Ilustración Alfredo Martirena

El filósofo chino Lao Tzu sostenía que “un hombre sabio sabe lo que no conoce, el idiota no lo sabe”. Esta diferencia entre el hombre que sabe lo que no conoce y el que no lo sabe se ha hecho cada vez más patente con la divulgación de las nuevas tecnologías de la información. La distribución masiva de información ha hecho que ahora, mucho más que antes, hayan crecido exponencialmente los que no saben que no saben.

La difusión de la información es ahora tan veloz e intensa que muchos creen que toda la sabiduría del mundo está al alcance de un celular y la información que reciben por esta vía, por un complejo mecanismo mental, es inmediatamente asumida como real. En apariencia, todas las características y las formalidades de la información que antes dábamos por válidas de casi cualquier fuente ahora pueden ser falsas y sus receptores no solo siguen sin saber que no saben, sino que lo que han aprendido puede ser falso porque a otros les conviene que así sea. Más grave aún es la sinergia que se ha producido entre esta novísima tecnología de circular la información y un factor poblacional que durante siglos ha permanecido más o menos oculto entre los tejidos de la sociedad y por esta vía moderna ha salido de su anonimato: la ignorancia. Un componente social que, cohesionado por políticos manipuladores, han descubierto que también es un componente o fuente de poder político.

La ignorancia es un factor humano presente en el mundo desarrollado o en desarrollo, es una fuerza fácil de alimentar, de hacer crecer y controlar con mentiras. Por eso es que agrupada en un partido político o manejada por activistas políticos experimentados puede rendir triunfos electorales sorprendentes. Las falsas noticias no son un problema nuevo, dice un especialista, pero hoy llega a muchísima más gente con mayor rapidez que antes, aumentando así la que se ha dado por llamar la “fabricación de la ignorancia”.

Este nuevo concepto no excluye, como muchos piensan, a las personas educadas. “De todos los tipos de la ignorancia” -sostiene Thomas Sowell, teórico social de la Universidad de Stanford- “la de los educados es la más peligrosa. No solo es probable que las personas educadas tengan más influencia, sino que son las últimas personas que uno menos sospecha que no saben de lo que están hablando, especialmente cuando salen de sus estrechos campos académicos”. Por razones semejantes, la periodista americana Suzanne Field sostiene que “muchas veces los peores ignorantes son los más educados”. Martin Luther King solía decir que “nada peor que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

Quien ha vivido en Estados Unidos y le ha puesto atención a la dinámica social, lo primero que nota es el contraste que se advierte en los gráficos demográficos donde resaltan las dos costas del continente poblada por los sectores más educados del país y esa enorme masa entre las dos costas donde residen, en su gran mayoría, los segmentos poblacionales menos educados y más fanáticos, especialmente en política y religión. Acudiendo a la misma demografía es fácilmente identificable que en las dos costas se encuentran la casi totalidad de las mejores universidades, los más grandes centros de investigación, cultura, ciencia y las más sofisticadas industrias de defensa y software de Estados Unidos. En medio de las dos costas, habita una mayor porción de la población de labriegos o trabajadores dedicados a las tareas del campo y la industria donde habitan muchos de los que los técnicos en encuestas llaman know-nothings (no saben nada).

La política de la ignorancia

Peter Burke, politólogo de la Universidad de Cambridge del Reino Unido, en un reciente ensayo titulado “La política de la ignorancia y la ignorancia de la política”, comienza su estudio así: “Una de las tendencias recientes más sorprendentes en las ciencias sociales se podría denominar ‘el descubrimiento de la ignorancia’. A primera vista, puede parecer algo extraño escoger este tema como una investigación, dice Burke, pues por más de 30 años, se nos ha dicho que estamos viviendo dentro de una ‘sociedad del conocimiento’. Hoy, sin embargo, es cada vez más evidente que también vivimos en una ‘sociedad de la ignorancia’. El ocultamiento de información para que la población no se entere de algunas cosas los gobiernos la llaman ‘ignorancia estratégica’ o ‘política de la ignorancia”.

Hoy en día, alega Burke, la problemática de la “ignorancia del elector” se ha vuelto de actualidad, especialmente en Estados Unidos. Las encuestas sobre conocimientos políticos han identificado a un grupo cuyos integrantes son calificados de know-nothings, que dio respuestas equivocadas a todas o a dos terceras partes de las preguntas de una encuesta. Este grupo que “no saben nada” o carecen de lo que se llama “competencia ciudadana”, es aproximadamente una tercera parte de la población de electores. Algunos sostienen que deberían negarles el derecho al voto, alegando que tenemos el derecho de no estar sujeto al riesgo de incurrir en daños derivados de decisiones tomadas por gente manifiestamente incompetente.

Bill Maher, el conocido humorista de la televisión americana, ironiza con estos estudios de la ignorancia en la política. “Nombre cualquier trabajo”, alega Maher, “higienista dental, payaso de rodeo, paseador de perros, Santa Claus en un centro comercial, etc., todos exigen algún tipo o conjunto de habilidades definibles”. «No es el caso de un congresista de Estados Unidos. El de congresista es literalmente el único trabajo en el mundo, de prestigio y con grandes ventajas, que se puede obtener sin dejar de ser un idiota, sin poseer habilidad alguna, conocimiento o calificación». Recientemente, la congresista republicana, fanática de Trump, Marie Taylor Green, se refirió en un discurso público a la policía de Hitler como la “gazpacho” para compararla con el FBI. El jefe de la fracción republicana en el Senado, Kevin McCarty, a fin de cuestionar el triunfo electoral de Biden, aseguró estar informado de que un contratista de defensa en Italia, a través de satélites, habría intervenido todas las máquinas de votación de Estados Unidos para hacer ganar a Biden.

Después del allanamiento de su club privado por parte de FBI, refiere el The Washington Post, Donald Trump bombardeó a sus seguidores con más de 100 correos electrónicos para exigirles más dinero para defenderse del FBI. Su soporte básico republicano, generalmente gente mayor en retiro, respondió en pequeñas cantidades que suman millones de dólares.

Apuesta a la ignorancia

Algunos republicanos prominentes y equilibrados han expresado temores por el futuro del partido y han estado advirtiendo desde 2020 que Trump se volvería cada vez más tóxico, como en efecto ha ocurrido, pero no son oídos. Después de todo es el primer presidente que carga con la pérdida de la Casa Blanca y de ambas cámaras del Congreso en un solo mandato desde 1932. Biden obtuvo más de 7 millones de votos de diferencia con su rival. Se teme que en estas elecciones de medio período en noviembre se repita el mismo esquema.

La incapacidad del Partido Republicano para deslastrarse de ese peso muerto lo ha dividido. Por primera vez en la historia de un país desarrollado un partido del estatus se ha lanzado en una ordalía que los obliga a negar casi todo su pasado y se juegan su futuro confiando en tres tácticas electorales básicas: reprimir en lo posible el voto de los no-blancos, aprovecharse del imperfecto sistema electoral de Estados Unidos y ampliar el soporte de la “sociedad de la ignorancia”.

No resultó con el intento de reelección de Trump en 2020, pero persisten.

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