Mapa Mundi de la novela 1984

El término utopía se refiere literalmente a un lugar inexistente, donde la colectividad debería estar dirigida por un sistema ideal de gobierno; siendo una sociedad libre, perfecta, justa y honesta, en la que sus ciudadanos pudieran vivir en paz, armonía, abundancia, bienestar, progreso, prosperidad y equidad –una mezcla compuesta por justicia, igualdad y libertad– sin que existiera algún tipo de conflicto; pero que en mi opinión, esta figura de convivencia no implicara alguna alineación a dicotomías políticas relacionadas con reliquias fracasadas del pasado, tales como eran las duplas izquierda-derecha, socialismo-capitalismo u otro tipo de estupideces políticas, económicas o religiosas, para engañar, dividir y enfrentar a los tontos, que tanto daño le han causado a la humanidad.

Infortunadamente, como lo he mencionado en artículos anteriores, las dimensiones que rigen al comportamiento humano –economía, política, geopolítica, religión y comunicación– han sido distorsionadas por diversas aberraciones y actualmente el mundo se encuentra viviendo en una especie de distopía, que es el concepto opuesto a la utopía.

En esta oportunidad opinaré sobre la mayor perversión que afecta a la comunicación social, conocida como la manipulación de la información, teniendo en cuenta el axioma que afirma “la información es poder” y justamente, esa manipulación busca distorsionar la verdad y la historia, utilizando diversas técnicas, personajes y/o agrupaciones, para obtener el poder y mantenerse eternamente en él, buscando apropiarse de lo ajeno y además para favorecer los intereses particulares de grupos elitescos, en detrimento de los intereses generales de las naciones y de sus ciudadanos.

En nuestra cultura occidental y desde épocas remotas, el poder era manejado por una colusión de la nobleza con la religión, de tal forma que los abusos de los nobles y el sufrimiento, la esclavitud, la servidumbre y la expoliación de las poblaciones eran justificados por los religiosos de turno, como provenientes de la voluntad divina, de tal suerte que utilizaban la figura de la herejía –tener ideas contrarias a dogmas, reglas y principios, impuestos por las minorías hegemónicas– para silenciar, atemorizar, castigar, expatriar o asesinar, a quienes tenían ideas diferentes a las establecidas como dogmas por los nobles y los religiosos de aquellos tiempos.

Para contrarrestar el supuesto pecado de herejía, en la Edad Media se creó una institución llamada la “Santa Inquisición”, que castigaba con torturas, cárcel, destierro y la hoguera, a quienes investigaban sobre plantas medicinales, alquimia u otras ciencias naturales incipientes, como fue el caso de Galileo Galilei –padre del método científico y abuelo de la física clásica– quien basado en las afirmaciones de Nicolás Copérnico y mediante sus observaciones, reflexiones, experimentos y el uso del telescopio, publicó en 1610 la tesis que afirmaba “la Tierra no es el centro del universo y los cuerpos celestes giran alrededor del Sol” y por tal razón, la inquisición lo condenó como un hereje y quería llevarlo a la hoguera, pero su castigo fue conmutado, dándole  casa por cárcel para el resto de su vida, gracias a la intervención de la familia Medici y a que se retractó de sus publicaciones científicas.

Durante los siglos de existencia la inquisición, en su tarea de limitar la libertad de pensamiento e información, quemó libros, documentos, obras de arte y además torturó y condujo a la hoguera a miles de hombres y mujeres que eran falsamente acusados de practicar la brujería o tener pactos con el diablo, pero detrás de esas condenas había un interés más económico que moral, que consistía en apropiarse de los bienes que poseían los ajusticiados por esa perversa institución.

Con respecto a las situaciones de carácter distópico relacionadas con la manipulación de la información, que sirven para conservar la hegemonía de los grupos de poder, se han hecho diversas publicaciones de tipo literario, donde una de las más interesantes es la novela de ficción distópica llamada 1984, publicada en 1949 por el ciudadano de origen británico George Orwell, cuyo nombre real era Eric Arthur Blair.

La importancia de esta obra literaria, es que en sus relatos se muestra una gran similitud entre lo planteado hace 73 años por esa novela y la distopía que existe en el mundo actual, donde se aplica indiscriminadamente la manipulación de la información con diversas técnicas modernas, medios de comunicación sofisticados, geolocalización, vigilancia permanente y además con el uso de la represión política, social y económica, aplicada a ciudadanos, empresas y naciones, para apropiarse fraudulentamente de sus activos.

En la novela mencionada, el mundo estaba dividido en 3 superpotencias que eran: Oceanía, Eurasia, Asia oriental y un área en disputa, que se mantenían en guerra permanente, con el objetivo de tener a sus ciudadanos pobres, ignorantes y atemorizados, para que drenaran contra otras personas y otros naciones todo el odio acumulado que sentían por su precariedad económica, que solo les permitía medio sobrevivir miserablemente, entretenidos con estupideces que publicaban a través de pantallas electrónicas y también para mantener la producción armamentística a toda costa, situación muy similar a lo que ocurre actualmente con la división del mundo entre Estados Unidos, Rusia y China, que son las potencias que imponen su hegemonía a todo el resto del planeta tierra.

