En el libro El Papado en la Iglesia y el mundo de hoy: 98, de Diego Tolsada, SM, se pone de relieve la sorpresa en el mundo por la renuncia al Papado de “un cansado Benedicto XVI” y el acrecentamiento del hecho por la elección como su sucesor de Jorge Mario Bergoglio, de la periferia latinoamericana y “poco citado en la lista de los papables”. La pregunta en el “texto” ¿Cómo encajar tanta novedad? La respuesta, todavía sacude.

La primera impresión induce a conjugar el particular acontecimiento, en el contexto de la tradición de ser “el Papa” el representante de Dios en la tierra. Pero, además, seleccionado por Jesús, su hijo, a quien nos enviara para aleccionarnos de como no destruir lo que aquel había creado y “en 7 días”. Una edificación que todavía persiste, aunque “maltrecha”, como ya nadie niega, por “nosotros mismos”. Un papado sólido capaz de entender que la línea era una sola, “la que “el Señor” dejó establecida y que de distorsionarse sufriría alteración. La llegada de Cristo a “dónde mora el Padre”, una vez sentado a la derecha, leexpresaría“hemos dejado una biblia de escritura abundante, pero concreta y al Papa, como vuestro representante por allá y hasta su muerte”. Pero, asimismo, debidamente encuadernada la bula “Unam sanctam” contentiva de “la supremacía de la Iglesia sobre el Estado”. Esto es, “la hierocracia pontificia” cuya autoría y defensa corresponderá a Bonifacio VIII. Los detalles, los conversamos después, imaginamos que así concluyo “la rendición de cuentas” del “Hijo” al “Padre”.

Es de tener presente, dado los cometidos de la Iglesia, que no ha de hacerse mucho esfuerzo para entender el tortuoso trabajo que ha de realizar y con ellas el Papa, su máxima autoridad. Alguien del común diría “teología pura” y si por curiosidad alguno más docto indague un poco más en “dictionary.cambridge.org se enseriaría aún más al constatar que se trata nada más y nada menos del “estudio de Dios y las creencias religiosas”. Quienes asumen, por consiguiente, la responsabilidad de conducir a la Iglesia han de tener presente, para un poco más de complicación, que “a partir de Gregorio VII (1073-1085)” y de los romanos de la época ningún “monarca” rendía culto a la jerarquía eclesiástica. Por el contrario, los emperadores gobernaban sin ninguna autoridad que lo juzgara o dirigiera” (Juan María Laboa, El Papado en la Iglesia y en el Mundo de Hoy: 98). Ser “papa”, consiguientemente, no es nada fácil.

A Jorge Bergoglio, en rigor, no pueden negársele los esfuerzos que ha hecho durante su larga vida sacerdotal. Es prácticamente el autor de la “Conferencia de Aparecida”, en 2007, la cual, como se lee, define “la Evangelii gaundiunn” de América Latina”, alimentada con la máxima “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”. El entonces Arzobispo de Buenos Aires advirtió que “Dios no pone su esperanza en los poderosos, sino en los pequeños y humildes. No discrimina, ni relativiza”. El texto aprobado contiene un determinante “mensaje social”, el cual pareciera distinguir la casi totalidad de las intervenciones del papa argentino, ante lo cual cabe destacar que se la ha visto picado por lo que para unos cuántos es la “izquierda”, olvidándose de que en rigor, en los actuales momentos la confusión con respecto a “las nomenclaturas” es tan acentuada que sí se actúa con seriedad terminaríamos afirmando que hay izquierda y derecha, viejas, menos viejas, jóvenes y menos jóvenes. Y que la confusión es acentuada. Sin embargo, César Vidal afirma que la vocación marxista de Jorge Bergoglio está diadamente expresada en el prólogo al libro Diálogo entre Juan Pablo II y Fidel Castro. En ese presunto enredo, tal vez, encuentra algún sentido la expresión ¿El Papa? entre Francisco y Bergoglio. Una presunta galimatía.

Francisco ha debido lidiar, además, con la sabiduría de Juan Pablo II, principalmente, en cuanto a sus mensajes respecta, al igual que con la parquedad germana de Benedicto XVI. La mezcla de “Pancho”, italiana y argentina, quizás no le ha ayudado. Tal vez, la máxima que se atribuye a Montesquieu “No hablar de las cosas hasta después de que estén hechas”, pueda describirle. No creemos aplicable otra que, también, suele invocarse “El que no sabe habla mucho y el que sabe no habla”. Pues, el Papa no deja de tener erudición.

The media conduce al libro de Georg Ganswein, prelado de la Iglesia católica y secretario personal de Benedicto XVI, por intermedio del periodista Daniel Verdú, en cuya entrevista Francisco califica como “cuentos chinos” el disgusto por haber rechazado las misas en latín, propuesta por su antecesor. “Su muerte (se refiere a Joseph Ratzinger) ha sido instrumentalizada por gente que quiere llevar el agua a su molino”. Agrega, también, “quien instrumentaliza así de buena, a un santo padre de Dios… no tiene ética, es masa de partido, no de iglesia”. “Pude hablar con él de todo y siempre me apoyaba… con respecto al matrimonio entre homosexuales, conversándole de asegurarles el bienestar a través de las leyes de uniones civiles…Finalmente, en lo concerniente a la posibilidad derenunciar por dificultades de salud, Francisco contestó“Mala hierba nunca muere”, expresión que da a entender lo contrario de lo que se pretende decir. Así es Jorge.

El giornalista titula la entrevista “A bordo del avión papal”. Adicionando “a 10.000 pies de altura”.

¿Sarcasmo o la particular personalidad de Bergoglio?

Es, con la del título de este ensayo la segunda pregunta para el lector.

Comentarios, bienvenidos.

@LuisBGuerra


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