En el libro La sociedad justa. El laberinto de Ifigenia Fernández se analiza el fin del mundo. La responsabilidad, exclusivamente, es de nosotros.

La preparación de Ifigenia lleva a que universidades prestigiosas de Estados Unidos, China, Rusia, Alemania y Suiza, la contraten para la asignatura The Influence of a just Society in the Humanitarian Order, asignándole una oficina con la mención “Profesora Ifigenia Fernández, PHD”. En horas se agotan los cupos para la asistencia, debiéndose habilitar dos aulas contiguas.

En Ginebra, donde dictaría la primera semana de clases, recuerda la  separación de su novio, Nicanor Zubizarreta, lo cual la empequeñece, dudando cuál de los escenarios sería más complejo, “la debacle humanitaria, el dilema por componerla y la separación del amor de su vida”.

“Entre libros” procura encontrar una humanidad ordenada, pacífica, democrática y sometida a la ley. No existe, hundiéndose en el pesimismo. A los académicos coordinadores del curso llama la atención la exagerada bibliografía que la profesora Fernández requiere.

En las primeras lecciones plantea el porqué de los regímenes atípicos y cuál es la metodología para salir de ellos, demandando: ¿No creen que pareciera no haberla? Segura de que hay suramericanos, dice “la colonia, la colonia, la colonia, hasta cuándo la colonia”. Vargas Llosa afirma “primero existimos, para pasar toda la vida cambiando nuestra esencia”.

“Las discriminaciones” me apenan. El desprecio al negro, el asesinato masivo de judíos, el apartamiento revolucionario, fuente de distinción entre los que están con la revolución y los que discrepan y las crisis financieras abultadoras del bolsillo de los ricos, vaciando el de los pobres. Finalmente, la “escrituración de derechos”, fuente de la molestosa realidad entre los escriturado y ejecutado. Los deberes, sin embargo, pocos. Es o no cierto que en la que moramos es “la humanidad injusta”.

El alivio espiritual que se genera en las mentes intranquilas, la extasía, pues uno de los asistentes es Nicanor Zubizarreta, ratificándose un amor que había quedado pospuesto. El clima favorable al emparejamiento, “un ensayo de los últimos días” para matrimoniarse o no los lleva a ser pareja. Para Nicanor las caricias de aquellos tiempos se repetirían, sorprendiéndose de que pasa a ser un “doblegado escuchador” de quien otrora fuese su novia, en disciplinadas lecciones para reconocer “la hecatombe humanitaria”. Referidas a la iglesia, la guerra, el hambre, la muerte, la anarquía, la justicia, el multilaterismo, la política del reconocimiento y el dinero mal habido. Pero, ademas, las probabilidades genéticas y el subdesarrollo, gritándole a un ya sumiso Zubizarreta “las abejas construyen “un mundo perfecto”. Nosotros, una “bazofia”.

Una mañana despierta a Nicanor, llamándole “vago”. Le recita “los gobernados siempre están contentos con el Príncipe, cuando este no toca sus bienes, ni su honor, por lo tanto, solo tiene que combatir las pretensiones de un pequeño número de descontentos”. Otra cosa, habrás escuchado quién calificó a Sísifo como “un héroe absurdo, tanto por sus pasiones, como por sus tormentos. El suplicio increíble de que todo el ser se dedica a no acabar nada”. Nicanor, obviando que es evangélico, se confiesa con monseñor Julio Oliveros, para quien a Ifigenia la tiene y bien agarrada Satán.

La profesora Fernández decide atender una invitación de The School for the Emergent Knowledge, con respecto al tema ¿Se salvará la democracia?, por lo que expresa a Nicanor que es una buena ocasión para reafirmar que la racionalidad ha estado de su lado y que definitivamente es un error ser débil y morar en el escepticismo. “Seré franca y gritaré ‘la democracia hoy no es más que una plataforma para el populismo, tanto de izquierda como de derecha y para que los políticos trogloditas conduzcan por ese camino a la humanidad”. Termina calificando de farsantes a los proponentes del encuentro, pues antes sostenían que estaba equivocada, casi convenciéndola. Pero ahora sostienen que el exterminio de la humanidad está a la vuelta de la esquina.

La ridiculez golpea a Zubizarreta cuando su pareja, con apuntes bien ordenados, recita “la democracia decae, se lucha contra el autoritarismo, no logra identificarse al régimen deseable, amén de la utilidad relativa de las constituciones”. He de denunciar, por tanto, a quienes, incluyéndote, no se les percibe ni preocupados.

Un Nicanor ofendido se viste elegantemente, presentándose ante su mujer, a quien expresa que él será el expositor. «La primera apreciación que te transmito es que eres víctima de obsesiones y de la más variadas tipologías. Ningún ser sensato afirma que el mundo es Alicia en el país de las maravillas, pues muchos problemas se confrontan, siendo nosotros mismos los culpables. Pero, también, son muy pocos, quienes niegan que ‘la vida es bella’. Eres víctima Ifigenia, si, la de mis viejos, presentes y futuros amores, de ‘las enfermedades del alma’. Y solo la cercanía con Dios ayudaría con tus enredos. Además, hay que poseer voluntad de lucha y ejercerla.

Ifigenia, a pesar de que duda con respecto a lo que plantea su pareja, termina inclinándose por admitir, ya cansada de tanta lectura, investigación y elaboración de notas, la valentía de Zubizarreta, quien de paso expresa que viajará a México para una entrevista de trabajo, lo cual haría sin ella. Es así como horas después está tomando el aéreo a DF.

Una semana después recibe una llamada de Nicanor, quien le comenta de regreso de la capital de México que tomó un taxi, indicando al conductor la dirección de su casa. Pero no sale de su sorpresa cuando despierta en un hospital psiquiátrico, resultado de haberse equivocado al indicar al chofer a dónde iba. Lo sedan y al despertar piensa en “la camisa de fuerza” que pensaron colocarle a su mujer.

El filósofo César Vidal compara La sociedad justa. El Laberinto de Ifigenia Fernández con El Mundo de Sofía.

Y una compañera de colegio de Ifigenia escribe: “Este es el nuevo libro de Luis Beltrán Guerra G., autor prolijo, estudioso de la sociedad en sus diferentes enfoques”.

Y prosigue:

Surge una pregunta ¿Es acaso una utopía alcanzar una sociedad justa?

¿Es realmente un laberinto?

@LuisBGuerra


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