Una de las técnicas usadas por el partido político único que gobernaba a Oceanía era la manipulación semántica de la información, donde se usaban eufemismos tales como la denominación de los 4 ministerios existentes con nombres opuestos a sus verdaderas funciones que eran: el ministerio del amor, que se encargaba de castigos, torturas, reeducación ideológica y la promoción del amor al gran hermano, que era la figura todo poderosa, considerada un ser supremo, quien estaba en todas partes y vigilaba a todo el mundo; el ministerio de la paz, cuya función era hacerle la guerra a las otras naciones, procurando que fuera permanente, para producir miedo en los ciudadanos y evitar protestas y rebeliones locales; el ministerio de la abundancia, que mantenía a la gente apenas subsistiendo mediante racionamientos y por último, el ministerio de la verdad, que estaba encargado de manipular, alterar, destruir y reescribir la historia en favor del partido único.

En esa sociedad distópica había una división en tres castas de ciudadanos que eran: los miembros internos del partido único o consejo dirigente, quienes gozaban de todos los privilegios del poder político y económico; los miembros externos, que eran los burócratas arruinados de clase media, que usaba el partido para manejar a la nación y por último estaba el proletariado que era la gran mayoría, quienes eran mantenidos pobres, ignorantes y en condición de indigencia, pero entretenidos en asuntos triviales, para evitar que se revelaran contra el partido y el gobierno.

Como en toda distopía, el partido único llamado Ingsoc, había creado tres lemas que se repetían como mantras: la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza y la clase dominante compuesta por los miembros internos y externos del partido debían participar todos los días en una actividad llamada “los dos minutos de odio” y luego en evento periódico llamado “la semana dedicada al odio”, que estaban dirigidos a satanizar a un supuesto líder ficticio de la oposición o resistencia, conocido como Emmanuel Goldstein y a las otras dos naciones existentes, a quienes culpaban de todas las desgracias e incapacidades del gobierno de Oceanía y por último, existía una policía del pensamiento, para arrestar a quien pensara diferente, puesto que el crimen del pensamiento era el más grave en esa sociedad distópica, donde se usaban tele pantallas con micrófonos incorporados para publicar, ver, escuchar y grabar las actividades de los miembros del partido, a quienes no les permitían intimidades tales como enamorase o practicar el sexo.

Por cierto, la oposición o resistencia existente también hacía parte del gobierno, como lo comprobaron un iluso llamado Winston Smith y su novia secreta Julia, quienes por su trabajo en el ministerio de la verdad, ajustando textos mediante la neolengua y ocultando la verdad de los hechos, se dieron cuenta de la estafa que era el partido único Ingsoc y creyendo en la falsa oposición fueron apresados, torturados y obligados a reeducarse, para seguir perpetuando la situación de esclavitud en que le élite gobernante mantenía al resto de la población de Oceanía.

Actualmente, las técnicas empleadas para manipular la información son utilizadas por algunos de los llamados “profesionales de la persuasión”, tales como son entre otros: comunicadores sociales, encuestadores, asesores políticos, promotores de publicidad y mercadeo y otra clase de supuestos expertos en malas artes, quienes gracias a sus gestiones manipuladoras de la información, han impuesto a muchas naciones del mundo: teorías económicas fracasadas y fraudulentas como es el keynesianismo; un dinero volátil que no conserva su valor –dinero fiat y criptomonedas– para estafar a los tontos; gobernantes ignorantes, incapaces y corruptos, que se comportan como pelmazos, cuyas acciones conocidas son repetir mantras como loros o en ciertos casos mostrar sus nalgas en público; sicópatas, sociópatas, degenerados y depravados, como líderes mundiales; pederastas y aberrados sexuales como ministros de la iglesia; burócratas ineficientes e ineficaces como responsables de las organizaciones mundiales encargadas de velar por la paz y el orden global.

De forma similar a lo que ocurría con las tele pantallas con micrófonos incorporados mencionadas en la novela 1984, los medios modernos de comunicación han convertido a muchas personas en cuerpos si cerebro o peor aún, sin alma, con comportamientos similares a los zombis, porque están más pendientes de asuntos estériles y superficiales con su teléfono celular, en vez de ocupar su tiempo viviendo su propia existencia, reflexionando y preparándose para afrontar el futuro, para no convertirse en una generación insensata, ignorante, improductiva, orientada al odio, con algún tipo de pereza física o mental, a quienes solo les interese leer textos menores a 280 caracteres y despreciar las virtudes reconocidas del pasado, que conducían al éxito de las naciones y de los ciudadanos, tales como eran: educación, investigación, trabajo, ahorro, inversión real y producción.

Con la implantación de un nuevo orden mundial honesto, eficiente y eficaz, toda esta clase de vagabunderías distorsionantes y perversas del pasado deberían desaparecer, para lograr al menos una aproximación al concepto de utopía, que permita a los pueblos vivir en: paz, libertad, armonía, abundancia, bienestar, progreso, prosperidad y equidad, sin que existan conflictos internos o externos, que es el denominador común en nuestros tiempos actuales; pero para que esta situación ideal ocurra exitosamente, se requiere la existencia y la promoción de líderes reales, con capacidades y visión de verdaderos estadistas, quienes desafortunadamente son ignorados, despreciados y repudiados, por quienes quieren mantener el statu quo por toda la eternidad.


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