Maduro entendió, luego de 6 años de fracasos en la materia, que tenía que hacer cambios en materia económica. Dejó de hacerle caso a las Pasqualinas, a los Serranos, a los Salas, al club de marxistoides empeñados en destruir el país. Se dio cuenta de que a su alrededor no había un solo economista que valiera la pena escuchar. Ahora pareciera que empieza a oír a los “reformistas”. Esas “nuevas” voces lo convencieron de iniciar urgentemente un plan de ajustes económicos. El objetivo, más allá de atacar la hiperinflación y mejorarle la calidad de vida a los venezolanos, sería el de sobrevivir la exacerbación de la crisis ante el nuevo desplome de la producción petrolera y los embates de la peor cara de las sanciones.

Se acabó el control de precios. En la teoría todavía existe, aunque desde la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos sigan amenazando a la empresa privada, en la práctica hace rato que recogieron a los fiscales. El mensaje es claro, necesitamos que haya oferta de productos, entendemos que el ajuste será vía precios, así que comerciantes y productores adelante. Con precios controlados por debajo de la línea de los costos no podía haber producción interna. Costó que lo entendieran. Aunque no es garantía de que la política seguirá, al menos corroborarán que lo que se les dijo mil veces era verdad.

En cuanto a la política cambiaria, el giro fue de casi 180 grados. Desde el Estado se han generado todos los incentivos para que la dolarización mantenga su curso. La decisión, correcta, de no dejar que el spread fuera grande entre la tasa oficial y la de mercado ha sido el preámbulo para un nuevo sistema cambiario.

A todo esto debemos agregar reducción en el gasto público, una presión asfixiante al sector bancario (aumentándoles el encaje legal a niveles absurdos) y una política monetaria restrictiva que ha generado una caída de 8 semanas consecutivas en la variación porcentual intermensual de la base monetaria (por otra parte, tenemos que al 31 de mayo la variación interanual se situaba en 77.392%, cuando mes y medio antes estaba en 125.560%).

Estas medidas tienen un origen en la necesidad, pero también en el tsunami que representan las sanciones económicas y petroleras contra Venezuela. ¿Generarán una mejora? ¿Estamos viendo el fin de la crisis? ¿Se mantendrán en el tiempo y podemos esperar otras medidas como recuperación del sector petrolero, privatizaciones, etc. para seguir mejorando el panorama fiscal y la provisión de bienes públicos?

Sin duda hay un esfuerzo, hay un cambio de timón en lo económico, sin embargo,consideramos que llegan muy tarde, son de poca calidad y lo peor: las políticas son tomadas por autoridades sin credibilidad. La restricción externa, con las sanciones, el colapso petrolero y el default a la cabeza, seguirá haciendo estragos en la economía; el PIB mantendrá la tendencia declinante de los últimos años y la hiperinflación, a pesar de las políticas llevadas a cabo recientemente, aún sigue existiendo.

Un comentario final: suponiendo que la caída del PIB en el cuarto trimestre de 2018 es consistente con lo ocurrido (publicado por el BCV recientemente) en los primeros 3 trimestres de ese año, y que para 2019 esperamos un caída del PIB que pudiera estar cercana al 30%, estos números nos dicen que la reducción de la economía venezolana en el período 2013-2019 sería de 66%. En pocas palabras, esto significaría que esta economía perdió en solo 6 años 2/3 de su tamaño. Una verdadera tragedia.


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