Los pasajeros del Titanic tricolor han conducido el barco justo al frente del iceberg. Venezolanos, venezolanos, venezolanos. ¿En qué mundo vivimos?, ¿en qué país habitamos?, ¿en qué sociedad nos convertimos?, ¿cuándo dejamos de ser, pensar y hacer?, ¿cuándo involucionamos a las tristes almas plagadas de superficialidad e ignorancia? Es hora de un verdadero y doloroso mea culpa para que el Supremo autor nos perdone, porque nuestra madre Venezuela llora y nosotros somos los culpables de su llanto.

¿Cuándo dejamos de leer, debatir e investigar? Verdaderamente, ¿alguna vez empezamos?, ¿cuándo dejamos de aspirar y empezamos a envidiar? ¿Cuándo dejamos atrás la loable búsqueda de la excelencia y empezamos a vanagloriar la indecencia? ¿Cuándo dejamos de apreciar la impactante curva de una sonrisa y solo empezamos a apreciar las curvas? ¿Cuándo dejamos el encanto intelectual y empezamos a desvivirnos por lo artificial?

¿Cuándo empezamos a apoyar un argumento sin conocer la profundidad de su concepto? ¿Cuándo empezamos a difamar un criterio sin siquiera conocer una pizca de su historia? ¿Cuándo empezamos a discutir por banalidades extravagantes y bochornosas? ¿Cuándo dejamos atrás el sentimiento verdadero y le dimos rienda suelta a un estrafalario interés? ¿Cuándo dejamos de abrazar con el corazón y empezamos a saludar por el bolsillo? ¿Cuándo dejamos de nutrir el intelecto para solo cultivar un par de ceros?

¿Cuándo dejamos de admirar el trabajo honesto y empezamos a alabar el guiso de la viveza? No hay palabras con sutileza porque retrocedimos a antes de la época de Jesús y su nacimiento, hasta la era de los cavernícolas. El Homo sapiens venezolano hizo un viraje en la carrera evolutiva y se transformó en un Cromañón con iPhone. Convertimos a nuestra nación en un salvaje Serengueti criollo, en la más absurda sociedad de carcasas con un abismo sin fin. Nos acostumbramos a algo que el Generalísimo catalogó como «bochinche» y a la ceguera de «nuestra propia destrucción», como hace muchas lunas atrás advirtió el Libertador.

«Lo que más necesita nuestra educación es una cura de simplicidad, regresar a los conceptos básicos y preguntarse a quién se tiene que educar y para qué..», una frase de don Uslar Pietri que cabe a la perfección, pero las soluciones no son inmediatas. Se deben practicar las teorías que aprendimos hace mucho tiempo atrás y aplicar los ejemplos históricos en estos tiempos modernos. Usar a «sir Google» para investigar, analizar y aplicar los conceptos que hoy seguimos ignorando, como por ejemplo capitalismo, socialismo, revolución y liberalismo. Es de imperiosa vitalidad saber el origen de las posiciones en el espectro político para realmente alegar con fundamento si se batea a la zurda o a la derecha, empezar a exterminar el dañino populismo y la tóxica demagogia de nuestras venas y empezar a trabajar en lo popular y en la verdadera democracia. La llegada de la Venezuela que nos merecemos es inevitable solo si trabajamos por ella.

No todo está perdido. Existe luz entre tanta tiniebla. El tiempo aún no se agota, pero el reloj avanza. Para ser parte de la solución no debemos ser parte del problema. Para poder avanzar se ha de reflexionar y buscar la manera. La historia y sus experiencias nos dan algunas claves para hacerlo.

El poder debe venir desde nuestra esencia y pensamiento y, para eso, uno de los transformadores del mundo contemporáneo sostuvo que los factores que destruyen al ser humano son la política sin principios, el placer sin compromiso, la riqueza sin trabajo, la sabiduría sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad y la oración sin caridad. La gente es amable, sí­ soy amable, pues el Mahatma tiene razón luego de mucho. Es hora de transformar porque eso depende de nosotros.

@JorgeFSambrano

#RendirseNoEsUnaOpcion


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