En reciente debate entre Yuvan Harari y Michael Sandel, ambos declaran su desconcierto ante la ausencia de partidos defensores de la democracia. En momentos que califican como muy graves para la humanidad por los efectos de la pandemia, no solo físicos, sino económicos y culturales, la pérdida de salarios, el desempleo derivado del cierre de multitud de empresas, la inflación, la inseguridad. Una crisis que ha propiciado el surgimiento de una segunda ola de populismos, fortalece los autoritarismos, la intervención del Estado en la economía, las arremetidas contra la propiedad privada y el poder ilimitado del Estado frente al ciudadano. Todo unido al repunte del liderazgo de China, una superpotencia desligada de ideas de libertad y democracia, patrocinadora de un modelo que liquida la responsabilidad individual y atornilla un poder político sobre los laureles de su crecimiento económico. Como dicen algunos analistas, por primera vez en este siglo entre los países con más de 1 millón de habitantes los gobiernos democráticos son menos que los regímenes no democráticos.

En este contexto es imprescindible pensar en cuál o cuáles partidos políticos queremos, en cuáles podemos involucrarnos. Es importante declarar algo reconocido por la mayoría, los venezolanos, aun en medio del caos, aspiramos a un partido que sea capaz de convocar al resto de las organizaciones y establecer una base firme, un acuerdo para desalojar el grupúsculo que nos oprime. Esta convocatoria tiene que significar una derrota de los personalismos, el autoritarismo, las reminiscencias caudillistas, las propuestas aéreas y avanzar con el corazón abierto a luchar por aquellos que se constituyen en victimas involuntarias, los 6 millones que caminan hacia otros países con un destino incierto, arriesgando sus vidas, los 320 hombres y mujeres secuestrados, en las cárceles sin haberles probado delito alguno, las familias que han visto morir impunemente algunos de sus miembros, los hogares sin alimentos para sus niños. Los jóvenes cuya única oferta del madurismo es una Ley de Chamba Juvenil, un robo a mano armada del futuro de las nuevas generaciones. Jóvenes que no tendrán la posibilidad de capacitarse, aprender un oficio que sea el respaldo para su incorporación al trabajo, que solo tendrán a cambio una “pega” o seudoempleo eventual, mal pagado y que para obtenerlo les obliguen a someterse a las líneas políticas del partido en el poder.

Necesitamos un partido que defienda los cuatro principios consagrados por la humanidad como el norte de la libertad: la revalorización de la responsabilidad individual frente al aplastamiento del Estado totalitario, que libere nuestras fuerzas como creadores de valor, trabajadores, emprendedores y se esfuerce por ampliar una economía de mercado que ponga en marcha el mundo del comercio como un espacio de intercambios pacíficos. Un partido que entienda que la instauración de la propiedad privada ha sido el fin histórico del salvajismo que significaba vencer al otro para apoderarse de sus bienes y de su vida. Además, que permita alcanzar un nivel donde los ciudadanos pongan límites al Estado, que sea capaz de alentar la renovación mediante el ejercicio electoral, donde los que gobiernan rindan cuentas y los militares asuman las consignas y las aspiraciones de los civiles.

Para no ser injustos hay aceptar que muchos de los partidos que existen están cerca de estas aspiraciones, solo esperamos que den ese salto valiente para proclamar sus principios, que no se espanten ante el chantaje socialista que los difame si reconocen la importancia del mercado frente a la mano visible del Estado, diciendo que están a favor de los ricos y poderosos. Es menester aclarar si creen en la importancia de la educación como gran proyecto país, donde las universidades sean apoyadas por todos, enriquecidas y donde se expandan sus criterios de admisión. Cuáles ideas propondrían para lograr la mejora de nuestras empobrecidas escuelas, cómo materializar la dignificación de los maestros y de los responsables de nuestra salud. ¿Trabajarían por el surgimiento de un poderoso sistema de educación vocacional, que hoy no existe, capaz de brindar mejores y mayores oportunidades a todos los que deben ingresar temprano en sus vidas en el mercado de trabajo?

En realidad, lo que aspiramos del partido que queremos y esperamos es la defensa de la democracia, que no use artificios populistas para engañarnos, no más cestas CLAP, pero sí propicie mercados llenos de ofertas de pequeños y grandes productores, que sea una aspiración viable crear una empresa, producir, inventar, con el único límite de nuestros conocimientos, habilidades y creatividad. Estas cosas las más sencillas, como diría Aquiles Nazoa, son las que aspiramos de un partido o de varios, llenos de gente de todas las edades, donde despunten y convivan liderazgos nuevos y se reafirmen los tradicionales y los de mayor edad sepamos que estamos en la sociedad y en el partido que queremos.

 


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