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Foto: Archivo

I

Primero fue Trump y después siguió Biden. En la primera quincena de marzo, el actual presidente de Estados Unidos firmó la aprobación de 1,9 billones de dólares para el paquete de ayuda que se le hace llegar directamente por correo a los más necesitados y afectados por la pandemia. Los que quedaron sin trabajo, los ancianos, las mujeres con hijos.

Si se hace un análisis simplista, muy simplista del asunto, a alguien le podría sonar esto como populismo. Pero resulta que la pandemia del covid-19 ha puesto al mundo en una situación precaria que lleva más de un año y que hay que combatir con medidas extraordinarias, eso se entiende.

Los paquetes de ayuda y estímulo no son exclusivos de Estados Unidos, pues casi todos los países de Europa han hecho lo mismo, o subsidiando a los ciudadanos o a los negocios. Como ejemplo, un botón bien bonito que a todos por este lado del charco nos carcome: la ayuda de 53 millones de euros que el gobierno de Pedro Sánchez en España le otorgó a la aerolínea Plus Ultra para que siga viajando directo de Madrid a Caracas.

II

Venezuela tiene el sueldo mínimo más bajo del continente americano, y no solamente eso, sino que es el mismo sueldo para todo el mundo. Nadie está obligado a pagar más de 0,86 centavos de dólar y sobre esa base se calculan prestaciones, utilidades y demás.

Pero claro, para que no digan, el régimen implementó un sistema a través del cual “reparte” bonos tal cual como lo haría Trump o Biden, pero no usando el obsoleto correo, sino a través de la plataforma Patria. El detalle es que es discriminatoria. El que no esté inscrito no goza de los beneficios. Allí van a parar las pensiones de muchos jubilados, los bonos de Niño Jesús, los de Carnavales Felices y cualquier cursilería que se les ocurra.

Solo para decir que están repartiendo algo. Por supuesto, no están incluidos empresarios que arriesgan su capital en esta pandemia ni comerciantes que han tenido que mantener sus puertas cerradas. Lo que sí se apresuraron a renovar fue la inamovilidad, es decir, que aunque el empleador esté con la soga al cuello, no puede despedir a nadie.

III

Yo me enteré de que me había salido mi jubilación sin pedirla porque me llegó un mensaje de texto que me avisó. Sí, tengo más de 50 aunque toda mi familia está instruida para decir que tengo 38, porque así me veo y me siento. La buena vida, dirían algunos.

Tengo la desgracia de estar inscrita en el sistema Patria porque hace unos 4 años trabajé para una persona que se acogió al “beneficio” de que el gobierno me pagara el sueldo, mínimo, claro. Debe ser por eso que esta gente cree que comulgo con sus políticas genocidas.

Ayer me llegó un mensaje que me avisó que tenía un depósito en esa vaina por el estupendo monto de 3.160.000 por concepto de “bono contra la guerra económica”. Es decir, 1,5 dólares.

Después de pensarlo mucho, entendí. La guerra económica la tiene el régimen contra mí y contra todos los que son como yo. Graduada universitaria con más de 30 años de ejercicio y un doctorado, que no cobro más que sueldo mínimo. Que además tengo que hacer una colecta internacional para poder hacerme la quimioterapia que me ayudará a curarme del cáncer de pulmón estadio IV. Que además soy hipertensa y una caja de 30 pastillas de uno solo de los medicamentos que tomo me cuesta 25.000.000 de bolívares.

Está en guerra contra mí, porque tengo la humilde ventaja de escribir y publicar lo que pienso, pero también contra todos los profesionales que siguen en Venezuela tratando de ejercer valientemente su profesión. Contra mí y contra todos los venezolanos que tienen dignidad y principios y no han querido enchufarse.

Pues sepa el régimen que la pelea es peleando. Agarro mis 3 millones para comprarme un kilo de harina de maíz, no piense que se los voy a dejar porque bastante que he trabajado y aportado en impuestos (cuando ganaba más de sueldo mínimo), profesión y vida. Pero no voy por eso a dejar de insistir que merezco un gobierno que deje de meterse la mano en los bolsillos y piense en el bienestar de todos.

@anammatute


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