El mundo al revés. El gran presidente del cambio, Gustavo Petro, que supuestamente luchó durante décadas por los oprimidos y por los derechos humanos, ahora es el canciller del brutal dictador Nicolás Maduro, que oprime y reprime a 30 millones de hermanos venezolanos y que es el violador de derechos humanos más brutal del continente investigado por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.

Pero era obvio que iba a ser así. Quienes tuvieron un ápice de esperanza de que Gustavo Petro iba a interceder por los cientos de presos políticos, antes tan afectos a su corazón, que se pudren en las cárceles venezolanas durante años, desconocen la estrecha relación histórica de Petro y su séquito cercano con Chávez y con Maduro.

Quienes pensaron que con Petro se podía facilitar una salida a la dictadura criminal venezolana no podían estar más equivocados, pues Maduro y su mafia criminal son sus socios políticos. Hacen parte de la misma banda y tienen los mismos valores, así que nada se puede esperar en materia de juego limpio por parte de Petro cuando de Venezuela y Maduro se trata.

Petro en las últimas semanas ha revelado su verdadero interés en Venezuela. Con la cumbre de la próxima semana y su discurso en Washington de cero sanciones, más democracia, el presidente de Colombia se graduó de canciller de Maduro. Cuándo se va a posesionar aún está en duda. Faltan unos papeles, dicen en la cancillería venezolana, pero lo cierto es que ya empezó a actuar. Y con su vicecanciller, Armando Benedetti, el combo diplomático de 2 x 1 queda consolidado.

Esta semana veremos qué tanto Estados Unidos apoya al nuevo canciller venezolano, pero lo cierto es que desde la Casa Blanca los mensajes que se han enviado son de apoyo a esta estrategia. El mismo Juan Gonzáles encargado del tema estuvo en Caracas y negoció el intercambio de malandros (así se le dice a los delincuentes en Venezuela) por unos inocentes gringos que estaban en las cárceles venezolanas.

Pero con el nuevo canciller venezolano llevando el mensaje a los cuatro vientos a WashingtonBidenBlinken y González quedan contra la pared. Cero sanciones, más democracia. ¿Aceptan el chantaje? Ya en el viaje anterior de Gonzáles a Caracas, la administración Biden peló el cobre y mostró que sí está dispuesto a esos negocios turbios. Ahora veremos hasta dónde están dispuestos a llegar y este jueves con la reunión Petro-Biden debíamos tener algo más de claridad.

No importa la clara alianza de Maduro con Irán y con Rusia. Tampoco el mensaje contundente de Petro sobre Taiwán que dio hace apenas unos días. Los valores de la libertad, la democracia y los actos de agresión militar se negocian en Washington SEM, según el marrano como decimos en Colombia.

Y la semana siguiente sabremos con más claridad dónde está la Unión Europea en esta historia. Su canciller Josep Borrell, que la verdad ha sido bastante propenso a negociar esos mismos valores, mostrará si la invasión de Ucrania cambió en algo su mirada al mejor aliado de Rusia en este continente junto con Cuba o no. Veremos si este nuevo mundo geopolítico trasciende las fronteras de Europa, Asia y Norteamérica y si los demócratas del continente podemos contar con ellos o nos venden al mejor postor, como lo hizo Estados Unidos por un puñado de barriles hace un año.

Es cierto que la oposición venezolana no ha ayudado en nada y es su propio peor enemigo. Entregó en México el cupo del embajador ante Estados Unidos, Carlos Vecchio, en la mesa de negociación a cambio de nada. Con pocas excepciones solo ven por su interés personal como sucedió con la desintegración del gobierno interino. Por eso debe haber una gran renovación de liderazgo si se quiere ser efectivo de verdad. Los Capriles, que ya se volvió un verbo de entreguismo en las discusiones políticas en la región, solo han servido para fortalecer la dictadura.

Hoy la oposición está hecha en gran parte de grandes, pequeños y medianos Capriles. María Corina, Juan Pablo Guanipa, Williams Dávila, Andrés Velásquez y hasta el mismo Juan Guaidó son las excepciones junto a un pequeño puñado de opositores. El desierto en la oposición es el mejor aliado que hoy tienen Maduro y su nuevo canciller, Gustavo Petro.

¿Qué cambiaría el escenario? Que la oposición se abriera y permitiera la entrada del chavismo puro. A eso sí le teme Maduro. Que Andrés Izarra, hoy exiliado en Berlín; Miguel Rodríguez Torres exiliado en España y hasta el mismo Rafael Ramírez, exiliado en Roma, se sumaran al bloque opositor crea una nueva realidad política en Venezuela que rompe el molde. Destruye la oposición a la medida que Maduro ha construido y a la que su canciller quiere darle legitimidad en la cumbre de Bogotá.

Claro, eso requiere gran madurez política y aceptar lo que muchas veces sería inaceptable. Pero no nos equivoquemos el dictador hoy tiene nuevo canciller, y muy poderoso, y frente a este nuevo desarrollo hay que cambiar el tablero de juego. Una unión de quienes antes eran enemigos para derrotar al mafioso con reglas claras de juego, les desbarata ese derrotero que tienen y que se ve muy posible, el de cero sanciones o pocas sanciones, unas pequeñas libertades y Maduro y sus mafiosos aún en el poder.

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Artículo publicado en La Silla Rota


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