En este momento histórico, el gobierno se apuntala en el paradigma mediático, tiene una fortaleza relativa en la contienda proselitista con mira a la contienda presidencial 2024, sin embargo, la relevancia que posee el contenido real de la esencia de la actividad política no debe ser ignorada. La lucha por el poder adquiere sentido si es racional, lo real es racional según el filósofo alemán Hegel, más si se sustenta de los valores de fondo que todo candidato en este caso presidencial debe apropiarse: vocación de servicio, honestidad, plan y liderazgo, y todo aquello que le permita una efectiva comunicación con el electorado vinculado al su contexto nacional. Para algunos politólogos, “el proceso electoral involucra dos dimensiones de idéntica  trascendencia: sustancia y forma; así como una política sin forma es ineficaz y estéril, una política sin sustancia es inconducente y superficial”.

El predominio de la lógica de los medios y redes sociales en la precampaña electoral que se desarrolla intrínsecamente en nuestro país, también, se intensifica con el desencanto del factor político en la ciudadanía. Los partidos políticos que apoyan al gobierno y las organizaciones políticas de oposición, la mayoría carecen de contenido de naturaleza ideológica, además se revela que existe un vacío de lo social y la solidaridad.

Los medios televisivos del Estado con sus estratégicas propagandas electoreras nos han llevado malinterpretar la verdadera función de la comunicación política moderna, cuyo objetivo difiere de reemplazar ideas por imágenes. Por el contrario, su verdadero objetivo es poner las imágenes al servicio de las ideas, así se mueve la estrategia revolucionaria. Por ello, es necesario advertir a los que tienen intenciones de ir a votar en las próximas elecciones presidenciales acerca de los peligros que una visión distorsionada de la política electoral se encauce hacia modelos de la perversidad, mentiras y terrorismo psicológico.

Especialistas en estrategias políticas y electorales consideran que “el espacio de la magia de la publicidad política no debe nunca sustituir el debate de ideas”. No obstante, es significativo puntualizar que el gobierno revolucionario se apoya con toda intencionalidad en una utilización política de sofisticadas técnicas comunicacionales, orientadas a dos fenómenos sociales de profundas consecuencias políticas y apuntan hacia: la mediatización de la sociedad y la confusión valorativa de sus prioridades electorales. En nuestro país observamos  a diario como el gobierno utiliza a un marketing político y electoral para transformar la competencia electoral en un mero espectáculo, show o como usted lo quiera llamar, lo relevante es la imagen y no las ideas. Así, el orden es susceptible de caer en la trampa de minimizar la discusión ética y se está desplazando la política hacia un espacio de sinrazones de acciones hasta llegar a la violencia sangrienta.

El desafío ético de los diversos comandos políticos electorales, según el deber ser, será evitar la difusión negativa o campaña sucia. El límite moral de las estrategias electorales tiene que estar impuesto por la necesidad de no degradar el debate político ni condicionar en forma abusiva la libertad de elegir de los ciudadanos. Aquellos que plantean un supuesto dilema ético entre virtud política y eficiencia comunicacional, deben comprender que no se trata de una batalla entre platónicos y sofistas. Nada de esto es fácil comprenderlo a primera vista, porque vivimos inducidos para vivir tiempos violentos, por razones de intereses políticos y económicos por parte de una revolución que se quiere eternizar en el poder central.

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