A Rafael Caldera y a Hugo Chávez la historia pareciera hermanarlos en la desgracia y en la tragedia de los venezolanos. La materia política y el desempeño revolucionario de estos últimos 25 años de ejercicio de gobierno los coloca a ambos en un punto común, cada vez que el venezolano se enfrenta a la fatalidad de lo coloquial (hambre, inseguridad, migraciones y desempleo) que ha fragmentado la unidad de la nación y el futuro de la patria. A medida que se va arrastrando la guaya de la responsabilidad por abrirle la puerta del calabozo al comandante por lo del 4F, por más que se tongoneen política y jurídicamente las argumentaciones y las razones del sobreseimiento, de los exegetas de su entorno, siempre se le verá a Caldera el bojote del inmediatismo confinado a los cinco años de su gobierno, para una decisión que iba a trascender en el tiempo, como en efecto sucedió. La aureola de estadista pulida en el resplandor de su trayectoria política del líder socialcristiano se opacó bastante con esta decisión que es un hecho comunicacional, público y notorio. Tanto como los 7 millones de venezolanos que hacen grueso el número de la diáspora criolla. En esa ocasión, el soporte jurídico y penal no pesó para la decisión. Un delito contra la constitución nacional y contra la seguridad del estado con una secuela de muertos, de heridos y de daños físicos fue arropado por la discrecionalidad presidencial en la medida de gracia que se firmó. Ese fallo de magistratura le ha bajado en el tiempo el fulgor del estadista Caldera y lo ha colocado en una llama de a fuego medio de un político con bandera ondeando en la demagogia. Como tantos que hemos visto en estos últimos tiempos.

El dictamen del sobreseimiento a Chávez fue público y abierto en la emocionalidad para los venezolanos que en su momento se embelesaron con el teniente coronel desde los famosos segundos del «Por ahora» en el quinto piso del ministerio de la defensa. Ese es un capítulo en el libro de la erosión del resplandor de estadista de Caldera. Hay otro anterior que forma parte de los secretos de estado al inicio de su primer gobierno. La cortesía investigativa que a veces levanta barreras para no pisar los predios de las reputaciones consagradas se cohíbe de la especulación, de la formulación de hipótesis y de levantar la duda que lleva directa a la verdad.  Reposan en el Informe que los expertos venezolanos para la cuestión de límites con Guayana Británica presentan al gobierno nacional (18 de marzo de 1965), un documento elaborado por dos autoridades indiscutibles en el tema como lo fueron los sacerdotes jesuitas Hermann González Oropeza y Pablo Ojer; y en un ameno libro promovido por la Academia Nacional de la Historia de Venezuela que suscribe Guillermo Guzmán Mirabal, titulado Del acuerdo de Ginebra a la rebelión del Rupununi con muchas luces y orientaciones sobre lo que pudo haber sido y no fue para la recuperación por las fuerza, del territorio en reclamación. En ese período presidencial de Leoni e inicio de Caldera están registradas las reuniones de un comité de ministros del gabinete del presidente saliente que se iniciaron el 27 de julio de 1965 para coordinar acciones tendientes a promover la recuperación del Esequibo. Se trataba de una serie de labores inmediatas para buscar un acuerdo práctico al tema, que pasaron por la independencia de Guyana, la suscripción del Acuerdo de Ginebra y el paso de la negociación directa, a un asunto entre Venezuela y Guyana, con un amplio margen de ventajas favorables al reclamo venezolano.

La posibilidad de un ataque militar desde Venezuela después de la independencia de Guyana de Gran Bretaña siempre gravitó entre el nuevo gobierno formado en la antigua colonia británica. El gobierno del presidente Raúl Leoni y el canciller Ignacio Iribarren Borges asumieron una posición de Estado –como lo exige una materia de territorialidad y soberanía- desde la ocupación de la isla de Anacoco en octubre de 1966. En 1967 la Cancillería venezolana advierte “si Venezuela está verdaderamente decidida a recuperar el territorio del Esequibo, tiene necesariamente que iniciar los preparativos para ocuparlo por la fuerza”. Todo ese contexto, más los enlaces con la resistencia amerindia interna sita en el territorio en reclamación, adicional a una red de agentes venezolanos y una planificación al detalle establecida desde el ministerio de la defensa venezolano sirvieron de plataforma para pasar a las vías de hecho y materializar la recuperación del territorio del Esequibo por la vía militar. El tiempo estratégico del inicio de la operación (Día D Hora H) coincidió desgraciadamente con la realización de las elecciones presidenciales en Venezuela. El 1º de diciembre de 1968 Rafael Caldera gana las elecciones con un estrecho margen de 32.906 votos frente al candidato oficial Gonzalo Barrios. La reducida diferencia en los resultados genera una tensión política y militar ante la posibilidad del desconocimiento del triunfo. Barrios reconoce democráticamente la victoria de Caldera y la tirantez desaparece.

