No ha habido espacio en el que Maduro, Cabello, Jorge Rodríguez, Deisy Rodríguez, Iris Varela y otros voceros del oficialismo descarguen en los escenarios en los que actúan, su visceral odio en contra de personeros de la oposición.

En sus diatribas utilizan injuriosos adjetivos con los que pretenden descalificarlos para hacer mella, pero ignoran que este agavillamiento, aunado al ventajismo del poder,(recursos económicos, utilización de bienes del estado, medios públicos de TV, emisoras comunitarias, periódicos, revistas, quincenarios y panfletos), lejos de perjudicarlos les está brindando en este nuevo reto, un inconmensurable apoyo moral no sólo en quienes depositan su confianza, salvo algunas contadas decepciones de individuos, que movidos por intere$e$  más personale$ que de otra naturaleza, han vendido sus votos al oficialismo, conformando dizque grupos de oposición, que a la vista del conglomerado nacional, no se trata sino unos simples y vulgares oportunistas.

Los recientes acontecimientos ocurridos en el escenario político, vislumbran una maniquea manipulación con estos individuos por parte del régimen de Maduro, que no ha tenido escrúpulos, prevalido del secuestro de otros poderes como el TSJ y de la ilícita Asamblea Nacional Constituyente, para no solo enjuiciar a quienes les viene en gana acusándoles de traidores de la ´patria, sino también pulverizando a partidos políticos como AD, Copei, Primero Justicia, Voluntad Popular y otros.

Pero, volviendo al inicio del tema de este artículo de opinión, el odio que expresan en sus declaraciones, ruedas de prensa, entrevistas por VTV y medios del oficialismo, estos personeros del régimen demuestran lo que algunos expertos psicólogos señalan que este sentimiento proviene del nacimiento y la crianza, que a posteriori se convierten en caldo de cultivo de reacciones y sentimientos ruines, pues muchos de quienes expresan odio, en algún momento fueron ignorados, rechazados, maltratados o abandonados y son respuestas que en ocasiones nacen del odio por sí mismo.

Entendemos y de acuerdo a lecturas que a lo largo de nuestra carrera profesional hemos realizado, que el odio tiene una función de autoprotección de la dignidad, de defensa del ego, pues una válvula del resentimiento o la respuesta a una injusticia notable o reiterada, pero pese a las formas de justificación que puedan tener, es negativo en muchos aspectos, pues además afecta la salud, especialmente el sistema inmune, el hígado y el corazón. Se ha llegado incluso –de acuerdo a numerosas investigaciones – a encontrar relación entre algunos tipos de cáncer y odios profundos no perdonados. ¿Será acaso esta la razón por la que han fallecido varios conmilitones del partido socialista, marxista y mal llamado bolivariano, comenzando por el hijo de… Sabaneta?

En el marco de las relaciones personales, el odio es un mortífero veneno que impide el encuentro, la comunicación, la armonía y la convivencia basada en la comprensión, el acuerdo, el aprecio y el respeto. Odiar es muy fácil, pues solo basta con pensar que somos los buenos, los indicados, las víctimas. Menos fácil es dejar de odiar, ya que se requiere mente abierta y corazón dispuesto, para enfrentar el veneno. No hay mucha ciencia en quejarse, morder, gritar, insultar, maldecir y golpear. Para eso sólo basta seguir el instinto animal; tener una excusa, elegir un enemigo y verter en la sangre un poco de adrenalina.

Nunca antes en la historia de Venezuela, en política durante la era democrática, pre chavista, se había utilizado el poder con tanta abulia, abuso, prepotencia e insultos de toda índole con lenguaje vulgar y falta de respeto contra los adversarios políticos. A ello sumamos el caos tan profundo, que lo sume en una dolorosa tragedia. Un país en el que  entre otras cosas, la corrupción se ha convertido en un virus mortal, que está desarticulando todas las arterias vitales que sustentan su estructura social, así como son los principios éticos y espirituales, los valores morales y cívicos, que constituyen el pedestal sagrado que alimenta e impulsa su civismo, desarrollo y grandeza.

Y es que Nicolás Maduro está más distraído en atacar a sus adversarios, que no ha tenido tiempo en los 7 años que lleva al frente del poder, por cierto,uno y medio ilícito por haberse ungido la reelección en unas elecciones no contempladas en la propia Constitución Nacional, todo lo cual le está costando apagar el fuego de la indignación popular, que él mismo suscita por falta de un programa de gobierno, serio y responsable. Esta laxitud ha profundizado la crisis económica, así como de la impunidad ante el incremento de la inseguridad que tanto daño le está haciendo a la familia de miles de hogares venezolanos, y que jamás se había registrado en la historia del país, a lo cual se suma la migración de más de 4 millones y medio de venezolanos, la ostentosa corrupción cívico-militar y el narcotráfico, todo lo cual coloca a Venezuela en el más escandaloso y vergonzoso sitial jamás imaginado desde el nacimiento de la República.

Maduro olvidó que su más alto compromiso no es con la tan cacareada y mal llamada revolución bolivariana, sino con el colectivo nacional anhelante de la paz y tranquilidad de la que siempre disfrutó en años pretéritos de la democracia, que los socialistas denominan la cuarta república. El Libertador, en cierta ocasión manifestó: “Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de la calamidad pública: la ignorancia y la debilidad”.

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