Tenía apenas 5 años, pero tengo el recuerdo muy vívido. En mi familia hablaban mucho de unas elecciones que se celebrarían para elegir alcaldes y gobernadores. No entendía mucho en ese momento. Era 1989 y aquellas serían las primeras elecciones para alcaldes y gobernadores realizadas en toda Venezuela. Y, en el caso de Maracaibo, ciudad donde nací y de donde proviene mi familia, el primer alcalde electo resultó ser mi abuelo, Fernando Chumaceiro.

Ese acontecimiento marcó mi vocación a servir y estudiar políticas públicas, pues según supe entender después, la reforma descentralizadora que llevó a las regiones a elegir a sus propios líderes fue un gran avance en la autonomía y desarrollo de los diferentes estados del país. En el caso de Maracaibo, los resultados fueron evidentes rápidamente y las mejoras se mantuvieron por mucho tiempo. Elegir al alcalde se tradujo en un mejor sistema de transporte, de vialidad, y un sistema de recolección de basura acorde con la realidad de la ciudad.

20 años después, en 2009, cuando empecé a trabajar en la alcaldía del municipio Sucre en Miranda, pude constatar la importancia del gobierno municipal como la instancia más próxima e idónea para resolver los problemas junto a los vecinos. Con el presupuesto participativo se invirtieron los recursos en proyectos que fueron concebidos y ejecutados con la mirada, la opinión y el apoyo de las comunidades. Y fue exitoso.

La amenaza del Estado comunal perturba una vez más la ya golpeadísima vida de los venezolanos. En el año 2007 se intentó implementar con una Reforma de la Constitución que fue la rechazada por la mayoría del país, incluyendo a miles de jóvenes que salimos a protestar y nos organizamos desde las universidades. En ese momento no era una propuesta democrática y ahora tampoco lo es. Es un sistema que busca profundizar el control social sobre la gente que quiere ser libre y tomar sus propias decisiones.

Las llamadas “ciudades comunales” serán un fracaso, como lo ha sido el centralismo. Son un engaño que busca quitar poder y capacidad de elegir a los ciudadanos. Una estafa que pretende quitarle competencia y recursos a las alcaldías para entregarlo a las comunas. Ya no hablamos ni siquiera de elecciones amañadas, hablamos de que se creará una nueva burocracia, unos seudo representantes designados por la cúpula de un solo partido.

Si se logra imponer el Estado comunal, desaparecerá la participación local y hasta lo más básico en la comunidad, como reparar un tubo, limpiar la calle, o podar un árbol dependerá de un funcionario en un ministerio. Y sabemos lo que eso significa.

Pese al desgaste que sentimos todos los venezolanos, pese a sentirnos a veces transitando en un callejón sin salida, mi responsabilidad y compromiso político me hacen escribir estas líneas de alerta a todos los vecinos y ciudadanos que seguimos preocupados, interesados y dispuestos a seguir luchando y reclamando por la democracia en nuestro país.

Hasta ahora, ha sido la lucha de los ciudadanos lo que ha logrado frenar esta pretensión de instaurar el Estado comunal. Con el voto, con la protesta, con la defensa de las alcaldías y gobernaciones.

Por eso no podemos ignorar este nuevo ataque. Más bien, debemos exigir con mucha más vehemencia lo que sí es importante resolver en estos momentos: la emergencia sanitaria que vivimos como consecuencia de la pandemia.

La protección de todo el personal de salud, la vacunación masiva, la dotación de hospitales, garantizar el acceso a atención médica son solo ejemplo de lo que los venezolanos necesitamos y exigimos. Esos sí son los temas que nos importan y que son urgentes por resolver.

Sabemos, y no nos extraña, que la intención del régimen que gobierna sea hundirnos una vez más en el lodo, seguir imponiendo mecanismos de control a los más débiles, pero estamos curtidos, y no nos callaremos.

La organización vecinal, la fuerza ciudadana ha sido el oxígeno que ha mantenido con vida la descentralización. No permitamos que nos condenen.

@andreschola

 

 

 


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