En ese paréntesis de la declaración como presidente electo y su juramentacion el 11 de marzo de 1969 estalla desde el territorio en reclamación lo que es conocido como el levantamiento del Rupununi. En efecto el 2 de enero de 1969 un movimiento separatista en el sur de la Guayana Esequiba inició una insurrección que pretendió crear un Comité Provisional del Gobierno de Rupununi. Los rebeldes eran en su mayoría amerindios del área e invocaron su nacionalidad venezolana y la materialización de un apoyo previamente coordinado y planificado con el gobierno venezolano. La cortesía del gobierno saliente hacia el entrante en términos de la información sobre un proceso que se manejó desde cuatro años antes con la confidencialidad de Estado obligaba en ese momento a informar al presidente electo de una situación que tenía que asumirse durante el nuevo ejercicio constitucional. Y aquí, en este momento del relato es donde entra la especulación con fundamento, la hipótesis con soporte y la duda muy bien encaminada. El presidente electo Rafael Caldera se asumió en ese momento como una suerte de capitán Araña encubierto y no respaldó al gobierno del presidente Leoni. El embarque a los amerindios de la rebelión recayó públicamente en este, pero es aquel en funciones de entrante, con la posibilidad de una crisis militar interna y con una guerra en desarrollo quien en ese periodo estéril que hay entre presidente electo y presidente en ejercicio, el que realmente subió a la gente al barco y se quedó en tierra. Eso, llegándole al hueso de la verdad de ese episodio de 1969 le quita más fulgor a esa corona de estadista de Caldera y le agrega una responsabilidad peor a la declaración de Hugo Chávez en el año 2004 cuando autorizaba a Guyana a explotar unilateralmente el territorio en reclamación. Al final, la rebelión fracasó y el gobierno guyanés del primer ministro Forbes Burnham acusó al venezolano de alentar con armas y dinero a los separatistas. Esto último una verdad contundente, tanto como la de que Caldera no quiso apoyar a Leoni en ese momento y después termina de escurrirse con lo del Protocolo de Puerto España. Como decíamos en la antesala de este texto, a Rafael Caldera y a Hugo Chávez la historia pareciera hermanarlos en la desgracia y la tragedia de los venezolanos.

La historia en Venezuela con este asunto del territorio Esequibo se está repitiendo, nuevamente. La calificación de tragedia o de comedia se montarà según y como los protagonistas mas importantes de esta coyuntura asuman sus responsabilidades como estadistas o como políticos demagogos. El gobierno que usurpa el poder desde el palacio de Miraflores acaba de dictar nueve decisiones de Estado en una suerte de preparativos para ocupar por la fuerza el territorio del Esequibo. La designación de una Alta Comisión por la Defensa de la Guayana Esequiba, el debate y aprobación de la Ley Orgánica para la Defensa de la Guayana Esequiba, la activación de una Zona de Defensa Integral con sede en Tumeremo, estado Bolívar, la designación de una Autoridad Única de la Guayana Esequiba, la creación de Pdvsa Esequibo y CVG Esequibo, el nuevo mapa oficial de Venezuela con la incorporación de la Guayana Esequiba, un Plan de Atención Social de la población de la Guayana Esequiba, el ultimátum para las empresas que están explotando la minería en la zona en reclamación y la recuperación ambiental de la zona son parte de las líneas oficiales anunciadas por el régimen.

Esta reedición de Rupununi en 2023 parecido al Rupununi de 1969 en la materia de la recuperación del territorio del Esequibo impone a los dos representantes políticos más importantes del momento, del Estado venezolano, en las banderas de sus tendencias y competencias; decisiones al tenor de la soberanía y la territorialidad de Venezuela y del futuro de las generaciones venideras. Ya hay una jugada con nueve movidas en el tablero estratégico venezolano con una alta posibilidad de que la pólvora salga en iniciativa del lado venezolano. Estos momentos de vivac, de concentración y despliegue de unidades militares, de marchas de aproximación, de posiciones de ataque y de líneas de partida, de puestos de comando, de escaladas de conflicto y de guerra con todo lo que eso significa, la historia vuelve a hermanar a Rafael Caldera y a Hugo Chávez en la memoria del imaginario colectivo por lo del tema del territorio Esequibo y las decisiones de un político y un estadista. Y nadie mejor para ilustrar que sir Winston Churchill, que decía para establecer diferencias que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones; y por su capacidad de tomar decisiones a largo plazo aunque en lo inmediato puedan ser impopulares y antipáticas. El escenario está desplegado desde el lado oficial venezolano.

Es en este ambiente de corneta de órdenes en camino del territorio Esequibo que se pone en ambiente el ectoplasma del capitán Araña de 1969, de 1992 y de 1994. La mutación de político a estadista abre un camino hacia el futuro de Venezuela en las decisiones del liderazgo. O simplemente plantarse. Como Caldera con el Rupununi.


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