Sigue siendo la oferta más importante de cualquier programa o de cualquier promesa de gobierno, de cualquier época o de cualquier sistema, presentado una y otra vez a los ciudadanos, a lo largo del áspero y tortuoso camino emprendido  por nuestra  humanidad.

Nos encontramos en Venezuela y en América del Sur cerrando un nuevo año, en el cual siguen estando pendientes, tanto para nosotros como para alguno de nuestros vecinos, los dramáticos efectos de la profundización de las consecuencias tan negativas  del atraso, de la violencia  y de la pobreza.

Año 2020, en el cual nuestras sociedades han sido invadidas por un enemigo mortal, la pandemia del coronavirus,  extraordinario contrincante cuyos efectos se han visto multiplicados por las amplias y ya crónicas debilidades de nuestro empobrecido sistema productivo y sanitario.

Año en el cual la alternativa democrática venezolana le ha dado continuidad a su sistemática actividad opositora, caracterizada por la denuncia del carácter represivo y antipopular  del gobierno, labor apoyada en la organización y educación de nuestras comunidades.

Actividad sostenida y desarrollada en combinación con la mayoría democrática de la Asamblea Nacional, esfuerzo que ha permitido presentar un programa de gobierno y construir un referente externo basado en el ejercicio autónomo del Poder Legislativo.

La complejidad de la situación nacional caracterizada por la indefensión de la comunidad, dada la consecuencia del ejercicio hegemónico del poder político, mediante el cual además de la concentración de poder se pretende un ejercicio caudillesco, militarista  y continuista.

Conducta hegemónica la del PSUV y muy particularmente de sus líderes Maduro, Cabello y Padrino, que nos ha colocado frente a la necesidad política de desconocerlos mediante un ejercicio provisional de la dirección del Estado, liderazgo alternativo permitido constitucionalmente, y destinado a ocuparse de las exigencias económicas y sociales de la nación.

Decíamos al inicio de nuestro artículo que compartimos la convocatoria de nuestra sociedad a la conquista del Paraíso, pero queremos ser muy claros que el Paraíso debe ser terrenal, debe estar al servicio de la libertad de los seres humanos, de su igualdad económica y de su prosperidad social y cultural.


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