Por Eduardo Caballero*

¿Cuántas veces ha escuchado usted que una imagen vale más que mil palabras? Este adagio popular nos recuerda la importancia de los impactos digitales que están modelando los hábitos y las conductas de nuestra población joven.

Los iberoamericanos somos personas con fuerte inclinación al consumo audiovisual. Datos del Rosco del Consumo Audiovisual de la firma consultora Barlovento Comunicaciones, indican que, en España durante el año 2021, las audiencias están teniendo un consumo promedio diario de 352 minutos en sus distintas expresiones, como son la televisión, los contenidos en medios como Netflix o YouTube, o los videojuegos. Tales actividades las hacemos a través de celulares inteligentes, tabletas, computadoras y monitores de televisión. Algunos países latinoamericanos registran consumos todavía superiores. El Consejo Nacional de Televisión –CNTV- de Chile indica que en ese país el consumo televisivo del pasado año 2020 alcanzó una cifra histórica, con 6 horas y 22 minutos promedio al día por persona.

Por otro lado, una investigación de la Consultora Estratégica Neuromedia (2019) es todavía más agresiva. En ella Saray García, representante de esta firma, indica que en el mundo hiperconectado recibimos un impacto publicitario cada 10 segundos. Eso significa 6.000 impactos publicitarios diarios.

En el lenguaje audiovisual, el componente emotivo va por delante del racional. No estamos preparados para analizar el efecto que nos produce una noticia, un drama o hasta una película infantil. Los percibimos sin protección, y en la enorme mayoría de veces sin percatarnos de la intención de quienes los elaboran.

El impacto de estos mensajes en los seres humanos ha sido tema de estudio por ramas de la ciencia como la neurociencia, la neurocomunicación y el neuromarketing. Esta última rama analiza la toma inconsciente de decisiones estimulando la atención, la memoria y la percepción. Ha sido un conocimiento importante para la industria publicitaria.

Pero no solo la publicidad ha entendido la importancia de la influencia mediática. También lo han hecho políticos y gobiernos para el control de las masas. El mundo recuerda al jerarca propagandista nazi, Joseph Goebbels, quien fuera ministro para la Ilustración Pública y propaganda del Tercer Reich. Este siniestro personaje buscó el control político de la población de tres maneras: Primero, controlando el contenido de los mensajes que se emitian a través de los medios. Segundo, motivando la producción cinematográfica para fines de propaganda política nazi. Y por último, incentivando la producción de más de 1 millón de aparatos radiofónicos, de manera que la población alemana recibiera los mensajes que este régimen pretendía implantar.

Recetas parecidas han sido ejecutadas por caudillos políticos de nuestra región en búsqueda de su supervivencia política. Ellos han entendido el poder de los mensajes de los medios para fines políticos, sociales y económicos. De hecho, a Napoleón Bonaparte se le atribuye la sentencia: “Los hombres son más fácilmente gobernados a través de sus vicios que a través de sus virtudes”. Los medios y las redes sociales establecen su red de dominación a través de contenidos plenos de sexo, de violencia o de control político. Este tipo de contenido son “tiros al piso” que cautivan masas. Los emisores de contenido acudirán a ellos cada vez que necesiten acumular rating, visionado o cualquier otro término que indique favoritismo de su audiencia.

Es muy difícil la lucha quijotesca contra este tipo de sitios. Es necesaria una integración de opiniones que ayude a contener la mayoría de estos contenidos, pero sobre todo es necesaria la formación mediática de nuestros hijos. Esta integración involucra, a las familias, a las instituciones educativas y finalmente a los Estados. Ante ello, asumimos que:

  1. Las familias son responsables de sembrar valores mediáticos. La necesidad de la intervención de los padres en el proceso educativo es algo que no es necesario discutir. Aspectos como la comunicación sincera, los controles parentales, las políticas de uso familiar, las edades para permitir cada tecnología, o la información permanente son necesidades perentorias para que el hogar sea la primera y más efectiva vacuna mediática que proteja a nuestros hijos.
  2. Las instituciones educativas son el eje central de la educación mediática y digital. Los docentes deben ser formados para entender a sus nuevas audiencias educativas, sus características atencionales y sus gustos. Esto es una manera para poder conectarse efectivamente con sus alumnos. Asimismo, los educadores deben poder reconocer la influencia de los medios en la conducta de sus educandos, y adquirir competencias mediáticas para formarlos en temas como el discernimiento audiovisual y la alfabetización mediática.
  3. Cada Estado de la región latinoamericana debe formular políticas públicas para incentivar la educación mediática. El objetivo de este tipo de educación es lograr que nuestros jóvenes se conviertan en consumidores responsables del contenido digital que devoran diariamente. Este objetivo ha sido soportado por organismos supranacionales como el Parlamento europeo, que desde el año 2009 definieron no solo el objetivo y alcance de la educomunicación, sino que instaron a los países miembros a incorporar la formación mediática en los pensa de estudio de cada país europeo.

Recientemente, este 2021, la Organización de las Naciones Unidas emitió su declaración relativa a los derechos del niño en relación con el entorno digital. Esta última publicación sirve de guía a la hora de examinar las medidas necesarias en temas como la no discriminación por acceso equitativo y efectivo al entorno digital, los intereses superiores del niño a buscar, recibir y difundir información y, recibir protección contra todo daño, el derecho a la vida, a la supervivencia y al desarrollo, evitando los contenidos violentos y sexuales, la ciberagresión y el acoso, y finalmente el respeto de las opiniones del niño, escuchando sus necesidades y concediéndoles la debida importancia.

Todos tenemos derecho a una educación en medios que nos permita desenvolvernos con capacidad crítica frente a los mensajes que hacen llegar los emisores de contenido. Un pueblo no educado mediáticamente es un pueblo potencialmente esclavo de la voluntad de los emisores de contenido en los medios de comunicación.


Magister en Comunicación y Educación. Empresario y consultor audiovisual. Presidente de Mediax Gente de Medios y profesor de la cátedra Comunicación y Educación en la Universidad Monteávila en Caracas

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