El ser humano ha ido creando organizaciones sociales más complejas en su evolución. Desde que eran cazadores-recolectores hasta la época actual, la complejidad de las sociedades ha ido creciendo, consiguiendo cada vez uniones más grandes y más complejas.

Los imperios fueron una fuente unificadora de gran importancia, ya que unificaban grandes extensiones territoriales, aunando culturas de diverso tipo, siempre bajo la supremacía de un pueblo en concreto sobre los otros.

Sin embargo, la nación, asumiendo la definición más modernista del término, es quizás el concepto que más ha contribuido a la unión social del ser humano. La nación se define como el conjunto de personas que ejerce la soberanía sobre un determinado territorio. Sus leyes, por tanto, son superiores al resto de normas del territorio.

En España existe un gran debate sobre si hay naciones dentro de la nación española. Esto, desde el punto de vista expuesto anteriormente, no puede ser, pues si existiera otra nación aparte de la española, esta sería una nación soberana y por tanto la española se vería troceada.

La creación de las naciones en Europa se dio después de la Edad Media, de hecho, esto fue lo que hizo pasar de la Edad Media a la Edad Moderna. Este cambio se produjo probablemente para que estas naciones pudieran realizar actividades que en territorios fragmentados no eran posibles.

Podríamos afirmar, pues, que las naciones surgen con un fin. El fin de organizar a las personas para la consecución de objetivos más elevados que necesitan de una organización más compleja.

Por ello, y porque las naciones buscan un fin, estas pueden cambiar y variar en función de que este fin varíe, y de que las personas quieran realizar este cambio.

En Estados Unidos hubo una guerra para evitar que una parte de su país, el sur, se constituyera como nación. Esto demuestra que la conformación de naciones no es un tema menor y que a lo largo de la historia ha habido guerras para influir en la constitución o no de una nación.

En Suramérica, por ejemplo, hubo guerras de independencia para crear las naciones actuales, con el fin de crear proyectos por separado de la metrópoli, considerando que estos serían más beneficiosos para sus habitantes, al conseguir, entre otras cosas, condiciones de comercio más justas.

En Europa existe un movimiento voluntario de sus países miembros para ceder su soberanía a una unión. Sin embargo, no se puede hablar de una nación europea, pues los Estados siguen siendo soberanos, como ha podido verse con el Brexit y la decisión del Reino unido de salir de la Unión Europea.

Las naciones traen aparejadas una gran cantidad de simbolismos y sentimientos, como las banderas y los himnos. Esto es normal pues una organización social de esa magnitud mueve las conciencias de sus ciudadanos. Sin embargo, no debe olvidarse, en último término, que las naciones se crean para mejorar la vida de sus integrantes, y que, en un momento determinado, se pueden crear nuevas naciones si se creyera conveniente.

En general las naciones más grandes y complejas tienen una mayor facilidad para conseguir objetivos que naciones más pequeñas. Un ejemplo son los Estados Unidos de América, que han sido capaces de grandes hazañas para la humanidad, como la llegada a la Luna.

Sin embargo, también se puede dar el caso de naciones muy extensas que no representen bien los intereses de sus ciudadanos, y que sea necesario una diseminación de las mismas, como ha considerado el Reino Unido con respecto a la Unión Europea.

En definitiva, la nación es una gran creación humana, pero tampoco se le debe dar un carácter perpetuo, ni dotarla de simbolismos y sentimientos exagerados.

 


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