Edulcorando el relato político mantenido durante casi dos décadas, el gobierno asoma hoy en día medidas económicas sorpresivas, que dan la impresión de que el país se recupera y sale de la larga crisis, esa suerte de “hueco negro” en el que se encontraba desde hace tiempo.

Qué diría Chávez

Se han generado, ciertamente, algunos cambios que surgen como consecuencia del aflojamiento de los controles aplicados a la actividad privada, de la apertura de las aduanas para la importación de bienes terminados, de la creación de zonas económicas especiales y de la conversión en la práctica del dólar en moneda nacional, incompatible, le parece a uno, con la lucha contra el imperialismo. Estas y otras cuantas decisiones oficiales, como la insólita concesión de unas cuantas hectáreas a Irán para que se ensayen algunos cultivos, apuntan al fortalecimiento de las actividades de comercio y servicios orientados al consumo final. La sensación de bonanza se extiende hacia ciertos sectores de nuestra sociedad y llega, incluso, más allá de nuestras fronteras. Como dicen los analistas, los efectos de rebote que se producen lucen gigantes, comparados con la crisis que se venía padeciendo.

Lo escrito en el párrafo de arriba ocurre dentro del marco de lo que el presidente Nicolás Maduro describe como “nuestro propio modelo de socialismo”, como si el anterior no fuese tan de nosotros y mientras la realidad nos deja ver el surgimiento de un capitalismo de bodegones, según se le suele calificar, diseñado en burbujas que levantan barreras estructurales e impiden el acceso de un porcentaje muy alto de venezolanos, tal como lo explican varios estudios, cuyas cifras reflejan una gran precariedad en la nutrición, la salud, la educación y otros muchos aspectos, sin que de las transformaciones propuestas se desprendan, por ahora, señales que anticipen un descenso significativo de los indicadores de pobreza y desigualdad. La conclusión pareciera ser, así pues, que hay una puerta abierta, que para la mayoría de la población semeja tan solo una pequeña rendija a través de la que los beneficios se cuelan en gotas.

Imposible no pasearse por lo que pensaría Chávez de este nuevo modelo, construido invocando su nombre y su legado y, por otro lado, sin caer en la tentación de imaginar que probablemente habría hecho lo mismo.

Los bodegones artísticos

En medio de este contexto, y bajo la pancarta de que “Venezuela se arregló”, Maduro se ha dado a la tarea de aupar algunos espectáculos artísticos con el propósito de recuperar “la alegría del pueblo libertador y maravilloso que ha enfrentado dificultades impuestas desde el extranjero, siempre con resistencia heroica y amor por la patria. Nos tiraron todos los misiles y no pudieron con nosotros”.

Así, con motivo de la celebración del Dia Internacional de la Salsa, desde el propio Palacio de Miraflores, se concibió un acto en el Poliedro de Caracas, realizado recientemente, y hace poco se informó que en octubre habría una segunda edición en el mismo sitio. Por su parte, diversos empresarios han llevado a cabo o tienen previstos numerosos espectáculos en diversos escenarios en Caracas y en menor grado en el interior, contratando entre otros artistas a Ricardo Arjona, Nathalia Jiménez, Emmanuel, Olga Tañón, Chayanne, Sin Bandera y Camila, el Puma José Luis Rodríguez, Oscar D’León y Fito Páez, este último para escucharle cómo es “El amor 30 años después del amor”. Un productor de eventos musicales declaró en una entrevista que en Venezuela se avizoraba una «orilla interesante», gracias a la dolarización de su economía.

Como cabe sospechar, estos eventos buscan maquillar al gobierno, a pesar de que también ocurren bajo el formato de burbujas y de que los precios de las entradas los vuelven inasequibles para la mayor parte de la población, dado que sus ingresos giran alrededor de la cesta básica.

Despacito

Pasito a pasito, como dice reiteradamente la famosa canción, obra de dos compositores puertorriqueños, surge entre nosotros el capitalismo autoritario, conforme a una fórmula que se viene empleando en otros lugares del planeta y que, como es sabido, combina el funcionamiento con severas restricciones políticas.

En el caso venezolano se advierte con nitidez un variado menú de medidas clientelares, mezclado con una sofisticada vigilancia que aumenta con el continuo avance de las nuevas tecnologías. Hemos topado, así pues, con la biopolítica de esta época, un concepto que refiere a los mecanismos que se originan desde el poder con el objetivo de gobernar la vida individual, haciendo de la libertad un espejismo y proyectando un escenario que le reduce el espacio a la política, circunscribiéndola a pequeños gestos que tratan de guardar las apariencias y alimentan la creencia de que el nudo reside, permítaseme explicarlo de manera obviamente simple, en el crecimiento del PIB.

Por tanto, aún si el modelo adoptado permite mejorar la situación social del país, resulta imposible soslayar el hecho de que subvaloran y arrinconan a los derechos humanos, civiles y políticos. Como escribió el filósofo Miguel de Unamuno, a quien he citado en algunos de mis artículos, lo que define una nación es un proyecto sugestivo de vida en común; los grupos nacionales, añade, «no conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo».

La sumisión y la falta de consensos que encauzan al capitalismo autoritario no riman con esta concepción.


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