El agotamiento de los partidos políticos de oposición ha tocado fondo. Lo peor no es ver a individuos convertidos en cachivaches políticos, sino que ahora dizque aparecen «relevos» autocreyéndose una especie de «Cristo crucificado», con más limpieza de conciencia que cualquier otro venezolano en nombre de una supuesta «educación», o sea, que todos aquellos que nada tienen que ver con esa «pedagogía» no tendrían condiciones éticas y morales para ser dignos de su evaluación política.

En la misma medida los partidos políticos han perdido la brújula en sus estructuras y no faltará algún «militante» que, interponiendo algún «recurso jurídico» -aunque sea un desconocido-, termine apropiándose de las siglas y la propia organización en términos de avatares por el espacio del quehacer en la política venezolana ante decisiones que si algo tienen en contradicción son la praxis del derecho.

Además, semejantes acciones constreñidas en la pérdida de credibilidad de la dirigencia política opositora, y el hecho de que la gente está en una etapa de sobrevivencia humana y social, son factores que terminan por liquidar la posibilidad de aglutinar un nuevo conjunto de oposición, máxime cuando aquellos que aún se mantienen en tal debate solo tienen entre ellos una lucha encarnizada por ver quién lo hace peor que el otro.

El madurismo solo tiene alrededor de 20% de aceptación popular, y este porcentaje más concentrado por clientelismo político que por aceptación popular. Resulta entonces incomprensible cómo ante semejante masa de pueblo descontento no hay una fuerza emergente que pueda capitalizar la reacción y rechazo ante quienes han destruido el país en todos sus afluentes de bienestar y progreso.

Por ello, urge la deconstrucción de un planteamiento opositor que no solo proponga el cómo solucionar los más inmediatos problemas de los venezolanos, sino que aglutine un mensaje de esperanza, solidaridad, estudio, trabajo y sobre todo de volver a encontrar en Venezuela un cambio y un camino para la superación personal y colectiva que eleve hasta lo más alto, un pensamiento donde el oxigonio de la paz, la felicidad y el desarrollo se conviertan en el tintero del amor entre las familias y sus ciudadanos.

Reencontrar ese discurso no es tarea fácil, y menos identificar ese líder, si este aún yace bajo los escombros de la política ramplona. Los políticos de oficio, aquellos que destruyeron a Venezuela, están obligados a dar un paso al lado y permitir no solo un cambio generacional, sino saber que el país está pidiendo en múltiples voces una propuesta de país que articule todo lo que implica una sociedad con espíritu y sentido de volver a encontrar en nuestra Historia de Venezuela la premisa libertadora, y el sentimiento de unión que nos lleve a la integración de una patria que no solo esté inmersa en retórica, sino que esas palabras sean el aliciente para ir hacia una nueva praxis política, y por ende, hacia un orden político muy diferente al que hemos tenido en los últimos tiempos, y cuyos resultados han sido desastrosos.

@vivassantanaj_


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