“Es preciso vengar la patria cuantas veces intenten los pérfidos sepultarla en la anarquía y arruinarla; y no debemos desmayar jamás, aún en medio de las mayores dificultades” Simón Bolívar

Según Jorge Luis Borges la realidad es un asunto de percepción, lo que dicho de otra manera es un asunto de interpretación de los datos que nos llegan del mundo externo. Esto, desde luego, nos lleva a pensar que la realidad en cuanto a nosotros es la interacción que tenemos con ese exterior cuyos datos regulan la propia acción en función de intereses y necesidades específicas de cada quien y de conjuntos afines; en buen español, esto es poco más o menos lo que podemos definir como ficción.

Y es que la visión alienada de algunos personas, como la de Nicolás Maduro, hijo y heredero de Hugo Chávez por confesión propia, sorprende “urbi et orbe” -frase latina en boga tras la elección del nuevo Papa, Francisco, al referir que un pajarito chiquito le transmitió mensajes por medio de áulicos silbidos que él respondió con otros soplidos, de que le endosaba su legado histórico para que la revolución del socialismo del siglo XXi no desmayara en su empeño y lograra la mayor felicidad de su pueblo.

Pero el asunto, me refiero a lo del pajarito, no para allí, pues a sus fantásticas e increíbles afirmaciones debe sumarse otras más sorprendentes como la posible influencia de su difunto padre político en el espíritu de los cardenales para elegir a un Papa latinoamericano, como lo afirmó hace algún tiempo, al que le otorgaba a el título de “Cristo redentor de los pobres americanos”, y por si fuera poco, una de sus chifladuras, al señalar que caería una maldición ancestral sobre aquellas personas que no votasen por él en los comicios que se celebraron posteriormente en aquellos años.

¿Surrealismo puro? Bueno, lo cierto es que Maduro se expuso a voluntad y conciencia a la burla de las mayorías del país y del mundo. Las causas de sus exabruptos pueden ser dos, una u otra, o ambas a la vez: su carencia de formación académica, pues su falta de preparación le hace creer y decir cualquier majadería, que con el tiempo ha ido creciendo exponencialmente a lo largo de los años que lleva en el Palacio de Miraflores. Pero como reza el refranero popular: “Deseos no empreñan” y el ejercicio de la primera magistratura le quedó demasiado grande, o como suele decir el hombre del pueblo, es “mucho camisón pa’ Petra”, pues los problemas del país en lo económico, político y social, han recrudecido brutalmente, al extremo de que hoy día Venezuela exhibe ante el mundo un país en el más lastimero estado de miseria, corrupción, desempleo, pésimos servicios públicos y un bandidaje de individuos enchufados en el régimen y otros allegados de los capitostes, que han acabado con los dineros del Estado, llegando al extremo de hasta extraer del Banco Central de Venezuela, lingotes de oro que han ido a parar en países como Irán, China y Turquía solo por mencionar algunos. Y no se diga la explotación del oro en el Arco Minero del estado Bolívar, cuya extracción se calcula en miles de millones de dólares, bajo el férreo control y vigilancia de miembros de las Fuerzas Armadas Nacionales.

Pese al desastre que enfrenta el país, Maduro y sus acólitos pretenden engañar al pueblo con sus diarias y tediosas cadenas –en estos momentos aprovechándose de la pandemia que agobia al país– con cifras que según organismos de la salud y el Colegio de Médicos de Venezuela, no se corresponden con la realidad. Jorge Rodríguez, devenido en el Joseph Goebbels venezolano, salvando las distancias del ministro de Información del Führer Adolfo Hitler, con rictus característico de su oficio como psiquiatra, no tiene empacho alguno en procurar con su intención confundir a la opinión pública, a la que pretende hacerle creer que Maduro ha sido víctima de atentados contra su integridad física, si se quiere más veces que el propio dictador cubano fallecido Fidel Castro.

Al pueblo no es fácil engañar, y mucho menos hacerle comulgar con ruedas de molino, o como coloquialmente suele expresar el vulgo: a punta’e muela. Se equivocan de polo a polo, pues las lecciones impartidas por sus maestros cubanos no calan en “la ignorancia del pueblo”, como lo señala la cartilla de la Revolución cubana, ahora venezolana.

Venezuela tiene hoy en día enormes y dolorosas carencias. Una de ellas, la más grave el hambre que lacera el alma, el espíritu y el corazón a millones de personas en cuyos hogares hombres, mujeres, niños y ancianos, no tienen ni siquiera un pan para llevarse a la boca. Sin embargo, el clásico cinismo, desvergüenza e hipocresía de Maduro, y miembros de su gabinete (¿) muestran cifras estadísticas con las que refieren la disminución de la pobreza. Creen que con un régimen asistencialista (deformación de la asistencia que el Estado debe a sus ciudadanos), entre otros, con el plan de la entrega de las cajas CLAP, pueden satisfacer las necesidades inmanentes de quienes reciben este dispendio populista, más por hambre que por necesidad, y mucho menos, porque se identifiquen con el régimen socialista, marxista, comunista y mal llamado bolivariano, del que anhelan salir lo más pronto posible.

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