El comandante del Ejército venezolano José Santiago Moreno observa el retiro de los contenedores utilizados como barricadas en el puente internacional Simón Bolívar | Foto Sonia Vivas – AFP

Nadie ha hecho tanto para destruir la sana relación entre dos pueblos como los gobiernos chavistas, el de su fundador y el de su sucesor. Dos años y ocho largos meses estuvo cerrada la frontera con Colombia, lo que abrió los surcos de la corrupción y la delincuencia y profundizó el contrabando hasta de personas.

Desde que decidieron atravesar los contenedores gigantes en medio del puente Simón Bolívar arreciaron los delitos. Pero no solo comerciales. También, y es imperdonable, se sometió a la población que estaba acostumbrada a cruzar de un país a otro para resolver sus necesidades (alimentos, medicinas, educación) a una serie de vejaciones y peligros a manos de malhechores que lo que les importa es el dinero. Para pasar por una trocha hay que pagar muchos dólares, y además llorar, rogar, porque no les hagan más nada.

Lo más triste de todo es que se trata de un negocio redondo de unos cuantos de este lado del Arauca, no solo de guerrilleros y contrabandistas, sino de algunos uniformados sin escrúpulos y otros políticos de las filas rojas. Lo cierto es que las víctimas fueron las personas que tenían casa, trabajo o escuela del otro lado. Mucha hambre se generó, muchas familias quedaron en bancarrota, mucha gente se quedó sin hogar. Todo por el capricho del gobierno de Nicolás Maduro.

Hay que recordar siempre que lo que no quisieron que pasara por esa frontera fue la ayuda humanitaria. Fue un pulso entre el chavismo y la oposición en una de las épocas en las que la población comenzaba a dar muestras de un deterioro espeluznante. Y lo que se quería era tratar de aliviar el sufrimiento de los más necesitados. Pero para el gabinete de Maduro eso lo que significaba era una “violación de la soberanía”. El resultado a casi tres años de aquella medida infantil y malcriada fue más corrupción y más sufrimiento del lado venezolano. Se acabó con años de relaciones y de compenetración de pueblos que era por supuesto perfectible, pero que siempre significó una expresión de lazos de hermandad profundos.

Cuando hizo el anuncio la vicepresidenta Delcy Rodríguez aseguró que Venezuela ha socorrido a más de 6 millones de colombianos que han huido de la “guerra” en el vecino país. Su hermano, el psiquiatra presidente de la Asamblea Nacional oficialista, bien podrá diagnosticar que esa declaración no es más que una proyección. Porque el que sí ha estado ayudando a los desplazados que salen por las trochas arriesgando la vida, el que ha vacunado sin distinción a los inmigrantes contra el covid-19, el que ha tendido una mano amiga a los millones de venezolanos en su tierra -residenciados o en tránsito- ha sido el gobierno de Iván Duque, al que hay que enviarle un sentido agradecimiento.

Ojalá la apertura de esta frontera signifique la vuelta a la “normalidad”, al intercambio sano, a la hermandad y a la convivencia con los colombianos de bien.


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