Se extienden los rumores sobre un encuentro entre López Obrador y Trump en los próximos días. El comportamiento de los funcionarios estadounidenses frente a México sugiere que además de la migración, andan pisando con pies de plomo para no entorpecer algo que les importa mucho… probablemente la visita del presidente mexicano. Temas como la posible venta de gasolina a Venezuela, los médicos cubanos en México, la renuencia a apoyar a su candidato a la dirección del BID, las protestas de las empresas de energía eléctrica o petroleras norteamericanas por los cambios en las reglas mexicanas, no generan fricción pública alguna, ni siquiera filtraciones de parte de dos gobiernos especialmente indiscretos.

Ni Trump, ni sus secretarios de Estado, de Comercio o de Finanzas han puesto el grito en el cielo. El Embajador Landau manda muchos tweets, pero pocas protestas públicas, y el sello de esta Casa Blanca no es precisamente el tacto. Todo esto puede encerrar otras explicaciones que el viaje de AMLO a Washington, del cual me dicen que Palacio quiere zafarse, pero en el cual Estados Unidos insiste cada vez más. Una es migración: es el único tema de la agenda bilateral que le importa a Trump, y mientras López Obrador le siga cumpliendo, no tienen mayor queja. O el caos en el equipo de Trump ya ha alcanzado tales niveles que simplemente es imposible que se concentren en temas tan exóticos y complejos como los mexicanos.

Me inclino a pensar que sí habrá encuentro de rendición de pleitesía de AMLO a Trump, y que la Casa Blanca seguirá haciéndose de la vista gorda ante todas las contrariedades menores de la 4T. Y me imagino qué de haberlo, López Obrador seguirá la misma línea de Peña Nieto, en un tema de enorme importancia para México pero que los dos gobiernos mexicanos han preferido evadir. Me refiero al muro.

Trump lo visitó el martes 23 en la frontera entre Arizona y Sonora, cerca de Phoenix. Como dijo en un tweet Nick Miroff, el que cubre estos temas para The Washington Post y antes fue corresponsal en México, “Hay muchas razones para dudar del proyecto del muro de Trump, pero menospreciarlo diciendo que “no es nuevo” o “solo sustituye lo que había” es un error. En su costo, su impacto ambiental y cultural, su apariencia y simbolismo, esto es un gran asunto, nos guste o no.” Subió también unas fotos ilustrativas de la diferencia entre el nuevo muro, y la vieja valla.

Tuve el privilegio de sostener una discusión de fondo, inteligente y respetuosa con el anterior secretario de Relaciones Exteriores y mi hermano Andrés, exsubsecretario del ramo, sobre cual debía ser la postura de México en relación al muro. Desde principios de 2017, expuse que México no podía ni permanecer callado, ni limitarse a argumentar que no lo pagaríamos y que era un asunto interno de Estados Unidos. Andrés pensaba que México no debía engancharse sobre el tema, y básicamente retirarlo de la agenda bilateral. En una palabra, que lo ignoráramos, salvo por la insistencia en que no pagaríamos un centavo.

Luis Videgaray le dio la razón a quien fuera más de treinta años diplomático de carrera (y a muchos otros, desde luego), pero pienso hoy más que nunca que la razón la tenía yo. Sí hay muro; jamás lo cuestionamos salvo en cuanto a su financiamiento; hubiéramos podido demorarlo, entorpecerlo, enredarlo en mil demandas; es un símbolo odioso, agresivo y estridente de todo lo que gente como Videgaray, Rozental y yo hemos combatido a propósito de la relación con Estados Unidos. Y si faltara una prueba adicional, la 4T está de acuerdo con esa tesis, y no con la mía. I rest my case.


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