Después de tanto nadar, la oposición ha llegado a morir en la misma orilla de la corrupción. ¿Cuál es la diferencia entre esa oposición y el régimen?  Al parecer ninguna. Está de anteojitos que tomaron por asalto a la empresa Monómeros, porque ninguno de los sindicados ha desvirtuado las denuncias que están escandalizando, y con mucha razón, a la opinión pública. El “pleitico” es por reales entre los adalides del G-4, y no por la libertad de Venezuela. Esa es la verdad verdadera.

Lo peor es la manera cómo dirimen sus diferencias los del G-4 y el Guaidosismo. Estas actitudes parecen ser tendencia en la actualidad. Es obvio que el legítimo parlamento debió investigar, pero cuando un diputado pidió hace un tiempo atrás la palabra para denunciar el caso, no se la dieron. Así de simple. Pasaron por encima a su condición y derechos como diputado en ejercicio.  Imposible de ocultar el bandidaje, montaron un show en la Comisión de Contraloría para algo que aquí y en la lejana China, nunca fue una rendición de cuentas. Y no sólo se evidenciaron los responsables del desastre de Monómeros, sino que trataron de “taparearlos” con total descaro y sin tocar el tema de CITGO, que podría ser más largo y extenso.  Todos son de la clientela política del momento, pero hay uno que pasa por adeco y, realmente, era un copeyano de los que desaparecieron del paisaje de su partido, al menos, con la llegada de Chávez al poder.

Lo peor es que se atacan y defienden unos a otros, siempre por debajo de la mesa, al abusar y maltratar la institución legislativa. Les importa un comino cumplir con las formalidades asamblearias. Guaidó dicta decretos que somete a la consideración de la mayoría, en algunas ocasiones, en una comisión delegada que no es tal, o en una plenaria digital que no tiene la mayoría reglamentaria para hacerlo. Recordemos que gran parte de los diputados hasta renunciaron a sus funciones a finales del año pasado, por ejemplo. El más elemental conocimiento del derecho parlamentario nos permite distinguir entre un acuerdo de la Asamblea Nacional y un decreto del Ejecutivo Interinario; no importa cuán absurdo sea, le echan pichón a la cosa. Ni la libertad ni la majestad de una institución, como el parlamento, les importa un bledo: total, ya traman algunos escenarios.

Uno de esos escenarios, por ejemplo, es no continuar con el mandato de la Asamblea Nacional, presidida por Guaidó y, por mucho que Estados Unidos lo apoye, si se diera el caso, cambiarlo por otro diputado de la rosca que manda en Monómeros y, ¿por qué no?, por un diputado cercano al propio Guaidó, de aquellos que han sido siempre Guaidó lovers. Una  puñalada perfecta. Con ello, y consecuentes con las negociaciones de México, se lograría el cierre del parlamento de 2015 y se reconocería el de 2020. Emprenderíamos, nada más y nada menos, el camino hacia las elecciones de 2024. Escenarios que creen mantener en secreto, donde abundan las distintas vertientes de la oposición. Este secreto es vox populi, incluyendo a los oídos del régimen que adversamos.

Este panorama político que seguimos viendo le ha dado continuidad por más de 20 años al régimen. Algunos dirían que, en este tiempo, hemos cambiado y mejorado para mejor, pero la realidad nos dice lo contrario. Cada vez cometemos los mismos errores, y hasta los incrementamos, tenemos que ser coherentes con el discurso.

No podemos olvidar que si exigimos transparencia con el uso de los recursos del Estado, debemos ser coherentes cuando de la oposición se trata, ya que tan malo es el corrupto que está en la acera de enfrente como el que está de mi lado.  Hemos insistido, resistido y persistido en la idea de que nuestra prioridad es la gente y la derrota de este régimen opresor a través de una Política con mayúscula. Seamos coherentes y transparentes en este lío con Monómeros y de cualquier otro manejo de recursos, pues solo así ganaremos en cualquier escenario que se nos presente, y lograremos el cambio que el país y los venezolanos necesitan y merecen.

@freddyamarcano


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