Rodolfo Hernández
Foto: EFE/Mario Caicedo

Sí, todos sabemos que Gustavo Petro es comunista, representante en Colombia del Foro de Sao Paulo e integrante del Grupo de Puebla. Admirador de Hugo Chávez y de su socialismo del siglo XXI. Además, fue guerrillero y señalado como autor de asesinatos y secuestros en la hermana república. Elegir a Petro implica una marcha hacia atrás en los indudables adelantos y del progreso que ha tenido Colombia en la era iniciada con la presidencia de Álvaro Uribe Vélez.

En la lucha contra el narcotráfico Estados Unidos y el mundo contaron siempre con un aliado incondicional en los gobiernos de Uribe, Santos y Duque, pero que se remonta más atrás con los gobiernos de César Gaviria y Andrés Pastrana. En buena medida el Plan Colombia que establece la cooperación militar de Estados Unidos y Colombia, tiene como objetivo la lucha contra el narcotráfico y los grupos irregulares armados que lo protegen.

Esa política de cooperación en el combate contra el tráfico de drogas ha sido una política de Estado de todos los gobiernos colombianos sin distingo de partidos. Con la elección del nuevo presidente puede producirse un cambio radical de la política antidrogas de Colombia.

Muchos aducen que la guerra contra las drogas, que según cifras oficiales ha ocasionado alrededor de 500.000 muertos, ha fracasado y que por tanto es necesario cambiar la estrategia, no sin antes advertir que precisamente ha sido por esa guerra sin cuartel contra el tráfico de drogas, en especial la cocaína, lo que ha impedido que se agrave el problema: diariamente alrededor del mundo se les asestan contundentes golpes al narcotráfico.

Sin embargo, y parece mentira, a pesar de las diferencias que existen en el enfoque de la lucha contra las drogas entre el candidato Gustavo Petro y la hasta ahora política de Estado (Pastrana, Uribe, Santos, Duque); hay algo en que todos ellos coinciden: al narcotráfico hay que combatirlo. Por la cabeza de ninguno de ellos (Ni por la de Petro, ni por la de Pastrana, Uribe y Duque) se le ha ocurrido legalizar el tráfico de cocaína.

Pues bien, con el pase a segunda vuelta en las elecciones presidenciales en la hermana Colombia del ingeniero Rodolfo Hernández, se pone en peligro lo que ha sido esa política de Estado. Y ello, por la sencilla razón que el candidato Hernández ha propuesto olímpicamente, a través de varias declaraciones públicas, legalizar la producción y tráfico de cocaína. Semejante barbaridad debe haber prendido las alarmas en los gobiernos de Estados Unidos, Europa y de muchos otros países quienes han sido implacables en materia de persecución al narcotráfico.

La propuesta implicaría una confrontación abierta entre Colombia, Estados Unidos y otros países cuyas legislaciones penales son draconianas para castigar el tráfico de cocaína. Hernández al parecer desconoce los convenios internacionales para la lucha contra las drogas suscrito por Colombia, entre ellos el Plan Colombia.

En el hipotético gobierno de Rodolfo Hernández y de cristalizar su propuesta dentro de ese país (cosa muy difícil por la composición electa del Parlamento colombiano), se abriría una confrontación entre el Estado colombiano y aquellos que penalizan el tráfico de cocaína. Pero con la sola declaración dándole luz verde al tráfico de cocaína, sin duda se expanderán las hectáreas de cultivos de la hoja de coca y se multiplicarían los laboratorios de producción del alcaloide. Es decir, Colombia se convertiría formalmente en un narcoestado.

A ningún dirigente político colombiano tan cerca de la presidencia se le había ocurrido semejante monstruosidad.

La fobia que en vastos sectores del pueblo colombiano les está produciendo ver en la Presidencia de Colombia a un comunista como Gustavo Petro, le está ocasionando una ceguera de tal naturaleza que puede llevar a ese pueblo a un precipicio votando por un facineroso que lanza propuestas al voleo sin medir las consecuencias.

La legalización de la producción de cocaína propuesta por Rodolfo Hernández es temeraria y debe estar siendo celebrada con jolgorio y vítores por los cultivadores de la hoja de coca y por los carteles del narcotráfico internacional.

En medio de semejante confusión y convulsión nacional, el mayor general Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda y el resto de las Fuerzas Armadas de Colombia tendrán algo que decir.

Terminando de escribir este artículo de repente se me vino a la memoria el nombre de Gustavo Rojas Pinilla.


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