a horas de cerrar las votaciones, en un impromptus infantil o pandillero, según vea, amenazó a DeSantis que si se lanzaba a disputarle la candidatura proporcionaría a los medios información no muy halagadora que solamente conoce su esposa. 

Un político avezado no habría advertido a su rival acerca de su enorme desesperación, pero así es Donald Trump, un intemperante sin remedio. De la noche a la mañana su poder e influencia política han disminuido y hoy por hoy luce mucho más vulnerable si se le agregan sus enredos legales con la justicia. Si DeSantis derrota a Trump en las primarias republicanas, todo el elaborado esquema de protegerse con la candidatura presidencial para dificultar que se le formulen cargos criminales se habrán disipado. El desespero del expresidente es, pues, explicable. Para Trump no es solo la candidatura la que está en juego, es un proceso penal, el riesgo de perder gran parte de su fortuna y la incertidumbre de una condena.

¿Y quién es él?

El gobernador Ron DeSantis es como Trump, un político populista y conservador, pero hasta allí llegan los parecidos. DeSantis es inmensamente más peligroso que Trump. Es mucho más inteligente y mejor formado que Trump y cuenta con un superior arsenal populista administrado con una habilidad incomparable. El Partido Demócrata deberá enfrentar a un rival de peso no solo muy superior a Trump sino con una desarrollada capacidad para comunicarse a ese segmento crucial de ignorantes que plaga las filas conservadoras del Partido Republicano y cuyo porcentaje es significativo en la lista de electores de Estados Unidos.

La extremista posición conservadora de DeSantis combinada con su sagacidad manipuladora se refleja en un video/propaganda de los últimos días de su campaña destinada a la población de labriegos e inmigrantes, mayoritariamente devotos cristianos. En el video de marras se escucha a un narrador con voz solemne contando lo que parece ser la continuación de una historia bíblica de la creación en la que Dios trabajó durante seis días y luego descansó en el séptimo. El narrador del anuncio comienza diciendo que en el octavo día Dios, observando su propia obra, decidió que necesitaba un «protector», «un luchador», dice el narrador mientras Ron DeSantis aparece en el video con la mirada puesta en el infinito. Entonces la voz de «Dios» advierte: «Necesito a alguien dispuesto a levantarse antes del amanecer, a despedirse de su familia y viajar miles de millas sin otra razón que servir a la gente, salvar sus empleos, sus medios de vida, su libertad, su felicidad». «Dios -continúa la voz- necesita a alguien que tome las flechas, se mantenga firme ante los ataques implacables, mire a una madre a los ojos y le diga que su hijo estará en la escuela, que puede mantener su trabajo, ir a la iglesia, cenar con amigos y tomar la mano del padre anciano que expira el aliento por última vez».

Al día siguiente la esposa de DeSantis, Casey, compartió el video en Twitter y agregó este texto: Te amo, Ron. En nombre de millones de personas, nunca dejes de luchar por la libertad. La respuesta de los labriegos e inmigrantes de Florida no se hizo esperar, DeSantis gana con un margen de 20% sobre su rival demócrata. Cualquier desinformado que lea esta manera de abordar la política podría pensar que DeSantis fue un seminarista o hijo de un pastor presbiteriano o de un reverendo evangélico que creció en una de esas aldeas del sur profundo. No, criado en una familia católica, en la populosa ciudad de Jacksonville, su pasado no fue tan simple, pero ha hecho de DeSantis la amenaza más seria que deberán los demócratas confrontar en 2024. Especialmente si damos por descontado que antes hará añicos los sueños oníricos de Donald Trump.

Ron Desantis inició su carrera política en 2012, cuando fue elegido por primera vez como congresista. Durante todo su tiempo en el Congreso fue un aliado del entonces presidente Donald Trump y criticó duramente y con frecuencia la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.

DeSantis nació el 14 de septiembre de 1978, hijo de Karen y Ronald Daniel DeSantis. De descendencia italiana, todos sus abuelos nacieron en Italia. Durante su carrera militar, DeSantis fue galardonado con la Medalla de Estrella de Bronce, la Medalla de Méritos de la Marina y del Cuerpo de Marines, la Medalla de Servicio de la Guerra Global contra el Terrorismo y la Medalla de la Campaña de Irak. Es graduado con honores de la Universidad de Yale e igualmente con honores de la Universidad de Harvard.

DeSantis ha sido un persistente crítico de las políticas de inmigración de Obama y del servicio social que protege a millones de trabajadores e inmigrantes; se opuso a la Ley Acción Diferida que evitaba la expulsión de niños que llegaron durante su infancia a Estados Unidos de padres ilegales. Igualmente se opuso a la ley que perimitia reunir a los padres de inmigrantes nacionalizados.

DeSantis se ha opuesto a las «ciudades santuario» que protegen a los inmigrantes y copatrocinó la Ley de Mínimos Obligatorios que enmendaba la Ley de Inmigración y Nacionalidad para aumentar sanciones a los inmigrantes. El pasado mes de septiembre volvió a ser noticia después de enviar dos aviones que transportaban inmigrantes indocumentados a Martha’s Vineyard, Massachusetts, un estado de mayoría demócrata que se precia de proteger inmigrantes. DeSantis ha sido parte de un creciente esfuerzo republicano para transportar inmigrantes que llegan a ciudades dominadas por demócratas que protegen a inmigrantes. Algunos han visto estas tácticas como inhumanas y humillantes por ser utilizados políticamente por republicanos. En estos grupos transportados compulsivamente se encontraban numerosos venezolanos. Muchos conservadores aplaudieron la medida.

Debemos destacar que estas radicales posiciones de DeSantis en nada han afectado el apoyo que recibe de millones de inmigrantes o descendientes de inmigrantes quienes ha sido aturdidos por la ‘fe religiosa de DeSantis’ y en cada oportunidad le reiteran su apoyo.

Es parte de un problema que, como hemos dicho otras veces, refleja la realidad de un segmento ignorante que manipulado hábilmente lo hacen votar en contra de sus propios intereses, una experticia que DeSantis ha llevado a niveles nunca antes vistos en Estados  Unidos que resuena parecido al fascismo italiano de Mussolini, seguramente aprendido o heredado  de estratos o raíces familiares.

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